El Pran

1561 Palabras
Elías saluda con un gesto al Pran y este devuelve el saludo con una sonrisa. - ¿Quieren un güisqui?... ¿No? ¿Un juguito?... jeje. Bueno. No soy un hombre de ir por las ramas, Elías lo sabe, dije que quería hablar con el varón después que cerrara el chorro. Pero como vi que Dios resucitó al pastor, entonces entiendo que la cosa es con los dos. Por mi parte, le extiendo una disculpa pastor, yo no quería asesinarlo. - Pero lo hizo –interrumpe Elías. - Porque usted se extralimitó en sus funciones. ¿Recuerda nuestro pacto?: “A Dios lo que es de Dios y al Cesar lo que es del Cesar”. Usted puede traer la Palabra y convertir a todo aquel que esté arrepentido. ¡Pero los que no se arrepienten son míos! Hoy usted cruzó una frontera y lo sabe… Cuando abrió el chorro y negándose a cerrarlo desafió mi voluntad. - Yo hice la voluntad de Dios –responde Elías- y si cumplir lo que Dios me ordena implica morir: ¡Se hará la voluntad de Dios, cueste lo que cueste! - Amén pastor. Predique. Y no estoy en contra de lo que predica, pero es usted o yo, y en el cielo, primero yo que mi mamá. La cuestión no es si mi auto estima de Pran se ve afectada o no. O si yo tengo complejos de inferioridad y por eso no aguanto que me contraríen. La cosa es que yo necesito que mis leyes estén por encima de las suyas, y de las suyas también –dice volteando hacia Martín-. Nosotros tenemos nuestro propio mundo, en el cual también existe Dios, y aunque ustedes no lo crean, yo también le sirvo… - Discúlpeme Pran –interviene Martín, desobedeciendo a Elías que lo manda a callar con un gesto-. Pero no veo cómo usted puede servir a Dios. - Muchacho, ¿no sabes que hasta el Diablo es un Ministro? Y no cualquier sacerdote, es el más antiguo sacerdote sobre la tierra. Cuando Dios le expulsó, ministró a la primera pareja y desencadenó el tremendo Plan del Altísimo, haciendo que el hombre, varón y hembra, obtuvieran el libre albedrío, razón por la cual puedes escoger servir a Dios, o servir a Lucifer, pero en cualquiera de los dos bandos, estás sirviendo a Dios, porque todo es parte de Su Voluntad. - ¡El Señor reprenda al Diablo! –Increpa Elías-. Los propósitos de Dios son inconmensurables. Ni el Enemigo conoce la altura de sus pensamientos, y aunque es cierto que es el más antiguo sacerdote del mal, está vencido en nombre de Cristo. Al final será echado en el lago de azufre por toda la eternidad. El Pran ríe de soslayo viendo a Elías con una picardía que Martín entiende; y ora en silencio porque sus brazos están erizados. Sabe que está en la cueva de una potestad de las tinieblas. En su vida de cristiano se había encontrado con muchas situaciones en las que vio a personas endemoniadas. Por mucho tiempo pensó que las posesiones eran producto de una enfermedad mental, esquizofrenia, paranoia, o una poderosa autosugestión producida por la creencia de que estaban dominadas por las fuerzas del mal. Luego entendió que la ciencia del hombre es un intento por comprender la mente de Dios, y encontró un vértice entre la explicación científica moderna y la explicación religiosa de los cristianos: Las Palabras forman una delgada capa que confunde los pensamientos, a veces discutimos por las palabras y no por los significados, que al final pueden ser la misma cosa pero con nombres diferentes. El científico llama sugestión a lo que nosotros llamamos fe, pero ambos reconocen que la sugestión y la fe tienen el poder de transformar al mundo y cambiarnos a nosotros mismos. Hablan de una energía que no se ve y mantiene la vida, nosotros sabemos que esta energía es Dios, y eso nos lleva un paso al frente de todos sus descubrimientos, pues mientras la ciencia del hombre busca “descubrir” las causas para entender el propósito de las cosas. Nosotros sabemos que el propósito de toda la vida es el amor. La ciencia está en amar a Dios y al prójimo como a uno mismo –deducía Martín. El Pran se levanta de su asiento para servirse un trago en el minibar que está junto a un televisor de 60 pulgadas. La estancia es amplia y pueden verse varias habitaciones a su alrededor. Tiene la apariencia de un departamento de clase media en el Este de la ciudad, si no fuera por una pequeña área ubicada en un rincón donde un vigilante observa una docena de monitores con imágenes de diferentes lugares de la prisión. Martín ve con asombro que uno de los monitores tiene la entrada de la cárcel, otro la 4ta avenida y el acceso público de las visitas. Hay muchos en los que se ven los baños y “las plazas”. El más grande cubre la cancha y de esta manera Martín comprende que fue así como el Pran logró anticiparse a cada uno de los movimientos que sucedieron aquella tarde. - Esta conversación no nos está llevando a ningún lado –manifiesta el Pran mientras extiende dos vasos con jugos de naranja a los varones-. Yo los cité para que hagamos un nuevo pacto. Queda de ustedes aceptar mi protección o… bueno, ustedes saben. - Pacto de Sangre hemos hecho con Cristo, no podemos pactar con nadie más –responde Martín. - ¿O sea que estamos en guerra? - No contra usted –corrige Elías-, porque nuestra lucha no es contra carne ni sangre… - Sí, ajá, pero ya basta de retórica. Yo manejo la vida carcelaria y ustedes manejan la vida espiritual. ¿Queda claro? - No –responde Martín. Elías sabe que Martín está allí con un propósito, y su andar apenas comienza. Pero de sí mismo sabe que ya fue asesinado y resucitado una vez, y en ninguna parte de la Biblia se habla de que algún hombre haya sido resucitado dos veces, esa es su fe, y el temor entra en el corazón de Elías como un Gorila que se abre paso con fuerza y b********d entre la maleza. Recuerda las palabras de los presos: “Tarde o temprano se adueña de tu alma, tus sueños son dominados por esta entidad demoníaca, y tus actos son gobernados por King Kong, el rey de la muerte”. - Varones –interviene Elías- basta de muerte por hoy. El cuadro es fascinante, en este “lobbie” todos se encuentran negociando excepto Martín. Ya sea por inexperiencia o ingenuidad, es el único que tiene puesta la mirada en su propósito. El Pran solo está haciendo esta jugada para restaurar la aparente calma de “la Cuarta” y no sean tan extraordinariamente notorias las manifestaciones del Espíritu Santo. Elías teme por su vida porque su fe le dice que si muere una segunda vez no habrá resurrección en el mundo natural. - Óyeme varón –cabildea el Pran-, dice la palabra: “No tentarás al Señor tu Dios”. Y es eso precisamente lo que estás haciendo, si sabes que hay una certera probabilidad de muerte, ¿por qué tientas tu suerte? - Desde que empezó este proceso, la muerte me sigue a todos lados: Me torturaron y luego me dispararon tres veces, uno de los suyos me quiso matar con una ametralladora y ahora estoy en una situación en la que si digo “No” me van a ejecutar. Para mi el morir es ganancia como lo dijo Pablo, y sinceramente señor Pran, no creo que haya matado a uno de sus hombres para protegerme, sino porque usted en verdad tiene parte en el plan de Dios. El Pran reconoce, mediante una pequeña sonrisa, la sagacidad de la respuesta de Martín. Puede que sea un muchacho, que no sepa nada de la vida carcelaria, pero conoce muy bien el terreno bajo sus pies, y este terreno no es otra cosa que la Roca donde se afincan los que creen en Cristo. - Tenía tiempo que no me encontraba con evangélicos de verdad. Me caes bien varón, creo que podemos hacer una buena llave. Yo creo en Dios, tú también, pero tenemos responsabilidades distintas. Vamos a hacer una cosa: Voy a dejar que aprendas la vida de la prisión, nadie te va a tocar, y luego de un tiempo volveremos a hablar. - Ese pacto si lo podemos hacer –intervino rápidamente Elías. Elías no es un hombre cobarde pero sabe cuando callar. Toma del brazo a Martín y con un ademán de despedida lo saca del bunker del Pran y ambos caminan hasta el puesto de guardia que mantienen los luceros. - Recuerda el proverbio Martín: “En las muchas palabras no falta pecado”. - Si usted lo dice varón… tengo mucho qué aprender. El Pran se asoma al pasillo cuando los varones han pasado el primer punto de control y están por llegar al segundo. Los luceros levantan el rostro como esperando una orden. Elías teme que llegó la hora de su fin y Martín siente la pesadez del ambiente que esta situación origina. El que toque al varón Martín es hombre muerto –decreta el Pran.
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