Capítulo 6

2148 Palabras
Sustituyendo cada minúsculo momento pereciente en mi mente. Busco en internet las actividades que hay asignadas para esta semana en la plataforma de la universidad. Así comenzar hacerlas y tener más tiempo para poder ir a jugar voleibol. Lo curioso es que me encantaba el voleibol y aunque no fuese tan bueno en ello seguía intentándolo, no me rendía tan fácil, ignorando cada comentario burlón o negativo que trasmitía las demás personas al verme practicarlo. El anterior coach, Harold, trataba de que nuestros entrenamientos fueran innovados; buscaba estrategias para poder aprenderlo más ameno. Había bajado nueve kilos cuando lo estuve practicando, la mayoría se sorprendía de mi bajo peso. Cada vez que jugaba sentía mucha ansiedad y miedo; el miedo era por si llegaba a quebrar las gafas. Debía usar lentes en todo, la única manera de que me lo podría quitar es cuando me bañara y cuando fuese a dormir. Por tanto mis actividades matutinas eran con los lentes puestos. Se reproduce «break up with your girlfriend, i'm bored» de Ariana Grande a través de los audífonos creando una impalpable danza en los tímpanos de mis oídos. Los dedos de mis manos se mueven con bastante facilidad por las teclas de la computadora. Mi atención está centrada en poder terminar de escribir el ensayo para Métodos e Instrumentos de Evaluación Psicológica I. Estaba esforzándome mucho más que en otros ensayos que había hecho a lo largo de mis estudios. El motivo central, era que el facilitador de la materia es una pesadilla andante. Nunca quedaba conforme con nuestras investigaciones; le encantaba refutar las exposiciones que nos mandaba a realizar. Increíblemente se había convertido en una tortura para nada piadosa. No hubo alguno del salón que poseyera buena nota con él, siempre era por debajo de 15 puntos (la mayor es 20 puntos y reprobabas con 12 puntos). Leía con esmero cada palabra, corregía algunos errores y continuaba. Estaba sumergido entre una marea de silabas, adentrándome en un bosque de signos de exclamación  y una llanura de fuegos artificiales de palabras englobadas. Adoraba cuando realizaba cosas bajo el sonido de la música. Experimentaba muchas sensaciones y por cortas pausas cantaba mirando la pantalla para luego seguir yendo por el terso camino de la lectura y corrección del ensayo. Minutos más tarde finalizo el ensayo, lo envió por la plataforma de la universidad y lo resguardo en el correo electrónico para después buscar un lugar donde lo pueda imprimir. Salgo de la computadora desconectando los audífonos; lo guardo con cuidado en el bolso. No me creerán pero he comprado más audífonos que ropa. Por alguna razón a mí no me duraban como a la mayoría de la gente común que los conserva desde hace años. Me retiro del negocio, posteriormente para dirigirme a la casa de la abuela. Entro al cuarto que tengo asignado, me cambio la pijama por un short n***o corto, una franela simple acuarela y unas botas negras con la suela blanca. Algo curioso que estaba notando era que cuando comencé a escribir mis libros en páginas virtuales me di cuenta que escribir no es solo mostrar un mundo fantástico donde planteas un personaje en base a una historia. Sino demostrar todas aquellas inseguridades que nos predomina. Es desnudarnos ante los  demás de cierto modo «latente.» Es refugiarnos ante frases; es nadar entre todos los signos de puntuación, exclamación; es revolcarse ante circunstancias vividas camufladas ante letras conformando una palabra. Demostrar nuestras inseguridades sin que nadie pueda juzgarnos directamente. Porque como escritor, el trabajo es ser auténticos, es como un individuo ebrio que canaliza toda su personalidad para proyectarla ante unas cuentas copas después. Es elevarse ante un viento gélido donde predominan los comentarios. Cada uno de mis libros obtiene fragmentaciones que siempre estuve inhibiendo. Podría explicar con gratas palabras lo hermoso que puede llegar a estar enamorado, podría expresar con desagradables palabras en cómo se siente estar enojado o triste. Porque las emociones son los componentes más grandes que constituye al ser vivo. Y siendo un chico ordinario puede que esto siga afectando mi estima como persona. Dejando un suspiro expedido en el aire, tomo mi sweater n***o con franjas verdes fluorescentes situándolo en mi cuerpo con parsimonia. Ya listo emprendo una caminata hasta la cancha. Recuerdo que antes de comenzar el ensayo le había escrito a unos conocidos sobre ir a jugar voleibol, y me apetecía era jugar «playero» más no de suelo de concreto. Al lado de la cancha techada y de futbol campo hay un pequeño terreno cubierto de arena tipo cal que innovaron para realizar una cancha de voleibol «playero» hago énfasis en playero porque Táchira pertenece a la zona Andina del país. Por tanto las costas playeras estaban a miles de kilómetros de aquí. Solo predomina el frío y el acento del gocho. Me desplazo por toda la zona Renato la Porta para llegar a un lugar más elevado donde observo a varias personas en la cancha techada jugando basquetbol, y otras pocas en el terreno de voleibol playero montando la malla. ―¡Xavier! ¡Qué buenos que llegas! ―exclama Anthony dándome un fuerte abrazo. Es un chico de estatura promedio de contextura un tanto gruesa. Tiene dieciséis años. ―Claro, para que monte la malla ―respondo burlón mientras le doy la mano en saludo a los demás. Estaba Mateo, Humberto, un chico que le llamaban Queso por su aspecto, Yuber, Ray, Oriana, Yeison, mi primo Julio, Juan, y Jimmy. Podría quedarme para definir un poco de cada uno pero para disminuir el trabajo, manifiesto que la mayoría son adolescentes a excepción de Julio Juan y Humberto. Todos se contextura delgada, cabellos desde cobrizo, castaño claro y oscuro. Comenzamos a crear cuatro equipos de tres personas, puesto que no hay más personas para realizar más equipos. Aparte de que el voleibol playero se juega en parejas y pocas veces de tres, sin embargo, nosotros vamos un poco en contra de las reglas. En ocasiones cuando venía a jugar con más frecuencia hay demasiada gente, por jugar o por observar los partidos que realizábamos. Nos divertíamos en cierta manera. Un equipo es formado por Julio, Humberto y yo. Otro por Oriana, Mateo y Anthony. Otro es por Juan, Queso y Yuber y el último por Jimmy, Yeison y Ray. Los capitanes de cada equipo realizaron con rapidez piedra papel y tijera para deliberar quien jugara primero y contra quienes se confrontaran. Jugaba mi equipo contra el de Juan. Trataba por todos los casos volear con más firmeza y que el golpe de antebrazo se elevara con parsimonia. En ocasiones me equivoque y recibí quejas por parte del equipo. Desde luego terminamos ganando quince a diez. Luego competimos con el siguiente equipo y volvimos a ganar, la tarde se fue entre juego y juego que nadie recordaba que debía ir almorzar o hacer quehaceres. Llegaban cada vez más gente, habíamos perdido siete veces y ganado el triple. Estaba exhausto, respiraba con poca resistencia. Estaba recostado en la grama de la otra cancha. Humberto junto a Jimmy traen dos recipientes con agua y que lo van pasando de persona en persona para así mimo beber de ella. ―Xavier ―giro mi cabeza para observar a Jimmy―. ¿Qué se siente estar tanto tiempo en San Cristóbal y olvidarte de tus amigos? Dejo de prestarle atención al partido que se estaba dando de futbol en la cancha de campo. ―Es bien ―respondo sin más―. Aunque hay momento de que el estrés de la ciudad me hagan huir hasta aquí ―remarco gracioso. ―Siempre estas por allá, estudiando, rumbeando, saliendo a comer y te olvidas de nosotros ―tercia en la conversación Oriana. ―Lo siento. Aunque ustedes tampoco de acuerdan de mí ―excuso enarcando las cejas―, así que no me reprochen nada. ―Siempre te estamos recordando. Solo que no es necesario un mensaje para hacerlo saber ―acota Jimmy recostándose en la grama por completo. ―Se equivocan ―ambos me observan esperando que continúe―… muchas veces necesito que me digan que me extrañan o que se preocupan por mí. De cierto modo eso hace que las inseguridades se disipen. Recuerden que soy complicado. Ustedes no tienen idea de estar rodeado de gente y sentirte popular y que de igual manera te sigas sintiendo solo. No saben que es estar aparentando algo delante de los demás para tratar de no defraudarlos o que ellos te acepten de una u otra manera. Podrán decir que estudiar psicología debe realizar «cambios» en mí… Sigo observando el partido de futbol sin entender del todo aquel deporte. Siento tantas cosas en mi mente que es inevitable que una lágrima no se deslice por mi mejilla izquierda y haga su recorrido para desaparecer. ◄♦►   ―…Sin embargo, las personas no cambian ―carraspeo―, las personas trasforman cada acción o afecto. Pero jamás cambian, el cambio según las personas hipócritas es que hoy moderan su comportamiento y mañana vuelven a ser iguales. La trasformación es un contante trabajo de establecerse mejores parámetros para poder sentirse bien consigo mismo y luego compartirlo con el mundo. Porque no vemos el mundo como es, sino como realmente somos. Los estudiantes de quinto año se mantienen en silencio mientras escuchan cada una de las palabras que expreso. La clase de Orientación Psicológica es una manera que usaba para expresar cada una de mis inseguridades indirectamente. Podía durar horas y horas hablándole de psicología y como esta se relacionaba con los individuos y a ellos parecía gustarles. ―Profesor ―llama una joven de cabello n***o lacio regordeta de facciones delicadas. Ella es Lupe una de mis alumnas estrellas―. ¿Cómo haríamos nosotros para implementar nuestra transformación? ―Buena pregunta, Lupe ―sonrió sin mostrar los dientes―. Yo lo planteo con tres pasos. Lo primero, es darme cuenta que está mal conmigo mismo. Segundo, aceptarlo para que mi mente se active. Y tercero, trabajar constantemente en ello. Desde luego ―paso saliva cuando siento mi garganta reseca―, siempre habrá gente aclamando que rendirnos es más fácil que buscar el intento. Y eso es lo que menos necesitamos cuando queremos trasformar nuestras acciones negativas. Necesito estar rodeado de gente proactiva y ser consciente de que esto es por mí y luego por los demás. ―Profesor Xavier ―otra chica es la alza la mano pidiendo la palabra, es Daniela Montilva, una joven delgada de cabellera azabache, una adolescente muy hermosa. Se lo confiero mientras bebo del agua que traigo matutinamente―. Cambiando un poco de tema ¿Cómo se haría en caso de la privacidad de una relación y que un hombre desvele aquella privacidad? ―He querido tocar este tema por muchas razones―todos observan a Daniela y luego a mí―. Si una mujer se les entrega muy pronto, no es porque sea fácil, es que ella se siente segura contigo y si te compartió una foto, un pack, te entrega su cuerpo, su confianza, su intimidad, no la pongas en boca de todo el mundo ―noto el temblor en los cuerpos de los hombres―. No seas tan hijo de puta, hágala suya, dele mucho besos ―se me corta la respiración―, tóquela, solo disfrute de ella y cállese el hocico. Buenas tardes. Despido a todos. Cada uno toma sus pertenencias para ir saliendo poco a poco del aula de clase. Dejo un suspiro en el aire para después hacer lo mismo. Me dirijo a la coordinación para firmar el libro de asistencia. La secretaria me sonríe gratamente. Me despido de todos y parto camino hasta la casa de la abuela. De cierta manera, esta semana ha sido bastante productiva. He dedicado mi tiempo en diferentes cosas, he estudiado para los exámenes de Psicopatología II Teórico. He impartido más clases con mucha más fuerza y dedicación. He podido ingresar a mis prácticas de voleibol y finalmente he podido comprarme algunas cosas y colaborado monetariamente a casa de mis padres. Subo la cuesta. Ya no se me dificulta como anteriormente y eso es a causa de volver a salir a trotar a principios del amanecer a la cancha de futbol campo. Llego a la casa de la abuela después de siete minutos. Escuchar música y caminar se ha vuelto un fuerte en la estadía en El Piñal. Podía integrarme en la música y deliberar los movimientos de mi cuerpo para desplazarme de un sitio a otro. «Take Your Time» de Sam Hunt esta vez se convirtió en el acompañante idóneo para terminar llegar bien a casa. Saludo a mi prima Dayana que estaba atendiendo a un cliente en el negocio de auto repuestos. Atravieso el negocio para adentrarme a la cocina de la casa de la abuela Gloria. Estaba sirviendo el almuerzo. ―Bendición ―paso derecho a la habitación así dejar el bolso y quitarme lo zapatos y colocarme las cholas. Me siento en la cama observando un todo y un nada. Aunque todo esto sea melodramático siempre me ha sido de importancia que ser aceptado ante mi familia sea indispensable. Aunque la mayoría de ellos logre solo ver cada defecto que apaciguo otros ven una ventaja de aprender de mí. Y todo eso se ha vuelto un ciclo vicioso. Ser alguien para lo demás más no ser alguien para mí mismo.
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