Capítulo ciento siete:El objeto de mi deseo y de un nuevo sentir

3092 Palabras

La luz que se colaba por las rendijas de las contraventanas había ido perdiendo fuerza hasta teñirse de un gris azulado. Bernadette llevaba así horas, inmóvil, fingiendo dormir, con la respiración acompasada. No había cerrado realmente los ojos desde que amaneció, pero el cansancio físico y el peso de la fiebre le jugaban malas pasadas: por momentos la somnolencia la arrastraba, y tenía que hacer un esfuerzo por volver a la vigilia. Esperaba que Silas se marchara, que saliera al menos un rato de la habitación para poder relajarse, aunque fuera por unos minutos. Sin embargo, él no se movió de su puesto junto a la ventana. Leía un libro, con las piernas cruzadas y la espalda recta, como si estuviera instalado para pasar la noche ahí. De vez en cuando, giraba una página con el mismo cuidado

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