"Y entonces, así como una casita de naipes expuesta al viento, se derrumbaron uno a uno sus sueños..."
Greta
Mi madre acomoda el velo sobre mi rostro y gira alrededor de la plataforma en la que me encuentro parada hace una eternidad, admirando entusiasmada el vestido de sus sueños. Me quedo estática, esperando que termine la inspección y deseando con todo mi ser que está sea la última prueba.
-Hay que ajustar algunos centímetros en la cintura-
Pero si deseos míos hablamos, por supuesto que no se van a cumplir.
-Claro, tomaremos las medidas y estará listo en dos días-
La mujer, cuya paciencia comienzo a admirar, toma mis medidas por vigésimo tercera vez y me ofrece su ayuda para salir de los kilómetros de tela en los que me encuentro encerrada, mientras la persona que me dio a luz busca algo nuevo para agregar al ya cargado vestido.
Una hora después emergemos del sitio más exclusivo de la ciudad, con mi madre elucubrando un millón de ideas en las que no deseo participar, media docena de hombres con los brazos llenos de bolsas con prendas que ella no necesitaba hasta que las vio y un vestido en proceso que marca el principio del fin.
De camino a la salida desconecto mi mente de su parloteo incesante y me concentro en las tiendas que he visitado más veces de las que puedo contar, centrándome especialmente en aquellas a las que me traía mi madre cuando era pequeña, inocente y aparentemente amada. La nostalgia me invade cuando mis ojos viajan a aquellos pasillos cargados de recuerdos, sonrisas reales y momentos en los que me quedaría a vivir eternamente.
-¿La principessa todavía juega con muñecas?-
El pasado se evapora de inmediato cuando el eco de aquella voz resuena en mis oídos y me envuelve, haciéndome agradecer la insistencia de mi madre en practicar respiración y autocontrol.
-¿No le enseñaron a la niña bonita que es de mala educación no contestarle a los mayores?-
Quiero voltearme y gritarle, juro que quiero hacerlo, pero ese tono hosco y sus dedos rozando mi piel han congelado mis sentidos.
-Shevchenko, estás muy lejos de casa ahora mismo-
Su tacto me abandona y me siento mucho más vacía que hace minutos, fría y desorientada.
-Y tienes suerte, si estuvieras en mi casa ya estarías muerto por el descuido-
No me atreví a girar hasta que su reflejo desapareció del vidrio que, recién ahora, me obligue a mirar solo para encontrarme con el rostro enfurecido de mi madre.
-¿Terminaste con tu show? Estamos retrasadas y sabes que tu padre odia la impuntualidad, andando-
Me encantaría decirle que estamos retrasadas por su causa aunque, en su lugar, la sigo al auto sin decir una palabra y preparándome mentalmente para recibir una catarata de regaños por haber roto cuatrocientas noventa y ocho reglas durante el día de hoy; pero, sorpresivamente, el silencio reina entre nosotras y permanece durante el camino a casa, lo cual agradezco enormemente.
Durante el trayecto, la voz de aquel hombre baila en mi mente y por alguna razón, me hace sonreír; se escuchaba tan rebelde y despreocupado, tan seguro. Intento ponerle un rostro, un cuerpo completo, pero mi imaginación resulta insignificante para él y termino desistiendo cuando el automóvil frena en la entrada de nuestro hogar.
Los hombres de mi padre abren las puertas y mi madre sale disparada al interior de la casa, dejándome atrás como si fuera una más de sus bolsas de compras ¿Cuánto puede cambiar una persona en cuestión de unos pocos años? ¿Ella fingía cuando gritaba que me amaba? ¿Eran de mentira los abrazos que me daba por las noches? ¿Las historias y las promesas donde quedaron? Tantas preguntas que me surgen cuando la miro, cuando veo la locura que le provoca la boda que se avecina y la necesidad imperiosa de que todo sea como siempre lo soñó, cuando me encuentro inmersa dentro de una pesadilla de la que no puedo escapar, cuando la veo siendo la maldita bruja avariciosa que se robo a mi madre y no la devolverá jamás.
-Señorita, su padre la espera. El Señor Mattia se encuentra dentro también-
Asiento e ingreso al lugar que antes llamaba hogar, con los pies pesados y el alma herida y avanzo con tristeza a ponerle firma y fecha a mi condena.
Llego al despacho de mi padre inevitablemente rápido y apoyo la mano en el pomo de la puerta, viéndola como un agujero n***o que está a punto de tragarme, y sin más opción lo giro, permitiéndoselo sin luchar.
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Yaroslav
-Tienes que volver a casa Yaroslav, has tenido suficiente tiempo libre y nosotros hemos tenido suficiente de tu mierda también-
La voz de Gleb se oye lejana, en segundo plano, fuera de foco. Mi atención está en el ángel rubio que se aleja a toda prisa, casi corriendo de mí, sin ser consciente de lo que planeo para nosotros.
-¡Yaroslav Shevchenko! ¿Si quiera estás escuchándome?-
¿Sabrá ella lo que causa al caminar? ¿Llegará algún día a comprender lo que genera su andar en los hombres que la rodean?
-Tienes cinco días para regresar, de lo contrario considérate muerto-
Quito mis ojos del camino que ella recorrió y los enfoco en el hombre que sostiene el teléfono en mi dirección, comenzando a fastidiarme por la forma en la que me examina de pies a cabeza continuamente.
-Quiero más de cinco días Gleb, mi esposa no estará disponible hasta dentro de dos semanas-
Escucho el grito de mi hermana del otro lado de la línea y me preparo para sus chillidos ofendidos por no contarle que tenía novia, pero me sorprende regañándome por estar pensando en casarme a tan temprana edad. Me muerdo la lengua para no recordarle que ella se caso cuando era cinco años más joven que yo, con el sangre sucia que me observa de sol a sol.
-A ver si entiendo ¿No son ustedes los que llevan años pidiéndome que me establezca y siente cabeza? Ahora les cuento que me voy a casar y me regañan ¿No es el casamiento una forma de establecerse y crecer?-
Comienzo a diagramar un plan en mi cabeza y los segundos se ralentizar de repente, haciendo crecer las ansias que me carcomen.
-¿Podemos saber quien es la desafortunada?-
¡Ah, esa es la mejor parte!
-¡Me ofendes Zaria! Soy un excelente partido-
Mi sonríe y me gira los ojos, tan azules como los míos... y los de ella.
-No me gustan las vueltas Yaroslav Shevchenko, dime ahora mismo con quien planeas casarte ¿Ella sabe?-
¡Maldita!
-Deja de ofenderme, claro que no sabe. Te diré el nombre cuando prometas que no vas a mandar al sangre sucia de tu marido a dispararme-
Si ella pudiera atravesarme la cabeza con una de sus balitas especiales lo haría en esto mismo instante sin dudarlo.
-Yo no prometo, deberías saberlo. Tienes tres segundos para decirme quien es la mujer con la que planeas volver a nuestro hogar si no quieres verme siendo mala contigo-
Su tono de voz ha cambiado y el grandote detrás del teléfono sonríe, ella está realmente furiosa.
-Greta Lombardi-
Gleb se acerca a la pantalla sin decir una sola palabra, no hace falta cuando me mira así. Mi hermana suspira y puedo ver el dolor cruzar por sus pupilas, empañando un poco su mirada cristalina.
-Es una niña Yaroslav, no tiene porqué cargar con los errores de sus padres-
Ciertamente es una niña, también lo éramos nosotros cuando nuestros padres murieron.
-No puedo ni quiero permitir que, los de mi madre, sean los únicos sueños rotos en está historia. Espero que lo comprendan-
Cortó la llamada sin decir adiós y me tomo unos segundos para respirar, recordándome a mí mismo porqué hago esto y por quien también.