Pasaron dos días hasta que Matías pudo volver a verla. Salió a correr por la mañana y la vio caminando a lo lejos, llevaba los auriculares puestos y parecía disfrutar del sol en su cara. Era una mañana fría, de esas que sorprenden en otoño en las que el calor del sol es bienvenido. Apresuró su paso y la alcanzó, justo cuando estaba por detenerse a elongar sus músculos. -Hola vecina.- le dijo sorprendiéndola. -Hola vecino.- respondió ella retirándose los auriculares. Algo decepcionado por volver a la categoría de vecino, Matías la miró mientras subía una de sus piernas para estirar sus cuádriceps, al hacerlo Cata perdió el equilibrio y apoyó una de sus manos sobre su hombro con delicadeza. -Perdón.- le dijo ella, con la inocencia que tanto le gustaba. -No pasa nada ¿querés que te

