Prólogo
Te había visto en el mirador de la torre, Naomi. Acudí aquella anoche con mis padres, debido que disfrutábamos de un paseo. Estaba aburrido, ya que conozco Tokio de pies a cabeza, pero mis padres querían ser amables con los inversores de occidente. Tú y yo sabíamos que habitar en la megalópolis era convivir en silencio con millones de rostros que vienen y van, pero en ese momento no quería que fueras un simple rostro fugaz.
Las luces de la ciudad rutilaban como estrellas. Tenía un abrigo por el frío del invierno, y apartaba los pelos de mi frente con mi mano. Observaba el mundo bajo mis pies. Era graciosa la observación, dado que el verdadero mundo estaba a mi lado. Te ignoraba como solíamos ignorar a las personas en la calle, ya sabes: un rostro más.
Mis padres conversaban con los extranjeros, yo, por otro lado, caminaba. ¿Qué podía ser especial esa noche? Era la misma imagen de la ciudad que ya conocía, hasta que giré la cabeza y comprendí que no te conocía. Tu cabello reposaba en tu espalda y su forma armonizaba con tu rostro ovalado; tus finas pestañas resaltaban tus ojos oscuros, es como si estuvieran cubiertos por una neblina ominosa. Veías las luces en silencio. Llevabas el uniforme del colegio y, apartada de los rostros, estabas sola. Aquella soledad era despedida por tu alma, podía sentirlo en mi corazón y, por esa razón, creí estar ante un fantasma en el mirador. Pero no eras un fantasma, eras real y estabas allí, sola. Un impulso altruista empujaba mi voluntad, quería preguntarte algo, pero, como bien sabes, retrocedí. En ese preciso momento, padre tocó mi hombro y desperté del sueño. No sabía si volvería a verte.
Cuando llegamos al departamento en Roppongi Hills, cenamos y nos fuimos a dormir. Mis padres no me dedicaban tiempo, dado que el trabajo los consumía. A pesar de la falta de afecto de mis padres, no me sentía tan solo. Sin embargo, cuando fui acostarme en la cama, tu imagen pulsó algo desconocido en mi alma. De manera que un vacío se manifestó en la oscuridad, y entendí que tu soledad activó mi soledad.