NARRA ASHLEY VITALE
La mayor parte de mi vida había sido dirigida y organizada por mis padres. El derecho a decidir era nulo en mi vida. Éramos la familia más poderosa de la ciudad, ninguno quería arriesgarse a salir del margen perfecto que todos esperaban.
Sin importar la edad que tuviese, los paparazzi aparecían de vez en cuando; así como los rumores no dejaban de aparecer.
Mis amistades reales eran escasas, ya que la mayor parte del tiempo no podía disponer mi amistad. Incluso eso, algo tan tonto en la vida de un adolescente, tenía que ser aprobado por mis padres.
—“Serán tus amigos solo por dinero"—Repetían cada vez que intentaba hacerles el comentario de que había conocido alguien nuevo. Eran estrictos y un intento de perfección.
Entendía a la perfección la presión que todos ejercían sobre ellos; dinero, poder, estatus. Una gran empresaria, mejor dicho, la mejor empresa de la ciudad, no se mantenía arriba de manera automática.
El primero en hundirse en el mundo laboral habría sido mi padre, comenzó siendo socio, poco después y con esfuerzo, llegó a ser el dueño, y tiempo más tarde; mi madre lo acompañaba en su mandato.
Por mi parte, el mundo laboral era algo extraño, a mis 18 años jamás había sabido lo que era luchar por algo, trabajar y sudar, o al menos sacar cuentas.
Estaba agradecida con la vida, me había dado todo lo que quería y probablemente lo que muchos soñaban. Tenía la casa más grande y lujosa del vecindario, tenía un chófer y notas perfectas gracias a mi buen aporte económico a las instalaciones.
El pasar del tiempo me llevó a dejar de ver a mis padres con frecuencia; muchas veces cuando por fin podía encontrarlos en casa, tenían trabajo que terminar, papeles que firmar o videoconferencias que terminar. Era así, así era la vida de Los Vitale.
Era el único modo que había conocido; y por mucho, odiaba aquella estúpida empresa que me había robado la atención, tiempo y amor de mis padres desde que tenía uso de razón.
Tenía a Mary, una madre sustituta a la cual le tenía mucho más que un simple aprecio. Cuidaba de mi, limpiaba mi hogar y cocinaba sus especiales comidas. Comenzó siendo mantenimiento de limpieza, poco después me acompañaba cuando mis padres trabajaban hasta tarde; un día probé sus deliciosas comidas y la contraté como cocinera, y sin darnos cuenta, ya hacía todo aquí. Así que finalmente aceptó la propuesta de vivir con nosotros, principalmente conmigo.
Mary había sido madre soltera la mayor parte de su vida; había educado a sus hijos de manera correcta y ya cada uno había formado su vida. Adultos de quizás 30 y 35 años que se habían ido a estudiar lejos y finalmente formando su vida lejos de aquí. Fue entonces cuando le propuse a Mary compartir el resto de su tiempo conmigo, que aceptó.
—"Tengo tiempo libre de sobra, señorita."—Dijo aquel día. Estaba llena de lágrimas ese día, mis padres ya nunca estaban, me sentía llena de cosas materiales pero tan vacía de alma.
—"Lo siento, sé que ésto no es parte de tu trabajo."—Susurré entre sus brazos. Me hacía bolita y me escondía más y más.—"Estoy tan sola aquí".
—"No lo está señorita, aquí estoy." "Aquí estaré siempre"—Repetía, calmando mi alma y tocando mi hombro.
—"¿Usted le haría algo así a sus hijos?"—Pregunté entre lágrimas y susurros.
—"Aunque no lo vea usted señorita, ellos trabajan día y noche para darle todo a usted, tiene la casa más grande, el mejor automóvil, un armario lleno de ropa y todo de lujo, ellos luchan por ti."—Fue su respuesta, sobando mi brazo.
—"Lo tengo todo, y no tengo nada. Y le preguntaré una vez más, ¿usted le haría algo así a sus hijos?"—Y no hubo una respuesta inmediata.
Besó mi frente y susurró.—"Creo que ya sabes la respuesta."
Mary era lo más cercano a una amiga, una hermana o una gran madre. Siempre tenía las palabras correctas y los abrazos en el momento exacto para recibirlos. Había construido muchas veces lo que era, y había hecho mejorar lo que era como persona con su llegada.
Fue entonces que me enseñó el valor de la vida; le veía hablar horas y horas sobre sus hijos, siempre terminaba con un sutil, —"Lo son todo para mí".—Y su mirada se iluminaba. Ellos habían ganado; un hogar humilde, lleno de tranquilidad, paz, pero sobretodo, amor.
Y era cierto quizás lo que decía Mary cada vez que me derrumbaba, mis padres luchaban para que yo no tuviese que luchar por lo mío, pero yo solo quería una conversación con mi madre, una risa con mi padre. Y hace mucho que había dejado de tener a mis padres.
Fue así que comencé a odiar la empresa en Vitale y juraba firmemente no tener que pertenecer jamás. No quería convertirme en mis padres, y si algún día llegaba a tener hijos, jamás los dejaría de lado.
Fue para finales de Octubre que conocí a John, un hombre apuesto y simpático, lo mantenía oculto y toda aquella adrenalina se volvía mi mayor secreto.
Era unos años mayor, lo había conocido un día en el parque y una cosa nos había llevado a otra. Dos meses conversando y un par de meses de por miedo.
Siempre habían chicos que arruinaban nuestra vida, y sin saberlo, él también sería uno de esos.
Pero nada superaría lo que pasaría después; un giro en mi vida para lo cuál no tenía una respuesta inmediata, y no podía simple pagar y huir. No era cuestión de tiempo, ni de dinero, era cuestión de valentía.
No contaba con que terminaría en lo que menos deseaba; y aquello que más odiaba, tenía que no solo tomarle aprecio, si no, amarle con todas mis fuerzas. La empresa Vitale se volvería mi segundo hogar y mi mayor robo de tiempo.
Sería solo el inicio de un nuevo imperio, el inicio de Ashley Vitale en el mundo y sería la primera mujer tan joven en llevar el liderazgo de una empresa tan grande.
¿Sería capaz de no hundirme junto a la empresa?