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Seductora atracción #mijefe

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multimillonario
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CEO
drama
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Oficina/lugar de trabajo
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Descripción

¿Qué sucedería si un día el ardiente CEO de la empresa más grande y cotizada de San Francisco llegase a sentir un fuerte deseo por su pasante Dominic Johansson (sí, un chica)? Terrence Clark, un guapo empresario que se mantiene distante y frío con su subordinada, sin embargo, no todo es lo que parece y el odio llameante puede convertirse en fuego. Juntos se encuentran atrapados en el ardiente deseo de un romance prohibido, pero ¿cada uno será capaz de darse cuenta de que del odio al amor hay un solo paso?

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Terrence Clark
Si eres una persona que le teme a las alturas, tan solo piensa que saltas desde un avión en el aire, a cincuenta mil pies de altura, sin paracaídas. ¿Escalofriante no? Bueno, te podrás imaginar más o menos lo que siento cada noche antes de ir a dormir. Desde niña le he tenido miedo a las oscuridad, me da terror de únicamente pensar sobre cualquier cantidad de cosas que puede haber ocultas, en las sombras. Duermo con al menos una pequeña lámpara en mi mesa de noche; incluso una vez, me desperté en medio de la noche porque tenía un poco de sed, y al darme cuenta de que la lámpara de mi habitación se había quedado sin batería comencé a sudar frío y a temblar, se me fue el aire y solamente me alcanzó para dar un grito ahogado entre lágrimas. Ese día yo creí sentir lo mismo que una persona con miedo a las alturas, saltando de un avión sin paracaídas. Y no, estaba muy equivocada, ese día cuando tenía apenas unos 9 años de edad y creí experimentar el miedo en carne viva. Descubrí que cuando el foco de tu lámpara se quema, toda una ciudad sigue brillando de noche, las estrellas brillan, y la luna refleja su resplandor. Sin embargo, tiempo después, entendí que cuando piensas que algo jamás pasará, el universo te demuestra lo contrario y lo hace suceder. La señora Baker vive en una humilde casa de la calle Parks, a unos cuantos minutos en metro del centro de San Francisco, una mujer que anteriormente era muy feliz, claro que eso antes de que su esposo muriera y se convirtiera en la alcohólica que es hoy. Su esposo falleció hace muchos años, un poco después de que yo naciera, pobre tío James me hubiese gustado conocerlo. Así como lo leen, la señora Marilyn Baker no es nada más y nada menos que mi tía. Y efectivamente me odia. Cualquiera pensaría que al morir tu marido y tu hermana casi al mismo tiempo y que luego te ceden la custodia de la que es el único recuerdo vivo de tu hermana, sería tomado como una razón para vivir. Sin embargo, fue todo lo contrario, Marilyn me crió los primeros años de mi vida con mucho amor y cariño hasta que poco a poco comenzó a ser distante conmigo y a prácticamente aborrecerme mientras se ahogaba en litros de alcohol. Oh, soy Dominic Johansson. Tengo 23 años y para resumir, soy una chica ordinaria y trabajo como pasante en una de las empresas de internet más grandes de Estados Unidos; queda en una de las calles secundarias del Downtown de la ciudad. Que realmente no es nada interesante, ahora mis obligaciones en el lugar de trabajo es llevarle el café al jefe, imprimir documentos una y otra vez para llevar comida a la mesa del que se puede llamar mi hogar. Tuve que trabajar en dos sitios diferentes desde mis 15 años para poder costearme la carrera de administración y tomar responsabilidad sobre mi futuro para poder vivir mientras Marilyn se hundía en miseria y alcohol. Luego de terminar mi último año, me permití renunciar a mis trabajos anteriores para dedicarme a mis pasantías que son bien remuneradas. Mi profesor de contaduría III me recomendó por mi gran desempeño, sin duda se lo agradezco en el alma. La zona de carga es ajetreada y muy ruidosa, es la zona industrial donde se producen todos los suministros que van a la ciudad, sitio donde yo trabajo. La calle Parks, por otro lado, es un sitio tranquilo donde solo se escuchan las risas de los hijos de la clase obrera y comerciantes jugando en la plaza. Muy a diferencia de lo que cree la gente, las calles donde suele haber niños jugando al fútbol con una lata mientras esperan el camión escolar, se encuentran desiertas y las ventanas de las casas cuadradas y rústicas que suelen estar abiertas, se encuentran cerradas. Que raro. Miro el reloj de mi muñeca y es ahí cuando me doy cuenta de que voy muy tarde, demasiado. Corro hasta lo máximo que me dan mis piernas, con mi cabello castaño pegándome de lleno en el rostro junto al sonido de mis tacones que suenan a la par de mis rápidas pisadas. Después de unos fatídicos minutos corriendo, llego toda sudada y despeinada a la estación, donde por suerte logré subir al tren donde justamente pocos segundos después cerró sus puertas. Diez minutos después me encuentro caminando en la ciudad, unos cuantos pasos antes de entrar al enorme rascacielos escucho que alguien grita mi nombre. -¡Espérame Dom! Y ahí estaba mi mejor amigo y co-pasante desde que estoy en la empresa, viene corriendo con un maletín a medio colgar, su laptop entreabierta y jadeando por haber corrido unos… 40 segundos a lo mucho, un suspiro escapa de mí pensando en mi peculiar amigo, es que simplemente él es tan… Randall. Conocí a Randall el día de mi entrevista de trabajo, llegó el primer día de trabajo muy formal con una camisa de cuadros abotonada hasta el cuello, que en el momento me pareció que le dificultaba respirar; y su cabello n***o con, a mi parecer un exceso de cera y peinado púlcramente hacia un lado. Y por su puesto para completar el estilo de nerd le agregó unos gruesos lentes de pasta, y fue justo cuando dije “él tiene que ser mi amigo". Randall ha cambiado excepcionalmente su estilo desde hace un para acá, todo con tal de dar paso a un joven adulto con una forma de vestir a una moderna y con estilo. Es todo un galán a la vista de muchas, pero para mi Randall era como mi hermano, una tierna masita nerd. -Hey Dom, ¿en qué andas?-dice a mi lado ya más calmado. –Pues sudando como puerca por este calor, creo que ni en el tártaro hace tanta sequía como la de este año.- le digo mientras retiro un poco del sudor de mi frente, entro en el ascensor y saludo a la recepcionista a mi paso. *** -¡Súmate 4 perdedor!- grito y lanzo mi carta mágica en la encimera tan fuerte que hace vibrar papeles del escritorio. -¡Dom no seas tan rústica!-me reprende mirándome muy mal mientras a regañadientes se suma sus cuatro merecidas cartas. Un fuerte portazo del despacho de al lado nos sobresalta, rayos. Nos metimos tanto en la partida que olvidamos estar pendiente de la hora. Randall y yo aprovechamos los descansos para jugar unas partidas de UNO mágico de Harry Potter, esta partida ha estado tan intensa que ni nos hemos percatado de que han pasado 15 minutos desde que finalizó el descanso. Me pongo de pie rápidamente y le digo a Randall que se pase a su escritorio, el jefe ha llegado y parece de mal humor. Con el corazón acelerado y con la mente preparada para el regaño de mi vida, camino temblorosa hacia la oficina del CEO, no sin antes dar dos toques flojos a la puerta. -¿En qué puedo ayudarle?- pregunto cuando ya estoy del otro lado de la puerta. Terrence Clark, joven, millonario de poco más de 30 años, lo he calculado. Pelinegro de casi un metro noventa con ojos azules de infarto, pero no te confundas. Son fríos como el hielo. Se mantiene sentado muy tranquilo en su enorme escritorio, relajado. Se pone de pie y trago fuerte, su traje caro azul marino se aprieta deliciosamente a su cuerpo dejando ver sus brazos marcados. Aún sin responderme, se asoma en el ventanal, tiene toda la ciudad de San Francisco a sus pies. Casi literalmente, estamos en el punto más alto del edificio corporativo más alto de todo el Estado. Los rascacielos se extienden por el ventanal que tiene en frente y desde aquí, luce tan poderoso… como si fuese el dueño del mundo. En el mal sentido, es todo un villano con cara de ángel y cuerpo de Dios. -Solo necesito que mis empleados trabajen y dejen de holgazanear.-pone en el escritorio una carpeta con lo que asumo son documentos para transcribir ¿tanto escándalo para esto? Ruedo los ojos mentalmente con fastidio, todavía un poco aturdida, no sé si sea por su mera presencia acompañada de su gruesa y aterciopelada voz, o es que posiblemente me den una multa por ser grosera con una autoridad. -¿Desea que le haga un respaldo de estos documentos?-digo bajito y la voz me traiciona dejando ver mis nervios, me mira fijamente casi como un psicópata calculador y asiente ligeramente con su cabeza ¿tanto le cuesta hablar? O es tanta la necesidad de demostrar su superioridad ante los plebeyos, quien sabe. Asiento suavemente y cruzo la habitación para tomar la carpeta, me inclino suavemente en el escritorio ante su atenta mirada expiatoria y mis manos tiemblan, su móvil suena sobre la mesa y se mueve para tomarlo. Nuestros dedos se rozan ligeramente y siento un cosquilleo inmediato en la yema de mis dedos, y por lo que veo, creo que él también la sintió porque nuestras miradas se conectan por lo que parece ser un segundo, caigo perdida ante su exquisita mirada y por un segundo casi olvido que estoy hablando del odioso de mi jefe. Aparto la mirada incómoda, eso fue tan impactante que tuve que soltar los papeles rápidamente para librarme de esta sensación abrumadora. Un hombre rubio se asoma por el umbral de la puerta y me mira con lo que parece ser una sonrisa, como de costumbre alzo mi rostro en gesto de cordialidad y le regalo un ademán de sonrisa con la comisura de mis labios. El señor Terrence se pone tenso y el ceño se frunce en su rostro en dirección a la puerta, no sin antes lanzar una mirada gélida por todo mi cuerpo que me hizo temblar. Que raro fue eso. -¿Puedes dejar de ser tan torpe?- dice alzando la barbilla en señal de superioridad, explotando la burbuja de sensaciones que estaba experimentando y dejando a su paso una rabia y vergüenza en mi interior. -Por cierto, deberías cambiar tu trajecito, ya está un poco gastado y da mal aspecto con nuestros inversores que visitan la oficina. ¿Qué le pasa? Luego de su comentario innecesario, aparta la mirada y se larga caminando por la puerta como si nada hubiese pasado, y lo más seguro es que nada pasó y yo como colegiala me hice una historia yo solita, sí. Conociendo al rey de los odiosos, sin lugar a duda debe estar burlándose junto a cualquiera de sus novias supermodelos de mi torpeza y juzgando mi falda de poca marca. Ahora que estoy analizando su comentario, bajo la cabeza y miro mis manos temblorosas, nunca había sentido vergüenza por mi ropa de trabajo hasta hoy, pues es la que uso casi todos los días y que combino con camisas formales. Consiste en una falda negra poco más de las rodillas y un blazer ajustado al torso. Siempre lo he utilizado y con blusas diferentes casi ni se nota. Me siento desganada en la silla detrás de mi escritorio muy acalorada, tomo una carpeta para echarme aire, y noto algo curioso en el mesón, un trozo de cartón rectangular. Una tarjeta de presentación. Extrañada, tomo la tarjeta entre mis dedos y leo con mucha curiosidad. “Mikale Strovanov Inversionista y empresario. Teléfono: 001 (305) 416 **** Correo: MikaleStrovano@g*******m” -Así que Mikale…

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