Envié a Alex a buscar los vagones perdidos y yo mismo fui a ver a Márquez, que en su tiempo llamaban “Feroz”. Solo me llevé a Den conmigo. Hoy él estaba inusualmente silencioso, por lo general parloteaba incesantemente. Estaba claro, que estaba nervioso. No es de extrañar. Simplemente podíamos no salir de allí. En la entrada principal nos recibieron los guardias y cuando me reconocieron, inmediatamente nos dejaron entrar a la casa. Entré solo y ni siquiera me di la vuelta, cuando la puerta se cerró de golpe detrás de mí.
El viejo sentimiento olvidado, con el que había vivido durante años, que no me soltaba ni un minuto, volvió de nuevo. La mera comprensión de que ahora estás vivo, sano e incluso bastante satisfecho, en cualquier segundo podría cambiar de suerte y simplemente recibir una b
