“- ¡Escucha Den, él tiene que tomar estas pastillas! Sin ellas se convertirá en lo que era antes, sus ataques de rabia, estarán mucho más tranquilos. ¡Y ni tú, ni yo queremos esto! - escuché una voz de mujer. Me senté en cuclillas detrás de un pilar cubierto de una vegetación en el invernadero al fondo de la piscina. Temblaba de miedo y tenía miedo de levantar la cabeza, pero la curiosidad venció al miedo y la miré. - No te tiene que importar lo que hay en estas pastillas, - dijo ella nerviosamente. - Tú haces tu trabajo y yo el mío. ¡Sus otros negocios no son importantes para mí! Necesito clubes. La mujer caminaba de un lado a otro con el teléfono pegado a la oreja. Por su voz y su modo de andar frenético, comprendí que estaba muy enojada y hablaba con Den en un tono mandón. - No Den

