Capitulum IV

1257 Palabras
La casa se sucumbió en un silencio absoluto, no se escuchaba ni un solo ruido en la sala, en la cocina o en el recibidor, no obstante, dentro de una de las habitaciones provenían unos murmullos. —He dicho que aún no es el momento correcto —dictamino Aleister mientras observaba con semblante tranquilo a la familia de Margaret. —¿Cuándo Sera el momento Aleister? —pregunto el señor LeBlanc mirando a los tres muchachos que se encontraban en su casa con firmeza —. Llevas años intentando detener lo inevitable. Vas a arrepentirte el día que ya no puedas controlar su mente y el gran poder que tiene. Tú… —Con todo el respeto señor LeBlanc, —intervino Draven Silver, dedicándole una mirada severa al padre de Margaret —, creo que la decisión respecto al futuro de Margaret no está en sus manos, así que… —¿Cómo puedes decir eso Draven? —interrumpió la madre de Margaret —. Vas a decirme que todo el tiempo que estuvimos encargados de ella, que hemos sido su familia, eso no nos da el derecho de si quiera opinar al respecto de todo esto. Nosotros somos los que tenemos que lidiar con ella, verla en ese estado en el cual intenta con todas sus fuerzas contener su don y recuerdos, esto va a terminar por romperla, no solo físicamente sino mentalmente y cuando ella se ponga en nuestra contra nuevamente ¿Qué harás Aleister?... ¿vas a matarla? Aleister la observo unos segundos y sus ojos se tiñeron de rojo vivo, recordó el momento en que había decidido entregar a su adorada Margaret precisamente a los LeBlanc, el linaje de los lobos, con el fin de que la cuidaran como una más de ellos, convirtiéndose en la figura materna y paterna que la pelirroja necesitaba. A pesar de odiar la idea, sabía que la pequeña niña necesitaba un entorno sano el cual, él no podía darle, uno con una familia de verdad y no solo la compañía de tres asesinos a sangre fría con problemas psicológicos severos. No obstante, en este momento se arrepentía de aquella elección. —Créame, no volveré a cometer los mismos errores. —Aleister se acercó de forma intimidante a la señora LeBlanc. Samuel, Dylan y Aurora se pusieron en modo defensa por si el vampiro intentaba atacar a su madre —. Yo sé lo que hago, no piensen ni por un momento que ignoro el hecho de que ella debe enfrentarse a nuestra realidad, sin embargo, aún no es el momento. Aleister salió de la habitación sin decir nada más, el menor de los hermanos Silver lo siguió automáticamente. Draven resoplo, observo a la familia y dijo: —Todos nos preocupamos por Margaret, no solo por ella y su bienestar, sino por el de todos. Así que, no crean que por el hecho de haber sido todo este tiempo su familia falsa, eso los hace merecedores o acreedores de decidir lo mejor para la ella; hasta el día de su muerte o hasta el momento en que se rompa su destino, ella está en nuestras manos, no lo arruinen esta vez… Ah, y por una vez en su maldita existencia obedezcan nuestras ordenes, lo digo por su bien. El vampiro se desvaneció dejando una sensación de amenaza en los lobeznos y eso no dejo contento al señor LeBlanc. Por otro lado, ajena a la situación entre vampiros y lobos, Margaret se encontraba descansando aparentemente, ya que la chica sentía una terrible pesadez en todo su cuerpo, sus extremidades no le respondían, no podía levantarse o abrir los ojos. La oscuridad comenzó a apoderarse de su mente a tal punto de sentirse sofocada, casi asfixiada. Comenzó a oír gritos de ayuda y eso la perturbaba, sobretodo la alteraba el sonido de las armas al ser disparadas y detenidas por cuerpos que caían cerca de ella, cada segundo era más insoportable. Margaret grito e imploro con todas sus fuerzas que aquello acabara, y se detuvo, el ruido termino con el sonido de su propia voz. —"Ayúdenme y yo les daré lo que más desean en esta vida, con la condición de protegerme y apoyarme en un futuro. Yo moriré hoy, pero volveré y les prometo que terminare con el caos que yo misma he provocado". Margaret no sabía exactamente con quien hablaba, no podía ver con claridad a la persona con quien dialogaba, a pesar de ello, esta le respondió sin dudar. —"Destruiste la paz de nuestro mundo y traicionaste a tu r**a, ¿cómo podemos confiar en ti? cuando te has enamorado de nuestro enemigo". —"No dejare que vuelva hacerles daño, lo juro por..." Margaret no pudo escuchar más de la conversación debido a que fue expulsada con brusquedad del recuerdo, sintió como caía en un abismo sin fundo. Entonces logro abrir los ojos de sobresalto y vislumbro la oscuridad de su habitación, ya era de noche, ¿acaso había estado inconsciente todo el día? Se levantó con rapidez y salió de su alcoba con velocidad, justo cuando se disponía a ir directo a la sala choco con sus padres. —¡Oh Magui! —exclamo su madre y la abrazo con fuerza —. Qué bueno que estas bien y despertaste. La pelirroja aparto a su madre, la miro un tanto confundida y se dirigió a la cocina sin responder, pues necesitaba con urgencia asegurarse de que, lo que había sucedido, había sido real y no solo un sueño o una alucinación. Aun cuando creyó que todo en la casa sería un caos, no era así, todo estaba en orden, las ventanas y todo tipo de vidrio que creyó haber destruido estaban en su lugar correspondiente. —Pueden explicarme exactamente ¿qué paso? ¿Qué es lo que está pasando? —pregunto Margaret desconcertada, sintiendo como sus niveles de tensión subían una vez más, sus piernas no le respondieron y un frio recorrió su cuerpo. —Estas bajo mucha presión y estrés pastelito —admitió con dolor la señora LeBlanc y miro con ojos cristalinos a Margaret. La chica intento sostenerse de la pared más cercana a ella, el aire comenzó a faltarle y todo se movía con distorsión. Si no lograba mantener la calma se desmayaría nuevamente, no obstante, las dudas que había despertado por culpa de su propia voz interior y sus sueños, no iban a dejarla hasta que decidiera aceptar la verdad. Si todo estaba en su mente, ella había enloquecido, pero si no era así, algo estaba mal no solo con su familia, sino con el pueblo entero. —Te desmayaste, el doctor dijo que fue un ataque de ansiedad —continuo su madre, quien volvió abrazarla y su padre sacudió su cabello con cariño. —Qué bueno que ya estás despierta, te prometo que pronto todo por lo que estás pasando se aclarara y tendrás la paz que deseas, mi linda y dulce niña. Las palabras de su padre parecieron extrañas, pero reconfortantes. Margaret cerro los ojos con dolor y dejo que los brazos de su madre fueran su consuelo, necesitaba sentirse segura y querida por un momento, pues sentía que su tiempo de felicidad estaba contado. —Mañana será un nuevo día y con suerte mucho mejor —continuo su padre mientras le dedicaba una sonrisa cálida. Ambos padres la invitaron a ir a descansar de nuevo a su alcoba. Margaret entro dudando sobre sus días, porque sospechaba que a partir de hoy no volverían a ser normales.
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