Aquellos ojos grises la tenían en una especie de hechizo, porque los observaba con admiración sin prestar atención a todo lo que la rodeaba, no podía focalizar ningún detalle, solo podía mirar con suma atención al joven frente a ella. Él decía algo, sus labios se movían, pero no lograba escuchar con claridad, solo podía apreciarlo; aquel joven tenía su edad, no era muy alto, comparado con ella le llevaba cinco centímetros quizá, sin embargo, su cuerpo era fornido, musculoso y varonil, más que cualquier otro que hubiera visto.
Las palabras del misterioso chico de ojos grises resonaron de repente, haciendo eco en aquel lugar vacío. Margaret estaba segura que había escuchado esa voz en algún sitio, pero no sabía cuándo o dónde. —Me enamore de la persona equivocada y llego el momento de expiar mi pecado, pero no me arrepiento de amarte y estoy seguro que, si pudiéramos reunirnos en otras circunstancias, me enamoraría de ti otra vez sin culpa… ¿Emily me estas escuchando? Emily…
Margaret despertó confundida sin entender con exactitud quien era aquel chico y ¿por qué la llamaba Emily? Miles de interrogantes despertaron en ella y estaba casi segura que él era aquel c*****r que había visto en una de sus pesadillas. Su alarma sonó asustándola y trayéndola a su realidad, era hora de ir a la escuela.
La pelirroja miró fijamente el reloj un tanto molesta y este se detuvo, entonces se levantó y se alistó sin prestarle atención al fenómeno que había provocado con solo una mirada. Intento una vez más no tomarle importancia a lo que estaba sucediendo. Su celular sonó y ella observó el mensaje en la pantalla, era la orientadora, quien informaba que no tendrían clases de física, química y biología pues el maestro William después de tantos años dando clases, teniendo un récor de cero inasistencias, siendo el maestro más temido de la escuela de Trasmoz y el ser más depravado dentro de una institución, iba por fin a retirarse.
Un sentimiento de duda y sospecha se apoderó de Margaret, ¿Por qué justamente ahora, que las cosas estaban tan extrañas, el profesor había decidido irse? Después de que Aleister Silver lo hubiera amenazado, quizá y sólo quizá el chico de ojos azules tenía más poder del que ella podía imaginar y no sabía si tener miedo o estar agradecida. Por otra parte, tampoco quería ir más allá de la información estipulada por la orientadora, pues, en el afán de querer saber más, temía descubrir otras cosas que aún no se atrevía aceptar, como: el hecho de que ella era una especie de hechicera, la cual, aun no tenía el control de sí misma, y lo peor, podía sentir como su poder emanaba de ella sin consentimiento alguno, convirtiéndose en una bomba de tiempo que podía lastimar sin querer a la gente que ella amaba y eso la aterraba.
Salió de su habitación y observo a su familia tener un desayuno ameno, el cual ella no quería arruinar con su carga existencial, tomo una manzana, junto con el desayuno que su madre preparaba para ellos y salió de la casa. Respiro profundo sin perder la cara de agobio que tenía, camino bajando el sendero hasta que se encontró a Laila quien venía aferrada a un chico, eso le resultó extraño a la pelirroja hasta que observo con detenimiento al muchacho, el cual era un viejo amigo que no había visto por años.
—¡Lucifer, volviste! —grito Margaret acercándose con emoción al chico, lo abrazo con alegría y lo observó con felicidad al tener la oportunidad de verlo nuevamente.
Lucifer había sido uno de sus amigos de la infancia, él y su familia habían tenido que dejar el pueblo, debido a que su padre había encontrado un mejor trabajo fuera del lugar maldito en donde vivían. Esa había sido la historia que habían contado a todos en el pueblo, aunque la realidad era diferente y Margaret la sabía.
Margaret miro de abajo hacia arriba a su amigo, no podía creer lo mucho que había crecido, recordó su primer encuentro en el jardín de niños, ante sus ojos era un niño pequeño y retraído, no hablaba con nadie. En ese momento ella pensó que nadie debía estar solo, por lo cual se acercó a él con un chocolate en la mano dispuesta a regalárselo con el fin de que él considerará ser su amigo, y así fue a partir de ese día.
—Decidí visitar por un tiempo mi pueblo natal y ver viejas amistades —explicó Lucifer mientras se separaba de Margaret y pasaba su brazo sobre el hombro de ella para poder abrazar de igual manera a Laila —. Además ¿qué creen? —pregunto despertando la curiosidad de las chicas debido a su tono.
—¿Qué? Dinos —dijo Margaret con entusiasmo y curiosidad.
—Me quedaré por un tiempo, mis padres me dieron permiso de estar aquí con mis amigos hasta que me plazca —respondió Lucifer ante las miradas indiscretas de sus amigas. Margaret grito de la emoción y volvió abrazarlo con fuerza.
—Y ¿en dónde te quedaras? —pregunto con mucho interés la pelirroja.
—Los hermanos Silver estarán dispuestos a ofrecerme su morada y estaba pensando en donde podría dormir, si en el cuarto de huéspedes o... —Laila le dio un cadozo a Lucifer interrumpiendo sus palabras, ese acto hizo que mirara de fea manera a la rubia, no obstante, Laila le dedico una mirada de discrepancia y un gesto furioso lleno de desilusión.
—¿Por qué ellos? —pregunto Margaret, su semblante cambio radicalmente y se puso pálida —. Los Silver son buenas personas y jamás me harían daño, no tienes por qué acercarte...
—Yo puedo acercarme a quien yo quiera, tú no tienes el derecho de decirme lo que puedo o no puedo hacer Margaret y si quiero…
—¡No! —interrumpió bruscamente la chica y Lucifer la miro sorprendido —. Ya no eres un niño Lucifer, ya no puedes decir que lo que le haces a las personas que nos rodean, solo son accidentes. Esta vez, no voy a permitir que le hagas daño, ni a ellos ni a nadie. —Margaret lo miro con desilusión en los ojos y se retiró. Lucifer frunció el ceño, Laila se limitó a tomar un lado y bajo la mirada. Margaret asintió frustrada, pero no obligaría a su amiga a estar de su lado, después de todo ella sabía que Laila no podría llevarle la contra a Lucifer, pues lo amaba.
—Espera, ya te vas… —contestó Lucifer fingiendo pena con aquella actitud sínica que lo caracterizaba —. Que mal. Margaret se fue furiosa de allí en dirección a la escuela. Por su parte, Laila cruzo sus brazos y miro de forma severa al chico.
—Ella tiene razón, me dijiste que no harías nada para dañar o perjudicar el plan de Aleister y es justamente lo contrario a lo que has hecho —acuso Laila mirando al chico directo a los ojos con molestia.
—Por favor cielo, sabes que yo…
—No, yo soy la estúpida, la que siempre cree en ti. La que esta tan enamora que no logra ver como…
—No te hagas la victima conmigo Laila —dijo irritado Lucifer —, ¿desde cuándo tú y Aleister son los mejores amigos? Ahora el maldito vampiro tiene tu lealtad absoluta. —El chico la miro indignado, esperando que se disculpara inmediatamente, porque sin importar el tema de discusión o quien tuviera la razón, Laila siempre sucumbía ante lo que él deseaba con el fin de obtener su constante aprobación. Sin embargo, esta vez, Laila realmente estaba desilusionada y no estaba dispuesta a ceder.
—Sabes que no es así, no hago esto por Aleister, sino por mí. Por un futuro donde ya no tenga que preocuparme por mi vida, por como terminara. —hablo Laila y miro a Lucifer con dolor en los ojos —. Pero no importa lo que puedo desear o querer, porque la persona que yo amo solo piensa en sí misma.
Laila se giró, camino en dirección a donde se había ido Margaret con un nudo en la garganta y con lágrimas amenazantes en sus ojos. Se enojó con ella misma y no lloro, tampoco volteo hacia atrás con intenciones de ver si Lucifer la seguía, después de todo lo conocía lo suficiente como para saber qué él no moriría sin ella, pero ella sin en él sí. No obstante, no era el momento adecuado para los dramas constantes que tenía con Lucifer, debía enfocarse y pensar en lo que le diría a Aleister una vez que se entrará que el chiquillo estaba en el pueblo y nadie incluyéndola, había tenido la educación de avisarle, lo cual la llevaba a ser la descarga de ira del vampiro.
Por otro lado, Margaret había llegado a la escuela en un tiempo récord, debido a su molestia había prácticamente corrido hacia allí. Ubicó sin esfuerzo a el chico de ojos azules, quien parecía estar sumamente concentrado en las chicas que lo rodeaban. Margaret se acercó con determinación sin prestarle demasiada atención a ese detalle o su enojo se vería ahora redirigido hacia Aleister, debido a sus celos. Sin embargo, toda su molestia se detuvo, desapareció al observar con cuidado el estado de sus compañeras, quienes parecían literalmente estar bajo una especie de transe, el cual, las hacia parecer simples maniquís, no se movían a voluntad, la mirada de cada una de ellas se encontraba perdida y parecían estar atrapadas en una especie de ilusión. Un escalofrío recorrió su cuerpo y tuvo miedo del chico frente a ella, el cual se encontraba demasiado cerca de una de sus compañeras, a simple vista se veían muy íntimos y parecía que el susodicho estaba por besar su cuello, pero su mirada se levantó sobre el hombro de la joven y la dirigió a Margaret, quien se congelo allí, pues pudo observar con claridad los ojos azules de Aleister tornarse rojo vivo como los de un demonio, mejor dicho, como los de un monstro.
Ella se apartó asustada y la mirada de Aleister volvió a ser azul en un abrir y cerrar de ojos, en cuestión de segundos las chicas a su alrededor volvieron a la normalidad alejándose de allí.
—Magui —susurro Aleister acercándose a ella rápidamente — ¿Cuánto tiempo llevas ahí? —pregunto impasible, logrando que Margaret estuviera aún más aterrada.
—No lo suficiente como para saber con exactitud lo que hacías —contestó Margaret temerosa —. ¿Qué estabas haciendo con mis compañeras de clase? ¿Por qué tus ojos se veían de un color totalmente diferente? ¿Acaso tu…?
—No sé de lo que estás hablando —interrumpió Aleister con tono hostil —Mis ojos son del mismo color de siempre, azul como el cielo, puedes comprobarlo por ti misma. Míralos con cuidado…
Aleister la sostuvo de los brazos y la acercó a él lo suficiente como para que Margaret sintiera un escalofrió recorrer su cuerpo y él pudiera someterla ante sus poderes. La pelirroja no tuvo oportunidad de apartarse cuando ya se encontraba atrapada por aquellos ojos azules, los cuales le decían lo que debía creer y de ninguna manera poner en tela de juicio.
—Respecto a tus compañeras, solo estábamos hablando, pero en cuanto te vi las ignoré y rechace, porque tú eres la única que me interesa.
Margaret intento resistirse aquella realidad que le contaba Aleister, pero por alguna extraña razón la creía y no podía cuestionarla.
—No tengas miedo, confía en mí, jamás te haría daño, después de todo soy tu mejor amigo. Aleister parpadeo liberando a Margaret de su hechizo, ella giro su cabeza ligeramente y desvió la mirada con el ceño fruncido y una mueca de disgusto. Sin saberlo había creído en sus palabras y ya no había miedo, solo zozobra respecto a Lucifer.
—Quería preguntarte algo muy importante ¿Conociste a un tal Lucifer? —pregunto Margaret intentando verse casual, aunque claramente no lo consiguió dado lo directa que era.
—¿Lucifer? —pregunto Aleister atónito, dudando por un segundo de su respuesta.
—Sí, un chico que tiene un ojo de color rojo y el otro de color ámbar. Es difícil que pase desapercibido. —aclaro Margaret con obviedad intentando recordar alguna otra característica típica de su amigo, además de su sonrisa sínica.
—No sé de quién me estás hablando Magui. No he visto, ni conocido a ese tal Lucifer con exóticos ojos. —Margaret dudo por un segundo si decirle o no sobre su viejo amigo —. Magui, tengo que irme, la orientadora me hablo hace diez minutos por un asunto urgente con un maestro y debo ir atenderlo. —Aleister sostuvo las manos de Margaret con afecto, se despidió depositando un beso en ellas y dejo a la chica atras, pues debia encargarse personalmente de un ángel.