Capítulo 3

2201 Palabras
3 Roark No deseaba faltarle el respeto a mi madre, pero tenía que compartir los planes que tenía para mi compañera si quería proceder. —Ella está cubierta, madre, porque lo deseo así. —Pero yo deseo verla, quiero ver a la mujer que me dará nietos. Mi madre llevaba un traje simple del continente del sur, aunque la tela de su vestido era fina. —Tendrás décadas para verla, madre. Pero no desnuda. La doctora me miró, luego bajó la mirada al suelo, sabiendo que esta conversación no era para ella. —¿Dónde están los otros? —Mi madre miró alrededor como si los hombres estuvieran escondidos—. Alguien debe observar la unión. Mi espalda se puso tiesa. —Te aseguro, madre, que no serás tú. Por favor, déjanos para que la doctora pueda continuar con la examinación. Mi padre colocó una mano en el hombro de mi madre y ella lo miró como siempre lo hacía. —Comprendo tu posesividad, pero no permitiré que nadie dude de la unión, hijo. Conoces las otras regiones. Ellos son mucho más tradicionales. No había forma que ninguno de mis padres me viera follar a mi compañera. —Ella no es de Trion y no conoce nuestras formas. Madre, ¿te gustaría ser transportada a la Tierra, llegar desnuda y rendirte ante un compañero que nunca has conocido antes? ¿Con testigos? Mi madre frunció los labios, pero no respondió. —Te sería difícil rendir. Yo me habría reído del humor ridículo en las palabras de mi padre, ya que no tendría problemas para follar a mi compañera. Ambos olvidaban que esto no era un emparejamiento de Trion, aunque hubiera sido su idea. Esto era un emparejamiento del programa de novias. El porcentaje de compatibilidad en cada aspecto del emparejamiento era tan alto que ni siquiera podía compararse a la unión de décadas de mis padres. —Pero… —Madre, soy el concejal del continente del sur, no tu hijo en este momento. Necesito que vayas con padre y me dejes con mi compañera. Una vez que termine aquí, iré al oasis, a Mirana por la noche. No me uniré con ella aquí. —Miré a mi madre—. La espera terminó. La has visto por ti misma, así que no tienes por qué quedarte. Por favor, tomad el transporte de regreso a Xalia. Os seguiremos mañana apenas termine con la unión, luego pasaremos la semana con vosotros. Lo espero con ansias. Ambos asintieron, aunque dudosos, y abandonaron la tienda. No hicieron una reverencia como se requería, porque aunque les dije que me tenían que tratar como gobernante, me veían primero como hijo. —Continúe, doctora —dije aliviado de que mis padres estuvieran contentos con la llegada de mi compañera e incluso más porque se habían ido. No los necesitaba cerca cuando tenía a una nueva compañera. Ella asintió y volvió a abrir la bata para continuar con el examen. Una vez terminado, regresó su herramienta a la mochila y me miró a los ojos. —Está bien. Como la compañera del Alto Concejal también era de la Tierra, los sensores han sido calibrado para humanos y el estrés del transporte de esa distancia. Estos indican para un humano que su ritmo cardíaco, su presión sanguínea, sus ondas cerebrales y sus habilidades motoras están trabajando bien. Ella no tiene ninguna deficiencia detectable ni enfermedades encontradas con el escaneo. Suspiré aliviado. Mi compañera ni siquiera estaba despierta y yo ya la estaba protegiendo. —¿Entonces por qué no se despierta? —No he conocido a alguien que se haya transportado desde tal distancia, solo aquellos del planeta. Por lo tanto, basándome en los resultados de su prueba, asumo que el viaje fue agotador. La Tierra está a muchos años luz de distancia. La doctora tenía un punto válido. Mi compañera era pequeña y hacer ese viaje sería agotador. Solo estaba ansioso porque se despertara para saber que de verdad estaba saludable después de lo que aguantó. Además, quería ver el color de sus ojos. —Tendrá que realizar el resto de los exámenes estándares de unión por su cuenta, específicamente el examen de neuroestimulación —añadió la doctora. Mi pene se endureció al lado de mi compañera al pensarlo. La doctora se levantó y cogió su mochila, sacó la herramienta neuroestimulante, mostrándomela, y la colocó en la mesa cercana. —Tendrá que asegurarse de que puede procrear y de que responde a la estimulación s****l. —Es mi compañera. Estoy seguro de que va a responder, ya que estoy ansioso por ella. —Me tomé un momento para estudiar a la doctora—. ¿Doctora, usted fue emparejada? Usé el tiempo pasado, ya que sentí que ya no era el caso. Ella era una de los míos y podía conocerlos bien. Era mi trabajo hacerlo. Como estaba acostumbrado a estar solo, había aprendido esa habilidad desde temprana edad. La doctora me miró. —Sí. Fue una buena pareja, pero fue asesinado por la Colmena. Comprendo su posesividad instantánea y aprecio que sea… consciente con ella. Recuerdo que la primera vez que lo conocí fue un poco aterrador y mi compañero era del continente del norte. Para ella… —ladeó la cabeza hacia mi compañera— …como ha dicho a vuestros padres, será el doble de difícil. Le ofrecí una pequeña sonrisa a la doctora. —Entonces es bueno que sea el doble de obsesionado y el doble de posesivo. —Sí, lo es, aunque estoy segura de que ella no está familiarizada con nuestras costumbres. Podría resistirse. —Entonces aprenderá. —El implacable concejal rugió dentro de mí antes de que pudiese aplacarlo. Pero la doctora se rio. —Lo veremos. Ella se despertará pronto. Solo sea paciente. —Gracias, doctora. Hizo una reverencia y se fue. Quedé solo con mi compañera y el dispositivo médico que sabía que le daría mucho placer. Abriendo de nuevo la bata, la miré, moviéndola para poder pasar mis nudillos sobre su piel cálida y suave. El tacto no era s****l y ella no estaba completamente desnuda, aunque mi pene se elevó al sentirla, demasiado ansioso por acariciarla, tocarla, por explorar el cuerpo de mi compañera. Me asombraba esta mujer. Ella era mía. Cada centímetro de ella era perfecto. Solo para mí. Aunque sabía que mis padres me amaban, eran atentos en demasía. Habiendo nacido con un padre como concejal y crecido cerca del liderazgo, la mentalidad y la responsabilidad cívica que se esperaba de mí, nunca consideré otro rol que no fuera el de reemplazar a mi padre después de su retiro. Esta mentalidad y el fuerte apoyo de mis padres me permitieron subir en los rangos del gobierno. Como ese fue mi único objetivo, me convertí en el concejal más joven del planeta, y no hace falta decirlo, mis padres estaban encantados e hicieron todo lo que estuvo en su poder para mantener el liderazgo de nuestra parte del planeta bajo la fuerte supervisión de nuestra familia. Pero el rol de concejal era… bueno, solitario. Debía aún encontrar a una compañera de Trion y mis padres estaban preocupados. Era por eso que ahora tenía una mujer de la Tierra en mi regazo. Todas las reservas que tenía se derritieron con su calidez en mis brazos. Ella se movió, gimió, parpadeó una vez y luego otra. Sus ojos azules… ¡azules!... encontraron los míos, pero en realidad no me veía. No hasta que su cuerpo se tensó y se sentó, casi golpeándome la barbilla con su frente. —Calma, gara. —¿Quién… quién eres tú? —Su voz era suave y tentadora. Delicada. —Soy Roark, tu compañero. —Roark. —Sus ojos se abrieron y olvidé parpadear cuando ella se concentró en mí. Eran de un color que nunca había visto antes. Azul, un azul pálido como el hielo congelado en un glaciar y claros como un cielo sin nubes. Las personas en Trion eran oscuras por naturaleza, oscuros de cabello y ojos. Su belleza exótica, ojos azules pálidos y cabello dorado harían que fuera muy deseada por todos los que la vieran. Aunque ella intentó relajarse, pude notar su nerviosismo. —Funcionó —comentó. —¿Qué? —El transporte. —Asintió y su cabeza tocó mi pecho con ese pequeño movimiento—. ¿Entonces estoy en Trion? —Lo estás. Estamos en el Puesto Avanzado Dos en el continente del sur. ¿Cuál es tu nombre? —Natalie. Natalie Montgomery. Natalie. —¿Te sientes bien, Natalie Montgomery? Se tomó un momento, como si estuviera pensando en cada parte de su cuerpo. —Sí. —Bien. Entonces puedo realizar el resto de las pruebas médicas. —¿El resto? —preguntó. —Sí, estabas dormida durante el escaneo inicial de la doctora y ella me aseguró que estabas bien, pero hay otros exámenes que tienen que hacerse ahora que estás despierta. Luchó por sentarse, así que la ayudé, pero no permití que bajara de mi regazo. Cuando la bata se deslizó por su hombro y expuso un pecho, ella jadeó. Su mano se movió para cubrirse, pero detuve la acción con una de mis manos. —No te ocultes de mí. —¡Estoy desnuda! —dijo mencionando lo obvio y luego frunció el ceño. Abriendo la bata, miró abajo y luego me miró—. ¡Tengo… tengo los pezones perforados con anillos! No pude evitar sonreír al ver la sorpresa en su cara. —¿Las mujeres en la Tierra no son adornadas por sus compañeros? —Um, algunas. Hice un sonido de aceptación. —Las mujeres con pareja en Trion tienen anillos en los pezones. Como mi compañera, tú también estás adornada con oro y con mi cadena, lo que te marca claramente como mía. —¿Cadena? Removí mi mano de la bata y la ropa cayó hasta su cintura, ella miró hacia abajo y jadeó. Levanté la delicada cadena de oro colgante y la cogí, estaba perfectamente entre sus pezones y la levanté para que ella pudiera ver la cadena con pequeños discos entrelazados. Cada disco de oro tenía grabada la marca de mi familia. —Este símbolo es la marca de tu nueva familia, compañera. Eres mía y este adorno asegura que quien sea que te mire sepa exactamente a quién le perteneces. —No quiero ser marcada como un perro callejero, como si fuera una propiedad. Fue mi turno de fruncir el ceño. —¿Qué es un perro callejero? No eres callejera, Natalie. Eres la compañera asignada a un concejal. Serás tratada con respeto y reverencia. Nadie se atreverá a insultarte o tratarte mal. Eres mía y estás bajo mi protección. —Guau. ¿Hablas en serio? —Me miró y el azul de sus ojos me sorprendió por su intensidad. —Muy en serio. Y eres mía para que te adorne, mía para que proteja. No tienes que temer nunca más. Yo te voy a cuidar, Natalie. Ahora eres lo más importante en este planeta para mí. Tienes mi voto solemne. —Levanté mi mano hasta su mejilla, sin poder dejar de mirarla. Quería que me mirara por más tiempo. Mientras le tocaba la mejilla lo más suave que podía, me pregunté cómo se verían sus ojos cuando estuvieran nublados de placer. Con confianza. Amor. Natalie desvió la mirada. —Yo solo… no lo sé. No estoy acostumbrada a tener una cadena colgante entre mis pezones. —¿No deseas que te marque como mía? ¿Hacerles saber a todos en Trion a quién le perteneces, quién es tu maestro? —Mi… ¿mi maestro? —Escuchar esa palabra salir de sus labios hizo que mi pene creciera de forma incómoda dentro de mis pantalones. Quería escucharla decir la palabra, preferiblemente mientras penetrara su calor húmedo. No, quería que la gritara. —Soy tuyo, Natalie. Siempre. Al igual que tú eres mía. ¿Vosotros no tenéis alguna señal de unión en la Tierra? —Un anillo —pausó y luego continuó—. En el dedo. Aquí. —Señaló su mano izquierda, luego sus pechos—. No aquí. No deseaba continuar con esta conversación. No iba a remover los anillos de sus pezones ni la cadena. Nunca. Me levanté, manteniéndola en mis brazos, y caminé hacia la mesa. Aunque no era una mesa de examen, la altura era perfecta. La senté en el borde y lentamente deslicé la bata de sus hombros hasta que cayó al lado de sus caderas. Ansioso de saber lo que se sentiría estar en sus brazos, maniobré sus piernas, abriéndolas y acercándome para pararme entre sus rodillas. Natalie me miró en shock y con duda en sus ojos, pero también vi algo más ahí. ¿Curiosidad? ¿Deseo? ¿Esperanza? Esperanza parecía algo extraño en este momento, pero me olvidé de eso y me acerqué para presionar mi frente en la suya. —Ahora debo completar el examen de la doctora, compañera. —No puedo creer que me dormí durante un examen. —Su aliento chocó con mi labio inferior y casi gruñí. —Sí. La doctora Karran estuvo aquí, pero le pedí que nos dejara solos. —¿Por qué? Dijiste que no estaba enferma. ¿Tengo algo mal? —Con la bata acomodada en su cintura, solo sus caderas y su coño quedaron cubieros. Aparte de eso, estaba desnuda. Su vergüenza, si es que tenía alguna, quedó olvidada porque la asusté con mis palabras descaradas. —No, compañera. No. No le permití que completara todas las pruebas en tu cuerpo. —¿Por qué? La toqué entonces porque tenía que hacerlo, porque ya no podía resistir la tentación. Colocando mis manos en su cintura, bajé mis labios a su mejilla y la besé. Una vez. Dos veces. Más. Ella era adictiva. —Porque no podía permitir que alguien más te viera o fuera testigo de tu placer. —¿Placer? ¿De qué estás hablando? —Natalie estaba confundida, pero mi paciencia ya se había terminado. —Acuéstate en la mesa, compañera. Mientras más rápido termine el examen médico, más pronto podremos irnos. Tengo una sorpresa para ti.
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