LIA
Nero se queda dormido, acurrucándose a mi lado en la cama, con mi cabeza metida bajo su barbilla y sus brazos rodeándome, abrazándome fuerte durante horas en la noche.
No duermo. Puedo oír los latidos de su corazón, sintiendo el ritmo constante de su respiración. Mi propia respiración se alinea automáticamente con la suya, y puedo sentir que mi cuerpo se relaja, a pesar de las primeras dudas que comienzan a agitarse en mi mente.
¿Qué estoy haciendo aquí?
El sexo fue cruzar la línea, pero ¿yacer aquí en sus brazos, escuchándolo respirar, deleitándome con el lujo de su abrazo? me siento cálida, protegida. Pero sé que no puede durar. Nada ha cambiado, aunque todo se sienta diferente ahora.
De repente, me inquieta, me deslizo fuera de la cama. Agarro su bata de la parte trasera de la puerta y salgo sigilosamente de la habitación. El apartamento está en silencio, bañado por la luz de la encimera de la cocina, y hay mucho espacio en el enorme loft, pero no es suficiente.
Me dirijo a la escalera y subo hacia arriba. Se que conducen a la azotea, y ahora mismo, necesito un poco de aire. Un lugar donde recoger mis pensamientos lejos del cuerpo dormido de Nero.
Empujo la puerta y salgo. Nero es dueño de todo el edificio, y la azotea se extiende, con un toldo y muebles de salón, ofreciendo impresionantes vistas de la ciudad que nos rodea, brillando a la luz del amanecer. Hay un frescor en el aire, pero lo encuentro refrescante. Además, la túnica de Nero es tan larga que roza el suelo, y las mangas cubren mis manos.
Me siento en uno de los sofás cama, mirando la ciudad. Es hermosa, luces blancas y amarillas que provienen de edificios altos contra un cielo n***o. Siempre me ha encantado. Es mi hogar. ¿pero estar aquí con Nero? No se siente demasiado como mi hogar. Lo amaba tanto cuando era más joven. Habría hecho cualquier cosa por él. Si me hubieran dado la opción cuando mi padre entró en el programa de protección de testigos, no habría ido. Me habría quedado con él. Sin importar lo que pasara.
Y, por supuesto, habría sido mi fin. Porque no importaba lo que Nero y yo quisiéramos, no era nuestra elección, nuestro mundo. Nuestros padres eran los que tomaban las decisiones. El mío, traicionando a la organización corrupta de la que se había beneficiado, y Román Morelli, sediento de sangre, como siempre. Y aquí esta Nero, siguiendo sus pasos.
Me estremezco. ¿De verdad lo haría? Darían un ejemplo de mi hermano y de mí, para enviar un mensaje. Si esta votación no le sale bien, si no puedo convencer a McComark… ¿Nero me miraría a los ojos y apretaría el gatillo? Después de todo. Después de esta noche.
Siento un dolor desesperado en el pecho. Se que soy una tonta por difuminar todas las líneas y dejar que el deseo me envíe de vuelta a sus brazos, pero es como si no pudiera evitarlo. El corazón quiere lo que quiere, y tengo que admitirme a mí misma que el mío siempre ha pertenecido a Nero. Por muy estúpido que sea.
No sé cuánto tiempo me siento aquí, dándole vueltas a todo en mi mente. El sol está saliendo cuando oigo un ruido detrás de mí y me giro para ver a Nero unirse a mí. Solo lleva pantalones de pijama, pero no parece tener frío.
—Hey— dice en voz baja, sentándose a mi lado. Me rodea con sus brazos, abrazándome con calidez. —Me preguntaba adónde habías ido—
—Solo quería ver el amanecer— Señalo el horizonte, donde el cielo esta pintado de tonos azul, morado, rosa y naranja.
—No creo haber estado nunca aquí arriba— Nero mira a su alrededor.
—Es realmente hermoso— digo.
—Si. Lo es—
Cuando me giro para mirarlo. Nero me observa con una nueva intensidad ardiendo en sus ojos, tan vivida como el amanecer en el cielo. Se me encoge el corazón. Ya no es solo deseo entre nosotros, es más que eso, lo sé.
—Nero…— empiezo a decir, pero el me detiene.
—Shh…No lo digas. Tengamos esta noche, Lia. Dame esta noche— y lo hago.
La mano de Nero sube para ahuecar mi mejilla y presiona sus labios contra los míos. Me derrito en el beso, toda la incertidumbre de las últimas horas finalmente huye de mi mente mientras sigo mi instinto.
Con un suave empujón, Nero me recuesta en el diván. La bata se abre mientras me muevo y su mano se desliza dentro. Recorre mi piel desnuda con las yemas de los dedos, y tiemblo bajo el ligero toque, la electricidad recorriendo mi cuerpo con cada caricia, mientras susurra sobre mis pechos, mi vientre, sumergiéndose ligeramente entre mis muslos antes de volver a subir. Gimo de placer, pero es diferente a la lujuria cruda y animal que nos ha alimentado hasta ahora. Suave. Lujosa.
Me besa suavemente, mientras finalmente exploro los planos de su cuerpo, acariciando su musculosa espalda con mis manos, dejándome llevar por la curva de su trasero, la suave piel cálida debajo de mis dedos. Está siendo tan tierno conmigo que apenas respiro, sin querer romper el hechizo mientras la lengua de Nero se adentra en mi boca. Encuentra el cinturón de la bata y lo desata, exponiendo mi cuerpo al sol de la mañana. Es estimulante, y me extiendo debajo del como un ofrenda.
Nero inclina la cabeza y lame mis pechos. Estamos al aire libre, pero eso no impide que se me escape un gemido mientras succiona mis pezones, alternando entre pasar la lengua sobre el c*****o rígido y chupando hasta que esta tenso y dolorido.
—Dios, eres tan hermosa— murmura, adorándome con sus ojos, sus manos, su lengua.
—Podría mirarte para siempre—
Su boca se mueve hacia mi otro pecho y se toma su tiempo prestándole la misma atención. Se siente tan bien, pero ahora mi cálido deseo se ha convertido en una excitación abrasadora. Me retuerzo debajo del mientras sus esfuerzos con mis pezones me vuelven loca.
—Nero— gimoteo, —Por favor…—
—Siempre— promete. —Tu hombre siempre te dará lo que necesitas—
Abro más las piernas y me preparo para su áspera intrusión, pero en cambio, Nero sigue besándome suavemente, moviéndose lentamente por mi cuerpo, prodigando atención a cada centímetro de mi hasta que me retuerzo. Nero se detiene al final del diván, con los ojos oscuros mientas me acaricia, provocando mi clítoris. sumerge un dedo en mi humedad y se lo lleva a los labios para lamerlo y limpiarlo. —Ya sé que tu coño está delicioso— dice, con la voz cargada de lujuria. —Me he estado volviendo loco por probar otra vez—
Me congelo, con el corazón latiendo con fuerza, ¿Va a…?
—Si, lo haré— responde, leyendo la pregunta de mis ojos. —Tu hombre va a lamer ese dulce coño hasta que grites. Porque mierda, nena, tengo que sentir como goteas ese azúcar por toda mi lengua—
Todavía me estoy recuperando de la sexy promesa cuando Nero se acomoda entre mis muslos y me lame en un movimiento caliente y alucinante.
¡Dios mío!
—¡Nero! — grito, ya perdida en la emoción. Su lengua lame, explora, se arremolina sobre mi sensible c*****o justo cuando, oh, hunde un dedo grueso y luego otro dentro de mí y comienza a embestir. Es una combinación devastadora, que me estimula por dentro y por fuera, y pronto, estoy tensa, la cima a la vista. —No pares— canto, agachándome para enredar mis dedos en su cabello, sacudiéndome sin pensar en su boca, —Dios, por favor, no pares—
—Mierda, nena, apenas estoy empezando—
Nero me empuja hacia atrás, sujetándome con su mano libre mientas hace su magia perversa, flexionando sus dedos dentro de mí; su lengua lame con fuerza mi clítoris. Sollozo de placer, retorciéndome, fuera de mí. Me está devorando, no hay otra forma de describirlo, boca abajo en mi coño como un hombre hambriento haciendo un desastre con su ultima comida. cada lamida y roce me envía más alto, precipitándose hacia el borde, y cuando cierra sus labios alrededor del c*****o de mi clítoris y succiona… Me deshago en un grito.
Mierda, mierda. Mi orgasmo me invade en oleadas, mientras Nero me sujeta, con una mano en mi estómago, inmovilizándome mientras mi cuerpo se sacude y tiembla bajo su lengua perversa.
—Mia—
Levanto la cabeza, deslumbrada, para encontrarlo observándome allí a la luz del amanecer.
—Dilo— exige, las palabras son un gruñido bajo sus labios. Mi corazón tartamudea.
—Tuya— susurro. Y sé en el fondo de mi corazón que es verdad. Le pertenezco.
¿Pero puedo confiar en él?