LIA
Miro a Nero con el corazón en la garganta,
—Me oíste, princesa— Su voz baja mientras acorta la distancia entre nosotros, baja y seductora, como melaza goteando por mi columna vertebral.
—Quítate la ropa—
—Yo…— jadeo en busca de aire, la lujuria me ahoga en un instante. —No sé…—
—Si, lo sabes— Nero se acerca a mí, me quita el pincel de la mano y lo baja antes de ahuecar mi mejilla posesivamente. —Sabes exactamente lo que va a pasar ahora, porque has estado mojada por mi desde que nos conocimos—
Me quedo boquiabierta por la sorpresa, pero el solo se ríe. —Y tampoco intentes fingir que no te gusta que te hable sucio— Se inclina más cerca, su aliento caliente en mi oído. —Ambos lo sabemos, nada pone a esa v****a más apretada que escuchar todas las formas en que la voy a estirar—
Oh, Dios mio.
Lo juro, mis piernas se debilitan y una oleada de calor sube directamente a mi centro.
—Está bien, nena— Nero me sostiene presionándome contra su cuerpo. Su dura longitud. Y mierda, si eso no vuelve a descontrolar mi sistema. —Te tengo ahora. Y voy a mostrarte todo lo que te has estado perdiendo todos estos años— promete, con los ojos fijos en los míos. —Hasta el último centímetro—
Su boca me reclama, cada momento. No puedo negarlo más. Todo lo que dice es verdad. Lo deseo más allá de la razón, más allá de cualquier preocupación por mi seguridad o mi futuro. Todo eso queda borrado por la fuerza de su magnetismo animal y esta química salvaje, atrayéndome hacia sus brazos y rodeándolos con mis brazos antes de que pudiera siquiera formar un solo pensamiento. Una palabra. Una razón para no rendirme al deseo enloquecedor que me recorre cada parte.
Su beso es áspero, y puedo sentir la dura cresta de su erección presionando mi centro, haciéndome gemir en su boca. Dios, ya es tan bueno, y apenas estamos comenzado: Me siento tensa por la necesidad mientras Nero traza la comisura de mis labios con su lengua. No dudo en abrirme para él, permitiendo que su lengua se deslice dentro y se enrede con la mía. Es un dulce alivio cuando me entrego a él.
—Mierda, Lia…— Nero gime, mordisqueando mi labio inferior, masajeando mi trasero con sus manos. —¿Sabes lo loco que me has estado volviendo? —
—No tan loco como tú me vuelves— respondo sin aliento. Tan loca, que me subo al hombre. De hecho, me subo a él, envolviendo mis piernas alrededor de su cintura y agarrándome fuerte, la gruesa longitud de su polla presionando entre mis muslos tan dulcemente que me resisto y gimo.
—No puedes esperar, ¿verdad, nena? ¿Necesitas que alivie ese dolor? —
—Si— gimo, frotándome contra el de nuevo.
Me dedica una sonrisa peligrosa. —Tienes que tener cuidado con lo que deseas—
Se da la vuelta y recorre el apartamento a grandes zancadas, dirigiéndose directamente a su dormitorio. Mi pulso se acelera con anticipación. Ambos sabemos a dónde va esto. No más provocaciones, no más tonterías. Me estarán follando, y Dios, no puedo esperar.
Abre la puerta de un empujón y me encuentro depositada sobre la cama. Lo alcanzo con avidez. Mi sangre ruge de deseo, y todo en lo que puedo pensar es en desnudarnos a ambos. Pero Nero tiene otros planes. Me agarra por encima de la cabeza.
—No te muevas—
—¿Q-que? —
Nero sonríe con suficiencia por encima de mí, y Dios, es sexy.
—No me vas a tocar, todavía no. No hasta que me hayas saciado de este cuerpo…—
Quiero protestar, pero sus labios estan sobre los míos de nuevo, y suelta mis muñecas para tocarme por todas partes. Ahueca mis pechos, tirando de los capullos endurecidos de mis pezones incluso a través de mi vestido. Gimo en voz alta, un dolor palpitante sube entre mis muslos, haciéndome retorcer.
Lo necesito.
Como si estuviera leyendo mi mente. Nero me mueve para que este a horcajadas sobre su regazo. Sus manos agarran mi trasero y se frota contra mí, la dura cresta de su polla presionando mi centro, frotando mi clítoris justo en el punto justo. Gimo de placer. Dios, va a hacer que me corra, y ni siquiera estamos desnudos todavía.
Impaciente, lo alcanzo, intentando abrirle la camisa de un tirón y pasar mis manos por su pecho. Su cuerpo es tan magnifico que necesito tocarlo. Necesito saborearlo. Pero Nero hace un sonido de diversión, y esta vez me agarra las muñecas con más fuerza.
Lo miró fijamente, sin aliento. —Acabamos de empezar y ya estás rompiendo las reglas— reflexiona, con su voz un gruñido bajo y sexy.
—¿Quieres ser castigada?
Castigada. Mi pulso se acelera de emoción ante la idea. ¿Qué significara eso…? —
—Tal vez— respondo bromeando. —¿Qué vas a hacer al respecto? —
Los ojos de Nero se oscurecen. —Niña traviesa— Meda una palmada rápida en el trasero, haciéndome gritar. —Ahora cállate— me ordena. —Este cuerpo tuyo me ha estado deseando, y puedes apostar que estoy recuperando el tiempo perdido—
Me sube el vestido por la cabeza y yo lo ayudo con entusiasmo, dejándome solo con mi sujetador y bragas de encaje blanco, arrodilladla en la cama junto a él.
La mirada de Nero me recorre haciéndome estremecer de impaciencia. Deja escapar un gemido bajo. —Mierda, nena…Quítate el sujetador. Enséñame esas tetas perfectas—
Alcanzo el cierre delantero del sujetador, abriéndolo con un movimiento de muñeca. Mis pezones se endurecen a medida que el aire fresco de la habitación los golpea. La lengua de Nero sale disparada y se llame los labios.
—¿Tienes tantas ganas de tocar algo? — pregunta, con los ojos brillando con una lujuria apenas controlada. —Tócate, princesa. Juega con tus pezones. Muéstrame donde quieres mi boca—
Hago lo que me ordena, pasando los pulgares por mis pezones y respirando hondo ante la sensación. Nero se inclina, siguiendo mi tacto y lamiendo lentamente mis pechos. Chupa un pezón, luego se aparta, su boca haciendo un obsceno chasquido húmedo. Oh, Dios. Se quita la camisa por la cabeza y comienza a abrirse los pantalones. Cuando se baja los jeans, su erección se libera, espesa y tensa.
Mierda. Lo recorro con la mirada con avidez, observando su pecho y abdomen bien definidos, todo musculo magro y tatuajes. Su cuerpo es una obra de arte, y en cuanto a su polla… se me hace agua la boca al verlo apretar su gruesa longitud en la mano. Sonríe perezosamente.
—Has extrañado a esta bestia, ¿verdad, nena? —
—Si— susurro. No puedo mentirle. Las noches que he pasado reviviendo mi primera vez con él. imaginando como sería ahora, como me tomaría, como continuaría las lecciones de placer que apenas comenzábamos. —Te necesito, Dios, tanto—
La expresión de Nero brilla con victoria y luego más rápido de lo que puedo procesar, de repente estoy de espaldas debajo de él.
—Es porque este coño sabe que me pertenece— gruñe, palmeando entre mis piernas, haciéndome gemir. —Ahora dime que puedo follarlo desnudo—
Mi mente esta tan llena de lujuria que me toma un segundo darme cuenta de lo que quiere decir.
—Si, estoy tomando la píldora— jadeo, retorciéndome debajo de él. —Nero, por favor…—
—No hay vuelta atrás, cariño— Nero se alza sobre mí, con los ojos desorbitados y magnifico. Agarra mis bragas y las arranca de mi cuerpo como si fueran de papel. Siento una conmoción al darme cuenta, comprendiendo por primera vez cuando se ha estado conteniendo. Y lo que significa verlo finalmente desatado.
—Me lo vas a dar todo— gruñe, abriéndome los muslos bruscamente. —Papi está en casa—
Me sujeta y me penetra hasta la empuñadura. ¡Mierda!
Grito de placer, casi pierdo la cabeza ante la densa intrusión, embistiendo profundamente. Dios, tan profundo. Nero deja escapar un ruido gutural y, por un momento, quedamos suspendidos allí. Sin movernos. Unidos de nuevo.
Me flexiono, mi cuerpo intentando adaptarse a su enorme circunferencia, y Nero vuelve a gruñir.
—Mierda, nena, no puedo esperar—
—Pues no lo hagas— digo sin aliento. Me aprieto a su alrededor, necesitando más fricción. Necesitando más de él. Todo lo que mi cuerpo ha estado ansiando. Todo lo que me he estado perdiendo todos estos años. —No te contengas— le digo, desesperada. —No seas gentil. Solo tómame— Nero se alza y me folla contra las sábanas.
¡Si!
Me arqueo para recibir sus embestidas, envolviendo mis piernas alrededor de su cintura. Me embiste de nuevo, más profundo, más fuerte, llenándome, y mierda, no puedo soportarlo, es demasiado bueno. Mi mente se apaga, el mundo desaparece, y todo lo que queda es el gemido caliente de su jadeo y el sonido agudo de mis gemidos, y el impulso resbaladizo y húmedo de su cuerpo, follándome con una fuerza que sacude la cama y hace que mi cuerpo se sacuda con el impacto.
Me precipito hacia el clímax antes de darme cuenta. No puedo contenerlo. —Oh, Dios mío—
Nero gruñe, sintiendo mi cuerpo apretarse a su alrededor. —¿Qué pasa, nena? ¿No estás acostumbrada a un hombre que te lleve, cada maldita vez? —
Se mete entre nosotros, frotando mi clítoris rápidamente, y Dios, mi cuerpo no puede soportar la sensación añadida. Vuelvo al clímax con un grito.
—¡Nero! — me aferro a las sábanas, sorprendida por mi propia respuesta. Nunca me había corrido tan rápido, tan a menudo. Pero Nero no parece sorprendido. Me sonríe con un poder peligroso en sus ojos
—Así es— dice arrastrando las palabras, acariciando perezosamente donde nuestros cuerpos se unen. Me folla lentamente a través de las oleadas de placer. —Di mi nombre. Grítalo, nena. Dile a toda la ciudad quien está haciendo que este coño apretado se active—
Mientras jadeo, sacudida por mis orgasmos, Nero nos da la vuelta, acomodándose contra las almohadas y yo a horcajadas sobre su regazo. —Cabalga, princesa— me ordena, colocando su polla debajo de mi entrada goteante. —Disfruta de tu placer. Quiero verte disfrutar de mi polla—
Sus palabras sucias me hacen sonrojar, pero Dios, me encanta todo.
Jadeando, me hundo sobre su polla, tomándolo lentamente dentro de mí. Dios, el nuevo ángulo es algo extraordinario. Se adentra en mí, más profundo que nunca, golpeando ese punto especial que me hace ver estrellas.
Echo la cabeza hacia atrás y gimo. —Mierda, si— gime Nero. Tiene los parpados pesados debajo de mí, agarrando mis caderas mientas embiste dentro. —Mírate, tomándolo todo. Una chica tan jodidamente buena para mi—
Me da una fuerte palmada en el trasero desnudo, haciéndome sacudirme. —Así es, has que esas hermosas tetas reboten— Nero me azota de nuevo, animándome. —Vuélvete loca, nena. La bestia es toda tuya—
La verdad es que nunca antes había montado encima. Ni siquiera estoy segura de por dónde empezar, así que inhalo entrecortadamente, subiendo un poco y luego hundiéndome rápidamente. Su gemido de agradecimiento me da una nueva confianza, así que lo hago de nuevo. Mas rápido. Mas fuerte. Hasta que estoy rebotando sobre su polla, amando la fricción y la forma en que Nero gime de placer debajo de mí. paso mis uñas sobre su pecho, rodeando mis caderas para frotarlo justo como debe ser.
—Mierda, eres un milagro— jadea, con la respiración entrecortada. Puedo sentir los músculos de su duro cuerpo flexionarse y soltarse mientras se mueve conmigo. incluso en esta posición, ambos sabemos quién tiene el poder aquí. —Tan apretada, tal como lo recordaba. Solo tú. Mi Lia—
Gimo, otro orgasmo creándose dentro de mí. Este se está acumulando como un maremoto, y su poder casi me asusta. Vacilo, mis movimientos se desvanecen.
—Nero…— gimo.
—Te tengo, nena— Empuja dentro de mí, dirigiendo mis movimientos ahora, y todo lo que puedo hacer es seguirle la corriente. Su agarre en mis caderas es tan fuerte que probablemente me dejará moretones, pero no me importa. —Siempre te tengo. ¿Algún otro hombre te hizo sentir así alguna vez? —
—No— grito. —¡Nadie! ¡Nunca! —
—Es cierto. Porque eres mía—
Empuja de nuevo con un rugido, enviándome al límite. Me deshago con un grito, mi cuerpo convulsionando con la fuerza de mi orgasmo, desgarrándome en oleada tras oleada de intenso placer. Pierdo el sentido de todo aparte de él. Todo lo que importa es esto, mientras debajo de mí, siento a Nero ponerse rígido y luego alcanzar el clímax con sus propios gemidos animales de éxtasis, bombeando dentro de mí, follándome con cada respiración.
Me derrumbo sobre su pecho, mi cuerpo exhausto. Santo cielo. Jadeo en busca de aire, tambaleándome por las sensaciones que aun recorren mi cuerpo, las réplicas de placer ahuyentando el último reflujo de mi clímax.
Me ¿Qué demonios fue eso? llamarlo sexo parece un flaco favor. Nunca ha sido así con nadie. Ni siquiera mi primera vez con Nero puede compararse con lo que acabamos de hacer, y hasta ahora, ha sido el mejor sexo que he tenido. Pero tiene razón. No es nada comparado con el hombre que es ahora.