El primer día en Alpha Academy
El camino a la Academia Alpha era largo y sinuoso, flanqueado por verdes montañas y un cielo azul despejado. Aleya, sentada en la parte trasera de un lujoso coche conducido por un chófer que su hermano había contratado, no podía dejar de tamborilear con los dedos en su muslo. El uniforme masculino que llevaba le sentaba incómodamente bien, y su cabello recién cortado le picaba constantemente en la nuca.
—Esto es un desastre—, pensó mientras miraba su reflejo en la ventana.
Luna respondió con entusiasmo: —¿Un desastre? ¡Esto es lo mejor que nos ha pasado! ¡Un lugar lleno de alfas musculosos, testosterona por todas partes, y nosotros fingiendo ser uno de ellos! ¡Estoy deseando ver qué pasa cuando uno de ellos te rete a una pelea!—
Aleya puso los ojos en blanco. «Gracias por el apoyo, Luna. Me reconforta mucho».
Cuando el coche finalmente llegó a la imponente entrada, Aleya salió y se quedó boquiabierta. La Academia Alpha era una estructura imponente, con imponentes torres y un aire de grandeza que rivalizaba con cualquier castillo. Los estudiantes, todos hombres, paseaban con seguridad por los patios y pasillos, algunos incluso presumiendo de sus habilidades físicas al aire libre.
Aleya tragó saliva con dificultad y se ajustó la mochila. «Recuerda, ahora eres Aleron. No Aleya. Aleron Colmillo Plateado ».
Luna rió disimuladamente. «Aleron. Qué original. Nadie sospechará nada».
Ignorando el comentario, Aleya se dirigió a la zona de registro. La multitud era abrumadora, y trató de pasar desapercibida, pero su nerviosismo solo la hacía destacar aún más. —Guarda silencio, mézclate con el resto, y todo irá bien—, murmuró para sí misma.
Tras recibir su horario, Aleya empezó a buscar su dormitorio, pero el laberinto de pasillos y puertas la dejó perdida. Mientras caminaba, una puerta se abrió de golpe frente a ella y apareció un chico alto de cabello oscuro, ojos azul hielo y una sonrisa arrogante.
Aleya tropezó y terminó en el suelo, con sus pertenencias esparcidas por todas partes.
—¿Qué demonios? —El chico la miró con una ceja levantada—. ¿Quién eres?
Todavía en el suelo, Aleya se apresuró a recoger sus cosas. —Lo siento. Solo buscaba mi dormitorio y...—
Antes de que pudiera terminar, otro chico apareció detrás del primero. Este tenía cabello rubio, ojos dorados y una sonrisa burlona. —¿Qué tenemos aquí, Axel? ¿Un cachorro perdido?—
El primer niño, Axel, se inclinó hacia Aleya, y su sonrisa se transformó en una mirada de superioridad. —Parece que sí, Cassian. ¿Te perdiste camino a la guardería, pequeño?—
Antes de que Aleya pudiera responder, un tercer chico entró en escena. Era más alto que los otros dos, con cabello n***o azabache y una presencia serena pero intimidante. Su mirada penetrante se posó en Aleya.
¿Qué pasa aquí?, preguntó con voz profunda, cruzando los brazos.
—Nada, Lucien. Solo un cachorrito perdido intentando encontrar su lugar —dijo Cassian divertido.
Aleya se levantó rápidamente, sacudiéndose el polvo de la ropa. —No soy un cachorrito, y definitivamente no estoy perdida—, dijo, con un tono más seguro de lo que se sentía.
Axel sonrió con sorna, visiblemente divertido. —¿Ah, sí? ¿Entonces por qué estás en la puerta de nuestro dormitorio, intruso?—
Aleya parpadeó, mirando el número de la puerta y luego el papel que tenía en la mano. «Esta es… mi habitación», dijo lentamente, sosteniendo el papel con el número.
Los tres muchachos intercambiaron miradas de sorpresa y luego de incredulidad.
—Ni hablar. No nos dejarían con una novata como tú —dijo Cassian, arrebatándole el papel de la mano y leyéndolo—. Bueno, parece que sí. Esto va a ser interesante.
Lucien se frotó la barbilla, sin dejar de observarla. «Tienes suerte de ser una Colmillo Plateado . Si fueras de otro clan, ya te habría echado».
Aleya sintió un nudo en el estómago. —Genial. Primera interacción, y ya me he hecho enemigos—.
Aleya estaba de pie en medio del dormitorio, intentando procesar lo que acababa de descubrir. La habitación no se parecía en nada a lo que esperaba de un lugar tan prestigioso como la Academia Alpha. Dos literas ocupaban la mayor parte del espacio, dejando apenas espacio para un pequeño escritorio y un armario compartido. Pero lo que realmente le preocupaba no era la decoración, sino sus compañeras de cuarto.
—¿Qué demonios está pasando aquí?—, pensó, intentando no mirar demasiado a los tres alfas que ahora eran sus compañeros de piso. Cada uno tenía una presencia abrumadora, y para colmo, todos eran irritantemente atractivos, de una forma que hacía que cualquiera se sintiera invisible.
Axel, el alfa moreno con actitud de líder de la manada, la miraba con los brazos cruzados. Cassian, con su sonrisa de zorro y sus ojos dorados, parecía disfrutar de su caos interior. Y Lucien, el más silencioso, pero probablemente el más peligroso, simplemente la observaba como si pudiera ver a través de ella.
Esto es un problema. Un problema muy grave.
El silencio en la habitación era sofocante. Aleya intentó localizar su cama asignada mientras fingía calma, pero su lobo no la ayudaba.
¡Tranquilo! Son solo tres alfas guapísimos con egos tan grandes que podrían llenar esta habitación dos veces. Nada que no podamos manejar. Aunque, sinceramente, tengo curiosidad por saber cómo te ves sin esa faja después de tanto apretarte.
Aleya ignoró a Luna y, sin pensar, dejó escapar un comentario.
—Bueno, supongo que tendré que adaptarme... —dijo, olvidándose de profundizar la voz.
El efecto fue inmediato. Axel arqueó una ceja, Cassian soltó una risa burlona y Lucien, que estaba a punto de irse, se detuvo en seco y se giró lentamente.
—Hola, pequeño —dijo Axel con una sonrisa burlona—. ¿Acaso no te has desarrollado del todo, verdad? ¿Qué pasa con esa voz chillona? ¿Caíste en una trampa para ardillas de pequeño?
Aleya se quedó paralizada, sintiendo que el calor le subía a las mejillas. Se aclaró la garganta rápidamente, intentando remediarlo. —Eh... me estoy recuperando de un resfriado—, dijo en voz un poco más baja, pero no muy convincente.
Cassian se acercó, su sonrisa de zorro se ensanchó. —¿Un resfriado, eh? ¿Seguro que no te dejó daño permanente? Porque esa voz...—
—Basta —interrumpió Lucien con firmeza desde la puerta. Su presencia fue como un rayo, silenciando a los otros dos—. Tenemos mejores cosas que hacer que molestar al nuevo. Y por cierto —señaló a Aleya con un dedo amenazante—, no te sientes en la litera de abajo. Es mía. Si lo haces, te mato.
Aleya tragó saliva con dificultad. «Entendido».
Con Lucien fuera, Axel y Cassian siguieron burlándose de Aleya, aunque más con bromas y comentarios sarcásticos. Mientras tanto, Aleya intentó acomodarse en la litera de arriba, la más alejada de la puerta. Al intentar subir, su mochila se enganchó en la escalera, haciéndola tambalearse.
—¡Mira, el cachorro ya se está tropezando! —se rió Cassian a carcajadas.
Luna, mentalmente, no podía parar de reír. —¡Esto es oro! ¡Estás a un paso de exponerte porque no sabes subir una escalera! ¡Increíble!—
—¡No tiene gracia!—, se dijo Aleya mentalmente mientras luchaba por estabilizarse y trepar sin caerse.
Finalmente logró acomodarse, aunque no sin dificultad. Al menos agradecía que Claire, la criada, hubiera hecho un buen trabajo ajustándole la carpeta alrededor del pecho. Sin ella, su disfraz ya se habría desmoronado.
Desde abajo, Axel le sonrió con suficiencia. «Tienes suerte de parecer lo suficientemente masculino, cachorro. Pero si vuelves a chillar como una niña, voy a pensar que nos asignaron como parte de una mala broma».
Aleya forzó una sonrisa tensa, intentando no dejar traslucir sus nervios. —Gracias por avisarme. Lo tendré en cuenta—.
Al caer la noche, Aleya se dio cuenta de lo incómodo que sería compartir el baño con tres alfas. Su primer intento de usarlo resultó en un desastre, con Cassian y Axel discutiendo en la puerta sobre quién tenía prioridad mientras ella permanecía en silencio detrás de ellos.
Cuando finalmente llegó su turno, cerró la puerta de golpe y se apoyó en ella, dejando escapar un largo suspiro de alivio.
—Esto va a ser un desastre—.
Luna respondió con entusiasmo. —¿Un desastre? Esto es una comedia romántica a punto de ocurrir. De verdad, estoy deseando ver cómo te comportas compartiendo baño. Solo un recordatorio: ¡ten cuidado en las duchas!—
Aleya se miró en el espejo y negó con la cabeza. —No tengo ni idea de cómo voy a sobrevivir a esto—.
Al salir del baño, encontró a Lucien sentado en su cama, con los brazos cruzados. La clavó en su habitual mirada intimidante.
Espero que entiendas las reglas, Colmillo Plateado . No te metas en mi camino y no toques mis cosas. Si lo haces, no me importa si eres nuevo; haré que te arrepientas.
Aleya asintió rápidamente y murmuró: —Entendido—.
Mientras volvía a su litera, oyó a Axel gritar desde el otro lado de la habitación: «Bienvenido al infierno, cachorro. Disfruta de tu estancia».
Aleya sólo pudo suspirar, sabiendo que esto iba a ser mucho más difícil de lo que había imaginado.