Capitulo 4

1653 Palabras
A la mañana siguiente. Aleya se despertó con la sensación de que algo iba terriblemente mal. Abrió un ojo, luego el otro, y lo primero que vio fue a Lucien de pie frente a su litera, cambiándose la camisa. La luz del sol entraba a raudales por la ventana, iluminando su torso tonificado, cada músculo definido como esculpido por un artista devoto. Su piel bronceada parecía brillar bajo la luz. Aleya sintió que se le cortaba la respiración. —¡Madre Luna!—, pensó, completamente atónita. Luna no perdió la oportunidad de intervenir. —¡Qué vista para empezar el día! Dime que esto hace que valga la pena todo el desastre de tu plan. ¡Menudo hombre, Aleya! ¡Menudo hombre!— Antes de que pudiera replicarle mentalmente a su lobo, Lucien giró la cabeza y captó su mirada congelada. Sus ojos oscuros se clavaron en los de ella con una mezcla de fastidio y diversión. —Oye, novato —dijo con su habitual tono autoritario—. Límpiate la baba de la cara antes de que te pongas a nadar en ella. Aleya parpadeó, sobresaltada. Fue entonces cuando se dio cuenta de que, efectivamente, había babeado un poco mientras dormía. Se limpió rápidamente la boca con la manga de la camisa, sintiendo cómo le subía el calor a las mejillas. Para colmo, su cabello, normalmente impecable, ahora parecía un nido de pájaros caótico. Lucien negó con la cabeza, murmurando algo sobre «reclutas desastrosos» y se marchó. Aleya suspiró, llevándose una mano a la frente. Genial. Una mañana maravillosa. Aleya corrió al baño, con la esperanza de despejarse y arreglarse el pelo rebelde. Una vez dentro, cerró la puerta de golpe y exhaló profundamente. —Por fin, un descanso.— Luna no iba a dejarlo pasar. —Claro, un respiro. Aunque con esa faja, dudo que respires bien. ¿Cuánto tiempo crees que podrás seguir con este disfraz antes de desmayarte?— Aleya ignoró a su lobo mientras se quitaba la camisa, suspirando aliviada al ver que su pecho, comprimido todo el día de ayer, volvía a su forma natural. —Esto no va a durar mucho—. Después de una ducha rápida, se sintió un poco más humana. Al salir, notó que el dormitorio estaba vacío. «Gracias a la Luna», pensó aliviada. «Al menos no tengo que lidiar con más comentarios sarcásticos por ahora». Se vistió con su uniforme escolar y se dirigió a su primera clase, siguiendo el horario. Sin embargo, al llegar al área de entrenamiento, su alivio se convirtió en una mezcla de sorpresa y terror. La arena era impresionante: un espacio abierto lleno de obstáculos, plataformas elevadas, cuerdas para escalar y un suelo cubierto de arena. Estaba diseñada para entrenar a los alfas más fuertes y competitivos. Pero lo que realmente la tuvo al borde del colapso no fue la arena en sí, sino el vestuario masculino por el que había entrado. ¿Casilleros? ¿Vestidores abiertos? ¿Cambiarse delante de todos? —gritó su mente presa del pánico. Luna, por supuesto, disfrutaba cada momento. Esto va a ser divertido. ¿Cómo vas a salir de esta, genio? Ah, y ni se te ocurra ducharte después del entrenamiento. Va a ser un espectáculo. Aleya puso los ojos en blanco mientras caminaba hacia las taquillas, intentando pasar desapercibida. Sin embargo, al abrir su taquilla para ponerse su uniforme de entrenamiento (una sudadera y pantalones deportivos), un tipo grande e intimidante se detuvo a su lado. —Oye, novato —dijo con voz grave, olfateando el aire—. ¿Hueles ese... dulce aroma? Algo... un poco atractivo. A Aleya se le paró el corazón. Sus manos se congelaron en el casillero y Luna empezó a gritar en su cabeza. ¡Aleya! ¡Olvidaste la loción de feromonas masculinas! ¡El disfraz! ¡Todo el plan! ¡Se está desmoronando! El pánico se apoderó de Aleya. —¡Ay, no, no!—, pensó al darse cuenta de que había dejado la loción en su mochila esa mañana. El tipo la miró fijamente, entrecerrando los ojos. «Ese olor... es extraño. No parece... normal». Antes de que pudiera responder, Axel apareció detrás del tipo corpulento, con su sonrisa habitual. —Tranquilo, Grant. Quizás el cachorro usa alguna colonia rara para sentirse especial—. Cassian, que también estaba cerca, se acercó riendo. «O quizás simplemente no sabe elegir el jabón». Las risas de los demás en el vestuario desviaron la atención, y Aleya aprovechó la oportunidad para cambiarse rápidamente. Mientras se ponía la sudadera y se ajustaba los pantalones, Luna no paraba de hablar. ¿Ves? Esto es lo que pasa cuando no le haces caso a tu lobo. Si sobrevives hoy, prométeme que usarás la maldita loción. Aleya apretó los dientes y salió del vestuario con el rostro enrojecido. Había sobrevivido... por ahora. Pero sabía que no podía permitirse más errores si quería mantener su identidad oculta. —Esto va a ser más complicado de lo que pensaba—, murmuró mientras caminaba hacia la arena, tratando de calmar sus nervios. Luna, por supuesto, respondió: —¿Complicado? Esto es solo el principio, cariño. ¡Espero que estés lista para la verdadera diversión!— El entrenador de natación, un alfa robusto con una voz que resonaba en la piscina cubierta, caminaba de un lado a otro frente a los estudiantes mientras daba instrucciones. Aleya, ahora Aleron, estaba de pie al borde de la piscina con los brazos cruzados y una expresión de incomodidad cuidadosamente calculada. ¡Muy bien, cachorros! Quiero que todos estén en el agua en los próximos dos minutos. Este no es un día para relajarse. Aleya tragó saliva con dificultad, observando cómo los demás chicos se quitaban las camisetas, revelando torsos musculosos que brillaban bajo la luz. Su loba, Luna, no tardó en hacer un comentario. ¿Te das cuenta de que esto es lo más cerca que hemos estado del paraíso? ¡Mira esos abdominales! ¡Son arte en movimiento! «Cállate, Luna», pensó Aleya con el corazón acelerado. Si alguien notaba su nerviosismo, estaba perdida. Levantó una mano, adoptando un tono inseguro pero suficiente para captar la atención del entrenador. —¿Sí, Aleron? —preguntó el hombre, deteniéndose frente a ella. —Eh... No puedo meterme al agua. Soy alérgico al cloro. El entrenador frunció el ceño y miró su lista. —¿Alérgico al cloro? Eso no está en tu expediente—. Aleya improvisó rápidamente. —Es una condición reciente... El médico de mi manada recomendó evitar las piscinas con cloro hasta que se confirme—. El entrenador suspiró, visiblemente molesto. —De acuerdo, pero necesito un justificante médico. Ve a la enfermería después de clase y asegúrate de que lo revisen—. —Sí, señor —respondió Aleya, fingiendo alivio mientras se sentaba en el banco cercano. Mientras observaba a los chicos zambullirse en el agua, sus ojos no pudieron evitar vagar por sus torsos desnudos. Luna intervino de nuevo, riendo para sus adentros. ¡Por favor! ¿Has visto a Cassian? Ese tipo parece tallado en mármol. Y Lucien... bueno, digamos que entiendo por qué tiene esa actitud. —Concéntrate, Luna —murmuró Aleya mentalmente, apartando rápidamente la mirada. Sentada en la sala de espera de la enfermería, Aleya sacó su teléfono y empezó a investigar a sus compañeras de habitación. Usando Woolfgle , la base de datos más completa sobre clanes de élite, registró sus nombres uno por uno. Cassian Lockhart Padres: Marcus Lockhart y Elizabeth Devereaux. Fortuna estimada: 1.200 millones de coronas. Logros: Desde muy joven, Cassian se destacó como un prodigio en los deportes extremos, ganando competiciones internacionales de paracaidismo y surf a los 17 años. También es conocido por su carisma y habilidades diplomáticas, lo que lo posiciona como un futuro líder destacado dentro de su clan. Educación: Academia Alpha, especializada en estrategias de manada. Pasatiempos: Deportes extremos, caza y carreras de automóviles. Datos destacables: Segundo heredero del clan Lockhart, lo que le otorga mayor libertad en comparación con su hermano mayor, quien actualmente se encuentra entrenando para liderar. Axel Whitmore Padres: Henry Whitmore y Diana Blackthorn. Fortuna estimada: 850 millones de coronas. Logros: Un reconocido inventor y músico. A los 15 años, diseñó un componente mecánico clave para el sistema de transporte del clan Whitmore, lo que le valió un premio regional de ingeniería. Axel también domina varios instrumentos musicales y ha compuesto piezas que se han interpretado en eventos oficiales del clan. Educación: Alpha Academy, enfocada en tecnología y artes. Aficiones: Restaurar vehículos antiguos y componer música. Datos notables: Aunque no es el heredero principal, se le considera el —corazón creativo— del clan Whitmore. Lucien Reinhardt Padres: el rey Aldric Reinhardt y la reina Evelyne Reinhardt. Fortuna estimada: inconmensurable (la familia real controla recursos en múltiples clanes y territorios). Logros: Primogénito de la familia real y heredero al trono. Desde niño, Lucien ha destacado como un prodigio en múltiples disciplinas: campeón juvenil de natación, ganador de torneos de ajedrez y líder indiscutible en estrategias de guerra simulada. A los 18 años, estableció una alianza comercial que incrementó la riqueza del reino en un 15%. Educación: Alpha Academy, estudia Liderazgo Estratégico y Diplomacia. Pasatiempos: Polo, esgrima y análisis financiero. Datos notables: Conocido por su actitud distante y exigente, Lucien es considerado la joya más valiosa del linaje Reinhardt, destinado a liderar con mano firme. Aleya dejó el teléfono a un lado, intentando procesar toda la información. «Genial», pensó. «Estoy rodeada de alfas perfectos. Y aquí estoy, fingiendo ser uno de ellos. ¿Qué podría salir mal, verdad?» Luna se rió para sí misma. «Ah, claro. Nada de nada. Solo recuerda: no te dejes arrastrar por el ego… ni por una competición de músculos». Aleya suspiró. Si algo había aprendido de su investigación, era que debía ser extremadamente cautelosa para no destacar más de lo necesario, sobre todo con Lucien.
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