—¿Estás loco? —pregunté en un susurro—, ¿o borracho? Son tonterías. No estás enamorado de mí. Miguel me miró con una sonrisa pícara en la cara. Enfurecí. ¿Se estaba burlando de mí? —Sí te amo. Te amé desde que te vi en haciendo un letrero en el bar —dijo—. Fui quien encontró el letrero porque te seguí cuando dejaste el bar. Sabes, me gustan las cosas inusuales, ver a una chica escribiendo mientras todos bailan o beben es inusual. Fue amor a primera vista, las siguientes vistas reafirmaron mis sentimientos. Le miré contrariada, y confundida, él estaba diciendo tonterías. Busqué con la mirada cualquier indicio en su expresión, o en su postura, que me ayudara a detectar que bromeaba o mentía. Pero no parecía ser así, por eso, después de que no accedió a mi suplicante mirada, giré la cabez

