Lo miré como si se hubiese vuelto loco.
—Pero papá…
—¡Ya me escuchaste Micaela! —gritó, silenciándome de inmediato. — Si no accedemos, estamos muertos. ¿Qué no lo entiendes? No tenemos más opción.
Me quedé en silencio, mirándolo con odio. ¿Cómo podía entregarme tan fácilmente a otro hombre? ¿Cómo podía deshacerse de mi sin siquiera pelear? Dentro de mí, también sabía que este era la única salida, la única opción si no quería que Jasper destruyera por completo a mi familia. Pero esperé un poco más de reticencia de su parte, simplemente esperé que me quisiera lo suficiente como para pelear un poco más por mí.
Me di la vuelta y salir del comedor, escuchando a mamá suplicar un poco más por mí, pero era inútil, no iban a dejarme ir. Subí a mi habitación, las lágrimas de rabia, impotencia y decepción corrían por mis mejillas, manchándolas de n***o por el rímel. Tomé un bolso y comencé a meter ropa con brusquedad, no importaba realmente lo que estaba metiendo, sería una prisionera, así que ya ni siquiera saldría.
Pensé en Carrie, en qué iba a decirle para explicar mi ausencia. Pensé en todo lo que podía haber hecho para escapar de esto, pero que sabía no tenía el valor. Si me escapaba por mis propios medios, mis padres estaban en riesgo, y a pesar de que ahora mismo odiaba a papá, seguía amándolo, no quería perderlo.
Me tomé mi tiempo, tratando de limpiar mis lágrimas, pero igualmente seguían cayendo. Ni siquiera me cambié de ropa, no sentía que era necesario, en cambio, me puse unos tenis y tomé el bolso, despidiéndome de la habitación que había sido mía por tantos años.
Cuando bajé de nuevo, mamá estaba llorando, esperando al pie de la escalera. Papá a su lado, aunque no mostraba emoción alguna, no sabía si siquiera sentía el que me fuera a la fuerza. Jasper también estaba allí, junto a la puerta, esperando pacientemente a que terminara para irme.
—Trataremos de conseguir el dinero lo más rápido posible para que puedas volver —dijo mamá, dándome un corto abrazo. Debía sentirse bastante mal, porque no era usual en ella demostrar sus sentimientos, los afectos en casa eran escasos.
—Solo no vendas el piano —pedí, era tonto que fuera lo único que me importaba en este momento. – Sabes que es todo para mí.
—Veré que puedo hacer —respondió mamá, lo que significaba que todo dependía de mí padre, y para él, el piano costaba una fortuna, por lo tanto estaba en venta. — Cuídate cariño.
—Te llamaremos cuando haya novedades —dijo papá, apretando mi brazo.
Ni siquiera me despedí de él, fui hacia Jasper y salí de casa, seguía enojada con mi padre, también muy dolida y aquello no se me quitaría durante un buen tiempo. Jasper me llevó hacia una de sus camionetas blindadas y enormes, había un chófer dentro que se bajó apenas nos vio, abriéndome la puerta de la parte de atrás y tomando mi bolso.
El lugar era espacioso, tenía un asiento en frente que quedaba de cara a mí, un pequeño minibar en la esquina con un par de vasos y dos botellas de whisky, más una de agua. Era lujoso a más no poder, me imaginé que un hombre como Jasper no necesitaba cincuenta millones de dólares, ya era multimillonario, pero está era venganza y yo debía pagar el precio.
Parpadee las lágrimas que querían volver a salir, notando que Jasper tomaba un vaso y lo llenaba de whisky. Lucia menos feliz que yo, lo que era decir mucho.
Se bebió todo el contenido de golpe, e inmediatamente se sirvió más, lo que parecía haberlo hecho sentir mejor.
—¿Puedes darme un poco? —pregunté, yo también necesitaba relajarme.
Él frunció el ceño.
—¿Has bebido Wiskhy alguna vez? —preguntó, su voz esposa por el licor tan fuerte que acababa de pasar por su garganta.
Negué con la cabeza.
—Solo vino, ocasionalmente, a papá no le gusta que bebamos alcohol —respondí, mirándolo a través de mis pestañas postizas. — Pero me he dado cuenta que eso los relaja, quiero un poco.
Me entregó su bebida, dos dedos de whisky puro y oscuro. Papá siempre los bebía así también, decía que lo hacían sentir mejor cuando estaba demasiado tenso, como yo ahora. Tomé el vaso, sus dedos rozaron con los míos. Sentí un escalofrío por todo mi brazo y lo miré a los ojos, los suyos estaban quemando en los míos, como si hubiese sentido lo mismo.
De pronto, ya no estaba tan segura de querer alcohol.
—Solo un trago, si no es una bebedora experta, te emborracharas —ordenó y asentí, llevando el trago a mis labios y bebiendo de un solo golpe.
El líquido quemó rápidamente mi garganta, mis ojos lagrimearon y fue como si me hubiese tragado una pequeña llama. Comencé a toser, tratando de aliviar el ardor en mi boca, mientras las náuseas hacían eco en la boca de mi estómago. Mi vista se nubló y tosí más fuerte, sintiéndome como si me fuera a morir.
Jasper se movió a mi lado y dio palmaditas en mi espalda, indicándome que diera respiraciones cortas.
—Joder Micaela, te dije que solo un trago, ¡No te dije que te lo bebieras todo de un solo golpe! —regañó, sin dejar de golpearme en la espalda.
Poco a poco, los espasmos fueron pasando y parpadeé las lágrimas. Dios, quería morirme, ¿Cómo podía humillarme a mí misma de esa manera?
—Lo siento —murmuré, carraspeando aún. — No pensé que fuera tan fuerte.
Negó con la cabeza en irritación y se alejó de mí de nuevo, llevándose su calor y su perfume. Me sentí sola otra vez, fría.
—Tú padre me dijo que no serías un dolor de cabeza para mí, así que espero no haya mentido en cuanto eso, no tengo tiempo para educar a nadie, mucho menos a una niña —siguió diciendo, sirviéndose más Wiskhy a sí mismo. — De ahora adelante, seguirás mis órdenes sin chistar. Cuando lleguemos a casa, te daré una habitación y te proveeré de todo lo que puedas necesitar, pero eres una prisionera, por lo tanto, espero que no me des problemas o tendrás que asumir las consecuencias, para ti y tu familia. ¿Me has entendido?
Lo miré a los ojos, fríos e irritados. Parecía que yo era una mascota que aceptó a regañadientes, lo que, si me preguntas, me hacía sentir tan humillada.
—Te hice una pregunta Micaela, cuando lo haga, espero que me respondas —murmuró, al ver que no le respondía.
Asentí lentamente, casi con rabia.
—Si, lo entendí —respondí, aunque eso no era lo que hubiese querido decir. Lo hubiese querido mandar a la mierda, no estaba metida en este lío por decisión propia, no era mi culpa lo que mi padre le había hecho al suyo, ni quiera era mi culpa lo que papá me estaba haciendo a mí. Sin embargo, decirle eso a un hombre que me veía como un objeto y no como un ser humano no serviría de nada.
El coche se perdió por la autopista y caímos en un silencio incómodo. No hablé durante todo el camino, pero Jasper tampoco lo hizo, aunque tenía varias preguntas para hacerle. Se mantuvo hablando por teléfono, no sabía a quién, pero se veía tan concentrado que me pregunté si se trataba de alguna novao o conquista. Lo que estúpidamente me hizo sentir celosa, y luego recordé que me estaba llevando a la fuerza con él.
Media hora después, el auto avanzó más lento, metiéndose por un estacionamiento subterráneo. Sabía que estábamos llegando, así que me preparé mentalmente para lo que se me venía, tenía que asumir que, a partir de ahora, mi vida cambiaba completamente. Cuando nos detuvimos, otro hombre de seguridad me ayudó a bajarme del auto.
Tomó mi bolso y presionó el ascensor, mientras que Jasper me alcanzaba en silencio. Cuando las puertas se abrieron, el hombre de seguridad le entró el bolso a Jasper y nos dejó entrar solos, apenas presionó el botón del pen-house, las puertas se cerraron. El silencio reinó, la tensión se volvió intensa, escalando a niveles casi insoportables.
Odiaba a este hombre, pero también tenía que aceptar que me atraía de una manera loca, casi peligrosa. Jasper tenía las manos metidas en su bolsillo, esperando pacientemente a que nos detuviéramos en su piso, lucía como si nada en el mundo pudiera preocuparlo.
El ascensor se detuvo y las puertas se abrieron de nuevo, entonces, mi boca cayó abierta. Estaba de pie delante de uno de los pisos más hermosos que había visto en mi vida. Espacioso, con muebles de madera y mármol. Un televisor tan grande que ocupaba casi toda la pared, muebles color tierra que se unían en un semi círculo. Algunos cuadros de mujeres hermosas en poses eróticas y elegantes adornaban la pared, poniéndome la piel de gallina porque todas tenían un extraño parecido a mí.
Jasper entró y no tuve más remedio que seguirlo, antes de que las puertas del ascensor se cerrarán de nuevo. Siguió caminando con mi maleta en la mano, pasando por la sala de estar. Al final, había una hermosa vista a la ciudad que abarcaba toda la pared, con ventanales enormes. Pasamos a través de un pasillo, se detuvo en la segunda puerta a la derecha, al abrir, me di cuenta de que era una habitación de invitados.
—Esta será tu habitación —dijo, dejando la maleta en el suelo. — Respetaré tu privacidad, pero no te encierres con llave. Fischman es la señora de servicio de esta casa, solo ella tiene acceso a mi habitación. Mañana la conocerás, si necesitas algo, puedes pedírselo a ella, está aquí para eso.
Asentí, no tenía idea de cuán aliviada estaba de tener mi propia habitación, tontamente pensé que me pondría a dormir en un sótano, o al menos una habitación oscura y desprovista de comodidades. Sin embargo, el lugar se veía acogedor, una cama matrimonial con sabana blancas, dos mesitas de noches, un televisor de última generación, un closet y una puerta que probablemente daba a un baño privado, que era lo mejor de todo.
—¿¿Cuánto tiempo estaré aquí? —pregunté, aceptando por fin que este era mi destino.
—Hasta que tú padre me pague la deuda —respondió. — No tengo que advertirte, que si hablas de esto con alguien, tendrás severos problemas conmigo. No me gusta la indiscreción, ni siquiera con mis empleados.
—No es como si tuviera a quien decirle —murmuré en respuesta.
—Podrás salir, siempre y cuando me informes antes, y siempre será con uno o dos de mis hombres, depende del sitio al que vayas —siguió diciendo, ignorando mi comentario a propósito. — No te tendré encerrada con llave ni mucho menos amarrada, así que eres libre de irte cuando quieras, pero si lo haces, serán tus padres los que paguen las consecuencias.
Fruncí el ceño, sus palabras irritándome.
—Esa es una bonita manera de decirme que no estoy secuestrada, pero sigo atrapada aquí. Si me voy, le harás daño a mis padres, así que sabes que no me iré, no con una amenaza como esa.
Estaba esperando cualquier otra respuesta, menos la suave sonrisa que esbozó, como si estuviera satisfecho de lo que estaba haciendo conmigo y mi familia.
—Poe fin lo has entendido —respondió, lo que me irritó más. — Fischman te enseñará la casa mañana, yo no tengo tiempo ahora.
—¿Te irás? — pregunté, algo en mi corazón cayó, no quería quedarme sola en este lugar en mi primera noche como secuestrada.
—¿Te da miedo quedarte sola aquí? —preguntó, alzando una ceja, pero ignorando deliberadamente mi pregunta.
Alcé mi mirada, fulminándolo, porque lo odiaba casi con tanta fuerza como con la que una vez amé al niño que fue.
—Me siento más segura en compañía de la soledad que en la tuya —me quejé.
Entonces, me metí en la habitación y cerré la puerta en sus narices.
***
Después de darme una ducha y cambiarme de ropa, me acosté en la cama, acolchada y cómoda. Me sentí sola de inmediato, extraña porque era la primera vez que dormía fuera de casa, a menos que se tratara de algún viaje familiar. En el silencio de la noche, me permití a mí misma llorar sobre la almohada, sabiendo que, si no lo hacía ahora, sería muy difícil después. No tenía idea de lo que pasaría conmigo de ahora en adelante, si mi padre lograría pagar esa deuda alguna vez o Jasper me liberaría un día.
Contra todo pronóstico, me quedé dormida poco después de dejar de llorar. Estaba exhausta, así que el sueño me llevó profundamente.
Horas después, cuando apenas estaba saliendo el sol, escuché la puerta de nuevo. No me moví, aunque me hubiese gustado estar más atenta, sabía que el pent-house tenía la mejor seguridad que mi propia casa, así que ese debía ser Jasper llegando.
Me quedé dormida de nuevo cuando no lo escuché más, y al despertar otra vez, ya el sol estaba en su punto, iluminando toda la habitación porque había dejado las persianas arriba. Limpié mis ojos y caí en la terrible realidad de dónde me encontraba, rememoré lo que había pasado, lo que mi padre le hizo a su mejor amigo hace años y lo que Jasper nos estaba haciendo en venganza.
Salí de la cama y me metí en el baño, lavando mi cara y cepillando mis dientes. La habitación de invitados tenía pasta dental, cepillo de dientes, jabón y shampoo femeninos nuevos, lo que indicaba que Jasper había planeado esto, traerme a su casa y mantenerme en la habitación de invitados.
El olor a tocino me hizo tronar el estómago, recordándome que anoche no había podido cenar, así que mi última comida fue el almuerzo de ayer. No podía soportarlo más, tenía que comer. Salí de la habitación directamente hacia la cocina, era especial, con una isla en medio que servía también como lavaplatos. Lo que más me gustó, fue la vista, tenía ventanales también que daban hacia el centro de la ciudad.
Había una mujer de la edad de mi madre cocinando, con el cabello pelirrojo natural y regordeta. Apenas me vio, me dedicó una sonrisa amable, lo que me hizo sentir mejor, una cara amigable era todo lo que necesitaba para comenzar el día.
—Buenos días muchacha —saludó. — Ven a desayunar antes de que se enfríe.
Esa era una invitación que no podía rechazar. Me acerqué a la isla de la cocina y me senté sobre uno de los taburetes, inmediatamente después, la mujer puso unos pancakes y huevos revueltos con tocino delante de mí. Un poco de café, leche y jugo de naranja. No me detuve a pensar, me zambullí en la comida, disfrutando cada bocado como si fuera el último. Odiaba pasar hambre, a diferencia de mamá que estaba loca por las dietas, yo nunca le encontré sentido hacer una.
No era gorda, mi cuerpo era el de una mujer normal que comía sanamente, pero que tampoco pasaba la vida limitándose.
—Es bueno tener a alguien con buen apetito —murmuró la señora Fischman, sonriéndome con satisfacción al ver que disfrutaba su comida. – Jasper me comunicó que estarás quedando con él un tiempo, así que cualquier cosa que necesites, solo pídeme la y me encargaré de ello por ti. Estoy aquí de lunes a viernes y me voy a las seis, pero dejaré la cena lista para ti, solo tendrás que calentarla.
Le sonreí, mientras bebía un poco de jugo.
—Muchas gracias —respondí, era bueno saber que al menos ella era agradable. — Jasper dijo algo sobre mostrarme la casa, me encantaría recorrerla.
Ella asintió.
—Apenas termines de comer lo haremos —aseguró.— Solo mantengamos silencio, Jasper aún está dormido y ese muchacho no duerme lo suficiente, no quiero despertarlo.
—¿Lleva mucho tiempo trabajando para él? —pregunté, llena de curiosidad. Hablaba de Jasper como si le tuviera cariño, lo que me sorprendía, notando la personalidad del hombre. Era antipático y mandón, o tal vez solo era conmigo porque odiaba a mi familia.
—Desde que se mudó a la ciudad, yo estaba desesperada buscando un trabajo extra para pagar las cuentas y las deudas que dejó la enfermedad que se llevó a mi marido, y él necesitaba alguien que lo ayudara con el pent-house. Así que me propuso trabajar para él, a su favor, pagó mis deudas. He estado aquí por años.
—Debe ser difícil trabajar para alguien como él —murmuré, porque Jasper nunca había Sido un hombre fácil.
Pero ella me desestimó con la mano. —Oh, no es tan malo, trata de hacerse el duro, pero por dentro es un buen chico.
No respondí, porque no podía asegurar eso, después de todo, me tenía apresada en su casa, con una amenaza de muerte sobre mi familia. No estaba apoyando lo que había hecho mi padre, la verdad, era que debía pagar esa deuda o ir a la cárcel, pero yo no tenía por qué pagar los platos rotos de algo que no fue mi culpa. ¡No siquiera tenía edad suficiente para conducir! A los doce años, aún jugaba con mis muñecas, papá arruinó mi vida, pero Jasper se encargó de apoderarse de ella.
Fiel a su palabra, la señora Fischman me llevó en un recorrido rápido por el pent-house, me sorprendió encontrar que tenía diferentes áreas de recreación. Una biblioteca pequeña, con un escritorio y sillones, también con libreros altos hasta el techo llenos de libros, también una chimenea en el medio de la sala que servía para dar calor en los meses de invierno. Esa fue mi sala favorita.
Luego pasamos al gimnasio, había algunas máquinas de pesas, corredoras, y sacos de boxeo. Era como un pequeño gimnasio común personalizado, inclusive tenía un refrigerador con agua embotellada y algunos suplementos. Era entendible que Jasper tuviera ese cuerpo si se ejercitaba cómo todo un profesional.
Luego llegamos a la última habitación aparte de los dormitorios. Está era una sala de juegos, un televisor que ocupaba toda la pared, consola de videojuegos, mesa de billar y otro refrigerador con bebidas alcohólicas. Además, había un equipo de sonido que estaba segura que escucharse hasta en la china.
Fischman me aseguró que podía entrar en cualquiera de las salas cundo quisiera, a excepción del dormitorio de Jasper, pero eso ya él me lo había dejado claro. Decidí que como no tenía nada que hacer, podía pasarme el día en la biblioteca, leyendo un buen libro.
Así que después de desempacar, darme otra ducha, ponerme algo más cómodo y almorzar, fui hacia allí y tomé un libro al azar, sonriendo al darme cuenta de que había tomado uno de Jane Austen, un clásico.
Me senté en uno de los sillones y devoré cada página, mirando la tarde pasar a través de una de las ventanas. Fischman entró un par de veces para traerme dulces y bebidas, que acepté con gusto. Escuché a Jasper afuera poco después de comenzar a leer, también a Fischman hablando con él, pero no entró en la biblioteca, lo que fue un alivio para mí.
Al anochecer, terminé exhausta después de leerme el libro completo. Me dolía la vista, así que decidí parar. Fischman me había interrumpido una hora antes para avisarme que ya se iba, así que fui a la cocina por la cena que había dejado en el refrigerador.
Saqué dos sándwiches de queso que dejó para mí y los puse en el microondas. Mientras tanto, tomé la leche que había, el frasco de vidrio era enorme y estaba al fondo, así que tuve que ponerme de puntillas para alcanzarlo.
Cuando lo tomé, lo traje hacia mí, pero mi mano resbaló, haciendo que la leche cayera encima de mí, empapándome. Pegué un gritico y apoyé la leche en la encimera, antes de sacarme la camisa por la cabeza. Estaba helada, y el frío de la noche no ayudaba para nada.
—Jodida leche del demonio —me quejé, maldiciendo al ver el reguero que había hecho en mi cuerpo y en el piso de la cocina.
—¿No son esas demasiadas groserías para una dama? —preguntó una voz detrás de mí.
Grité de nuevo, girándome hacia donde provenía. Era Jasper, vestido de n***o, mirándome con una pequeña sonrisa divertida. Sin embargo, apenas me di la vuelta, la sonrisa se borró de sus labios y algo oscuro y peligroso apareció en ellos.
Entonces, recordé que me había quitado la camisa y que estaba en toples. Chillé, cubriéndome los pechos con la camisa empapada. Mis mejillas enrojecieron y sentí que mis oídos pitaban de la vergüenza.
—Lo siento —me disculpé, avergonzada. — Creí que estaba sola yo… no…
Jasper se acercó a mí, entrando en la cocina y mirándome. Había algo tan sexy en la forma en la que me miraba, como si estuviera conteniéndose a sí mismo de saltar hacia mí. Sentí esa vibración en mi piel, la excitación y lujuria comenzando a emerger dentro de mí. Mis pezones se pusieron aún más duros, aunque está vez, nada tenía que ver el frío.
—Solo vete a tu habitación Micaela —ordenó, su mandíbula tensa y contraída. — Yo limpiaré este desastre.
No quería moverme, pero algo en sus palabras me impulsaban a hacerle caso, era como si mi cuerpo respondiera instintivamente a sus órdenes. Además, estaba cubriéndome con un pedazo de tela, no quería avergonzarme más a mí misma, ni que se diera cuenta lo excitada que estaba por él.
Asentí, no podía hablar, sentía mi lengua hecha nudos. Pasé a través de la leche derramada, tratando de no rozarlo, aunque sintiendo su calor corporal, estaba hirviendo.
Cuando estaba por entrar al pasillo, su voz me detuvo de nuevo.
—La próxima vez que te encuentre semi de desnuda en mi cocina, no voy a contenerme, recuérdalo.