4

4991 Palabras
Al día siguiente, pasé de estar enojada a extremadamente fúrica. No solo porque era la segunda noche sintiéndome sola y apartada de todo lo que una vez conocí, sino porque no había tocado mi piano en muchas horas. Durante años, tocar fue para mí como un bálsamo dónde me refugié. Cuando papá y mamá peleaban y se lastimaban en uno al otro, haciéndome daño a mí en el proceso, tocar se sentía como liberarse de alguna manera. Cuando Jasper se fue, dejándome sola, tocar el piano me curó de la herida tan profunda que significó perder a mi mejor amigo. Y así, en cada parte de mi vida. Cuando me sentí sola, porque mis padres tenían un mundo aparte y me habían enjaulado en casa, apartándome de todo lo demás, solo para su conveniencia. Tocar era lo único que me hacía sentir bien, y ahora no podía hacerlo. Ni siquiera sabía cuándo volvería a ver a mi piano, una joya que me regaló mi abuela antes de morir. Invaluable no solo porque costaba una fortuna, sino porque habíasSido lo único de ella que me quedó después de que murió. Me levanté justo a las seis de la mañana, cuando el sol estaba apenas saliendo. Me vestí con lo mejor que encontré, unos pantalones de deportes y una camiseta ancha, zapatos deportivos y el cabello recogido en una cola de caballo. No me coloqué maquillaje, iba a correr y sabía que terminaría sudando por todo el rostro, además, no era necesario. Cuando salí de la habitación, fui directo hacia el ascensor, tratando de no hacer ruido. Jasper había llegado tarde de nuevo, así que debía estar durmiendo, y a pesar de todo, no quería molestarlo. Me había dado cuenta de que trabaja muchísimo, Carrie me había dicho una vez que Blake se había quejado de que el dueño era duro como la mierda, no permitía fallas y se encargaba personalmente de eso. Marqué el primer piso en el ascensor y bajé hacia la primera planta con rapidez. El ascensor era exclusivo de Jasper, me había dado cuenta la primera vez que entré, así que no tenía que esperar a que ningún otro huésped lo usará. Para cuando llegué abajo, salí del ascensor con rapidez, dirigiéndome hacia las puertas dobles de cristal con el nombre del edificio escrito en n***o. Pasé por recepción, dándole los buenos días al conserje, cuando un hombre de n***o se interpuso en mi camino. Frené en seco, frunciéndole el ceño por su abrupta interrupción. Estaba vestido como un hombre de la mafia y supe de inmediato que era uno de los hombres de Jasper. —Señorita, no puede salir del edificio sin la autorización del señor Black —aseguró, entrelazando sus manos detrás de la espalda. —Solo voy a correr por la cuadra —respondí, no me había tomado ni siquiera una taza de café, no estaba del mejor humor. — No necesito pedir permiso para eso. —No puedo dejarla salir de las instalaciones sin autorización —volvió a decir. — El edificio cuenta con un gimnasio, si desea, puedo acompañarla hasta allí. Negué de inmediato. ¿Cuál era la idea de ir a correr si no era para sentir la brisa fría en tu rostro? Me gustaba correr por las calles de la ciudad, escuchar música y mirar a la gente pasar de camino a sus trabajos, hasta que el sol golpeara tan fuerte que tuviera que volver a casa. —Si quisiera correr en el gimnasio, estaría dirigiéndome hacia allá —me quejé, no quería sonar como una perra, pero mi delicada paciencia estaba llegando a su límite. — Quiero correr y lo haré, no soy una niña y no estoy encarcelada. Me moví para seguir caminando y pasar a su lado, pero se volvió a interponer en mi camino, impidiéndole continuar. El hombre media al menos un metro noventa, sabía que no podría con él, pero estaba cansada de que todo el mundo quisiera controlar mi vida. ¡Solo quería ir a correr! —Por favor, vuelva al pent-house —pidió, mirándome como si fuera una chiquilla caprichosa. — No saldrá hasta que el señor Blackwell no me dé la autorización. —Él señor Blackwell puede irse al infierno—gruñí. Sin pensarlo, me moví de nuevo para irme, pero se interpuso otra vez. Estaba tan llena de rabia, que ni siquiera pensé en mis acciones, estaba demasiado cansada de fingir que todo esto no me afectaba, que mi salud mental no dependía de un hilo. Mi pierna salió disparada hacia la entrepierna del hombre, golpeando justo donde debería. El golpe lo hizo doblegar del dolor, porque se quejó, su cara frunciéndose en dolor. Justo en ese momento, otro hombre de seguridad se apareció, dándose cuenta de lo que acababa de hacer. Intenté moverme para irme, pero está vez, el otro hombre de seguridad, un moreno de cabello largo se interpuso, sacando su teléfono celular. ——Señorita, vuelva al pent-house o tendremos que inmovilizarla —ordenó, seriamente cabreado. Me detuve después de eso, porque sabía que inmovilizarme sería tomarme a la fuerza y devolverme por dónde había venido. Podía dar una buena patada en las pelotas, pero sabía que no podría pelear contra dos gorilas enormes que me miraban irritados, probablemente les había arruinado el día. Escuché al primer hombre que me había detenido llamando a Jasper en medio del dolor, me sentí como una niña cuando hace alguna travesura y llaman a su padre a quejarse. El mío ni siquiera sabía dónde estaba, aunque de seguro mucho mejor que yo, porque tenía a su hija pagando las consecuencias de sus terribles actos. Me irritó profundamente que ni siquiera hubiese intentado comunicarse conmigo, solo para saber si había sobrevivido a la primera noche cautiva de un hombre que quería venganza contra nosotros. Decir que le importaba era un eufemismo. Maldije, mientras los dos hombres y yo esperábamos que Jasper bajara. Crucé mis brazos sobre mi pecho y golpeteé con mi zapato en el suelo, cuando lo único que había querido era salir a correr y despejar mi cabeza. Dos minutos después, la puerta del ascensor se abrió de nuevo. Un Jasper recién levantado y muy, muy cabreado salió disparado hacia nosotros. Llevaba el cabello revuelto, con pantalones negros de dormir y una camisa de mangas cortas azul oscuro. Sus ojos hinchados de haberse levantado hace poco, pero estaban frunciéndome el ceño. Mi corazón comenzó a latir desbocado, no solo porque sabía que estaba cabreado conmigo, sino porque lucía endemoniadamente sexy. ¿Cómo alguien podía verse tan bien en ese aspecto de recién levantado? No lo sabía, pero tuve que tragar fuerte y apartar la mirada antes de que mi sexo comenzará a palpitar. —Sube ahora Micaela —gruñó la orden, sin siquiera mediar palabra. Fue como si me golpearan en el pecho, cada célula de mi cuerpo me gritaba que le hiciera caso, su dominio ante mí era poderoso, casi terrorífico. Sin embargo, me obligué a mí misma a negar con la cabeza. —Quiero ir a correr —dije de nuevo, a este punto, me sentía como una niña de diez años en medio de un berrinche. — ¡Esto es absurdo! ¡Solo quiero ir a correr por la mañana! Jasper lucía exasperado, definitivamente este no era su idea de levantarse por la mañana, pero no podía dejar que siguiera jodiendo mi vida. Ya estaba aquí, me tenía enjaulada con la amenaza hacia mis padres, ¿Por qué no podía ir a dónde quisiera? —Solo tengo dos hombres conmigo, no pueden abandonar el edificio solo porque tú lo pides —gruñó de nuevo, mientras los dos hombres me miraban en silencio, alertas por si intentaba escapar. — Tu escoges, subes por las buenas o por las malas, pero jodidamente lo harás. —Vete al diablo —gruñí de vuelta. Me di cuenta de inmediato que fue una mala elección de palabra, los dos hombres de n***o me miraron como si me hubiese vuelto loca, inclusive el conserje dejó de fingir que estaba leyendo el periódico para mirarme. Jasper me fulminó con la mirada, supe entonces que había cometido un error. Lo desafíe delante de sus hombres, debía estar bastante acostumbrado a que todos cumplieran sus órdenes, el que yo me negara, no lo iba a pasar por alto. —Jodida mujer —murmuró, justo antes de venir hacia mí. Di un paso hacia atrás, por mi mente pasaron imágenes de Jasper golpeándome, el terror me inundó. Entonces, me tomó de la cintura y me lanzó encima de su hombro, poniéndome de cabeza. Solté un grito cuando me di cuenta de lo que estaba haciendo, cargando me como si no pesará nada. Nadie hizo nada cuando comenzó a caminar conmigo en su hombro, gritándole que se detuviera y golpeando su espalda. —¡Bájame! —pedí, cuando entrabamos en el ascensor. — Solo bájame, Jasper. Me ignoró, se quedó en silencio cuando las puertas se cerraron y el ascensor comenzó a subir de nuevo a nuestro piso. Sabía que estaba furioso, su cuerpo hervía, como si estuviera tratando de contenerse. —Debería castigarte por lo que acabas de hacer —gruñó. Una alerta roja comenzó a titilar en mi cerebro. No quería pensar que Jasper, el mejor amigo que tuve de la infancia, mi primer amor, fuera capaz de hacerme daño. Papá nunca me había golpeado, inclusive cuando los dos eran dominantes como la mierda, nunca cruzó esa línea. ¿Qué tal si Jasper era uno de esos hombres que golpeaban a las mujeres cuando se enojaban? ¿Cómo podía sobrevivir aquí siendo así? No pude seguir pensando en eso porque las puertas se abrieron otra vez. Jasper entró en el pent-house y me volvió a dejar en el suelo cuando llegamos a la sala de estar. Me mareé un poco por el movimiento rápido y brusco de volver a estar en mi lugar. —¿Crees que soy un idiota al que puedes desobedecer? —preguntó, dando un paso hacia mí. Mi primer instinto fue volverme hacia atrás, pero me quedé estática, enjaulada por la intensidad de sus ojos marrones, mirándome profundamente. —Solo quiero correr —volví a decir, aferrándose a mí inofensivo deseo. —Te advertí que antes de salir, tienes que contar con mi autorización, puedes irte cuando quieras Micaela, así que, si estás aquí, ¡entonces jodidamente aceptarás mis condiciones! —respondió, está vez, no pude quedarme callada. —Dices que no estoy secuestrada, pero me tratas exactamente como una. ¿Cuál es la idea de darme la libertad de salir si no puedo hacerlo cuando yo quiera? —pregunté, estaba seriamente cansada y hastiada de todo. Mi vida había cambiado tan drásticamente en apenas un día, que me costaba trabajo asimilarlo.— No puedo quedarme todo el día aquí mirando el techo, quiero salir, ¡Necesito hacerlo para no volverme loca por estar encerrada conviviendo con un psicópata! —grité. Todo se quedó en absoluto silencio. La tensión a punto de explotar mientras miraba a Jasper frente a mí, respirando con fuerza para controlarme. Nunca había Sido del tipo desobediente, pero este no era mi padre, era el idiota que se le ocurrió tomarme como garantía por una deuda millonaria. Pensé que Jasper me haría daño, por la forma en la que me estaba mirando. Casi que esperé el golpe, porque sabía que lo había llevado al límite. Un hombre que tenía a cientos de personas siguiendo sus órdenes, que le gritaran en la cara no debía ser tomado a la ligera. Pero la verdad, era que mi cuerpo estaba reaccionando de una manera extraña, la discusión solo me había puesto caliente, lo que hablaba mucho de lo necesitada que estaba. Entonces, me quedé estática cuando en cambio, cortó la distancia hacia mí, tomándome de la nuca. Sus labios arremetieron contra los míos, obligando a mis labios abrirse. Cuando sentí su lengua dentro de mi boca, fue como si un interruptor se encendiera. Mis pezones se fruncieron, no pude evitarlo, a pesar de la rabia, la tensión y la atracción que sentía por este hombre me debilitaron. Le devolví el beso, gimiendo, cuando me tomó del trasero, pegándole a su cuerpo para que sintiera su erección a través de la fina tela de algodón. Su lengua raspó en mi diente al mismo tiempo que sentí mi propia humedad en mis bragas, anunciándome que estaba más que excitada. Jasper tomó un puñado de mi cabello, obligándome a qué lo mirara. —Eres un puto dolor de trasero —murmuró, su respiración era casi tan irregular como la mía. — Tienes que dejar de provocarme. Mi cuerpo ardiendo me volvió más valiente, porque alcé unas cejas, sus labios rozando con los míos, nuestras respiraciones golpeando la boca del otro. —¿O qué? —pregunté, más bien reté. Los ojos de Jasper se fundieron en líquido, porque no respondió, en cambio, volvió a besarme. Está vez, el hambre se apoderó de nosotros, me estaba devorando con cada beso, haciéndome sentir como si fuera más allá de un beso, la intimidad era superior, las ansias eran terroríficas y lo peor de todo era que no podía detenerme. Sus manos fueron a mi trasero de nuevo y me levantó, haciendo que envolviera mis piernas alrededor de su cintura. Gemí ante el contacto de nuevo, porque se sentía grandioso, como nunca en mi vida. Jasper se movió conmigo en brazos, llevándome a través de la sala mientras seguía devorándome con su boca. Sentí la pared en mi espalda y abrí los ojos, para darme cuenta de que me estaba apoyando sobre la columna que divina la cocina de la sala de estar. Empujó en mi entrepierna y Gemí otra vez, haciendo que repitiera el mismo proceso. Repitió la acción, el bulto de su m*****o rozaba mi clítoris, encendiéndome. Nos miramos a los ojos, era como si el mundo exterior hubiese desaparecido, porque con cada roce que hacía, me debilitaba más. Abrí la boca para pedirle, más bien suplicarle que no parará, mi cuerpo estaba a punto de culminar, la excitación quería hacer de mi otra persona. —Suplícame que te lo dé —ordenó Jasper, mirándome a los ojos. — No has sido una buena chica, pero si ruegas, entonces puedo dártelo. Sabía de lo que estaba hablando, y la verdad, no me importaba ni un poco rogarle con tal de que me hiciera llegar al orgasmo, porque mi cuerpo no podía de tanta excitación. Sin embargo, no pude pedirle nada, porque el sonido de vidrio rompiéndose nos detuvieron de golpe. Jasper se giró, Fischman, la señora de servicio, estaba mirándonos con los ojos abiertos como platos. En el suelo, una bolsa con comestibles, incluyendo un litro de jugo de naranja que ahora era un reguero por todo el piso. —Mierda —murmuró, sus mejillas enrojecidas. — Lo siento mucho, me iré y volveré más tarde. El calor llegó a mis mejillas, Jasper me dejó ir y volví a poner mis pies e. La tierra, en todo el sentido de la palabra. Me sentí expuesta y avergonzada, la mujer de servicio de Jasper acababa de verme a punto de tener un orgasmo. Si eso no era humillante, no sabía qué lo sería. —No importa, solo limpia ese reguero —ordenó. Lucia como si nada acabará de pasar, aunque el bulto en su entrepierna no podía ser más enorme. —Por supuesto —respondió, desapareciendo de la sala de estar hacia el cuarto de lavabo. Nos dejó solos de nuevo, mientras yo trataba de no morirme de la vergüenza. Además, ¡Estuve a punto de dejar que Jasper me hiciera tener un orgasmo! El mismo idiota que no quiso dejarme salir a correr, el mismo que amenazó a mi padre con hacerle daño si no le pagaba. Si tan solo supiera lo que estuve a punto de hacer, estaría decepcionado. Jasper suspiró, no sabía si por lo que acababa de pasar, o por mi expresión. —Ve a darte una ducha — sugirió. — Yo haré lo mismo. Y no te olvides que no puedes salir, no hasta que lo autorice. Asentí, sabiendo que ya no podía hacer nada para detenerlo. Jasper ahora era dueño de mi vida, quisiera aceptarlo o no, daba las órdenes y yo estaba obligada a obedecerlas, al menos si quería mantener a salvo a mis padres. Fischman volvió, por lo que me fui de nuevo a la habitación, no quería darle la cara y mucho menos hablar con Jasper. Hice lo que dijo, me metí en la ducha de inmediato y puse el agua fría. Sin embargo, mi cuerpo no se quedó en paz hasta que no terminé lo que él había empezado. Me acaricié el clítoris con los dedos, masajeándolo y utilizando mi otra mano para pellizcar mis ya erectos pezones. El agua corriendo sobre mi cuerpo no ayudó a disminuir mi excitación, pero estaba tan encendida por Jasper, que no demoré mucho en venir con fuerza, gimiendo porque sabía que no iban a escucharme. Después de vestirme, cuando la calentura le dio paso a la razón, me di cuenta de lo que había estado a punto de hacer. Jasper era prácticamente mi verdugo, estaba encerrada aquí con él por vengarse de mi padre, sabía que yo era inocente, pero no le importó. ¿Cómo demonios dejé que me besara? Era como besar a mi enemigo, aunque estaba bastante segura de que ningún enemigo besaba tan jodidamente bien como él. Tomando valor, salí de nuevo a mi habitación y me dirigí a la suya, que quedaba al frente. Cuando la puerta se abrió, todo mi valor quedó a un lado, la calentura volviendo con fuerza al ver a Jasper solo con una toalla. Cuando éramos niños, se había quitado la camiseta muchas veces por el calor, pero su cuerpo había crecido mucho. Era un hombre alto y atlético, delgado, aunque en su abdomen se podía ver el trabajo realizado, porque tenía un sixpack marcado. El cuerpo húmedo, la piel cremosa y bronceada, y músculos de acero. Tragué fuerte, parpadeando en su pecho, bajando por la toalla blanca que cubría el mismo m*****o que hacía poco había estado rozándose en mi entrepierna. Las gotas de agua caían desde su frente hasta abajo, perdiéndose allí, en un camino de vellos negros. Alzó una ceja al verme allí, babeando por su cuerpo, luciendo como una tonta. —¿Necesitas algo? —preguntó, su voz rasposa y sexy. Probablemente acababa de fumarse un cigarrillo. —No vuelvas a ponerme una mano encima —murmuré, pero no podía mirarlo a los ojos. — Soy tu garantía, eso lo sé, pero eso no significa que deba acostarme contigo. Dio un paso hacia mí e inmediatamente retrocedí uno también. No tenía miedo de que pudiera hacerme daño, en cambio, mi miedo era hacia mí misma. Jasper me hacía sentir muchas cosas, mi cuerpo reaccionaba de una manera diferente cuando estaba cerca de él. Por un lado, lo detestaba por lo que me estaba haciendo y por el otro, estaba muy, muy caliente por él. Atraída por su oscura personalidad, y loca por la química s****l que emanaba y que me hacía sentir tan expuesta. —Acostarnos no es la palabra que usaría —respondió, dándome una sonrisa llena de arrogancia. Se inclinó más cerca, susurrando en mi oído, inmovilizándome. — Quiero follarte muy duro y fuerte, de distintas maneras, en distintos lugares y formas. Pero aún no estás preparada para eso, así que mientras tanto, vete a tu habitación y sigamos fingiendo que esto no pasó. —No quiero follar contigo —repetí, aunque todo mi cuerpo estaba gritando que era una gran mentira. Sin embargo, aquella declaración tan arrogante solo me hizo enfurecer, llenarme de ira. Mi pecho subía y bajaba, sus palabras sonrojándome y excitándome a la vez. – No te deseo, no a un hombre que me encerró en una prisión lujosa solo por dinero, ese no fue el niño del que me enamoré cuando tenía doce años. ¡Así que no vuelvas a tocarme! Me di la media vuelta y salí de allí, antes de que pudiera decir algo más. No quería seguir discutiendo por miedo a que mis verdaderos deseos salieran a flote, deseaba a Jasper, mi cuerpo vibraba cuando estaba cerca de él, pero no podía caer tan bajo. Escuché su puerta cerrándose con fuerza y me sobresalté, antes de seguir mi camino hacia mi propia habitación. **** —¿Dónde diablos estás? —preguntó Carrie, después de por fin responderle sus llamadas incesantes. La verdad, había querido evitarlo un poco más, porque no tenía una respuesta buena para sus preguntas. Sin embargo, comenzaba a sentirme muy sola y aburrida otra vez, la señora Fischman hacia un buen trabajo haciéndome compañía, pero necesitaba hablar con alguien en quien confiara, y mi mejor amiga era perfecta para eso. Ahora, tener que explicarle dónde estaba y con quién, sin decir la verdad era lo que me preocupaba. Carrie era buena atrapando mentiras y yo muy mala mintiendo, así que tenía que ser lo suficientemente astuta cómo para que me creyera la mentira que sea que tuviera para decirle. Jasper ya me había advertido que no podía contarle nada, y no quería ponerla en riesgo. —Estoy con Jasper —murmuré, haciendo una mueca por el grito que pegó. — Me estoy quedando con él. —¿Qué? —preguntó, casi gritando.— ¡Tienes que contarme todo ahora mismo! Carrie no sabía cómo demonios disimular, ella necesitaba información, pero aún no estaba segura de cómo decírselo. La señora Fischman me dio una sonrisa cuando pasó por mi lado, recordándome que no me encontraba sola en la casa. Mis mejillas se sonrojaron de nuevo, no sabía cundo iba a ser capaz de verla a la cara sin sentir vergüenza después de lo que había pasado esta mañana con Jasper. —Te contaré, pero no ahora —aseguré. — Veré si podemos vernos mañana, ¿almorzamos juntas? —Por supuesto que sí —respondió de inmediato. — Si no tuviera una reunión temprano, te lo cambiaría por un desayuno, ¡no quiero aguantar tanto tiempo sin tener esa información! Me reí, recordándome que esta era Carrie, despreocupada y vivaz. Después de acordar algunos detalles con ella, colgamos. La señora Fischman revoloteó por la casa, limpiando y dejando todo impecable. Nunca me dijo nada sobre lo que pasó en la mañana, ni siquiera una mirada extraña, era como si nada hubiese pasado, como si todo estuviera en orden. Me sentí un poco más tranquila después de eso, gracias al cielo, no habíamos llegado a la parte sin ropa antes de que ella llegara. Sin embargo, sabía que no podía repetirse. Debía mantener mi mente en orden, no podía volver a caer en la lujuria descomunal que había experimentado con Jasper. A través e los años, tuve algunos novios inofensivos, como me gustaba llamarlos. Chicos que eran agradables, educados, ricos e interesantes, pero aburridos como el infierno. Sabía que ellos no me harían enloquecer, perder la cabeza o volverme loca, así que no me sentí nunca en llamas por ellos, nunca quise perder mi virginidad con ninguno. Si fuera por mi padre, ya me hubiese entregado algún hombre adinerado que pudiera sacarnos de la crisis económica en la que sus problemas de apuestas nos habían metido, pero nunca llegaba uno lo suficientemente idiota como para meterse en un compromiso con una mujer que no se dejaba tocar. Y durante mucho tiempo sentí que yo era la del problema, por no poder dejar mis miedos atrás. Recurrí a la masturbación como desahogo, era mucho mejor acostarme con un hombre que no me atraía. Anduve por el apartamento todo el día, escondiéndome de la señora Fischman, pero al final, tuve que ir a almorzar y darle la cara. Ella no me dijo nada sobre lo que pasó, nos enfrascamos en una conversación sobre lo mucho que extrañaba mi piano y las ganas que tenia de recorrer las partes del país más hermosas y recónditas. Pronto, lo que pasó con Jasper se me olvidó y la vergüenza se fue extinguiendo. Para la tarde, fui a la biblioteca y devoré otro libro, esta vez, un thriller psicológico que me mantuvo más que entretenida. Era mi lugar favorito de toda la casa, me acomodé en un sillón con una manta y leí, solo para evadir la dura realidad de mi vida. Mis padres aun no me habían llamado, mamá ni siquiera tuvo el valor de enviarme un mensaje, mi teléfono seguía funcionando con normalidad. Estaba un poco herida de que no les importara lo suficiente como para saber cómo me encontraba, después de todo, estaba en un lugar desconocido con un hombre que nos tenia odio y rencor por lo que mi padre le había hecho al suyo. Suspiré, y seguí leyendo, tratando de silenciar mis propios pensamientos. La señora Fischman vino después de las seis para traerme la cena y avisarme que ya se iba a casa y que volvería el lunes. Me despedí de ella y comí, pero no me moví de donde estaba, encontraba la biblioteca tan reconfortante, que, por mí, podía dormir en el sofá y no me molestaría. Me perdí en el libro durante horas, hasta que mis ojos fueron cerrándose poco a poco y el me quedé dormida sobre el sillón, el libro en mi pecho. La puerta principal abriéndose me despertó de golpe de nuevo. Me sobresalté en el sillón y parpadeé, todo estaba oscuro, ya la noche había caído. Me estiré, mi cuello dolía por la mala posición en la que me había quedado dormida. Cerré el libro y lo puse de nuevo en su sitio, antes de levantarme del sillón hacia la cocina, mi boca estaba seca y mi garganta rasposa. Me moví por el pent-house a oscuras, probablemente Jasper ya había llegado, pero fui directo a la cocina, no quería encontrarme con él. Abrí la puerta, aun adormilada y probablemente con lagañas en mis ojos, pero no me podía importar menos, volvería a la cama de inmediato. Entonces, entré en el lugar y me paralicé, de pronto, la oscuridad fue reemplazada por la luz incandescente de la cocina. Encontré a una mujer hermosa, sentada en la encimera de la isla de la cocina, riéndose a carcajadas mientras Jasper sacaba una botella de vino del bar, sonriendo a lo que ella estaba diciendo. Lucían tan bien juntos, como si fueran una especie de pareja. Fue como si golpearan mi corazón, pero no sabía por qué me estaba doliendo. La sonrisa de la chica se borró cuando me vio entrando. Lucía un vestido de fiesta corto y brillante, con el cabello despeinado, como si hubiese estado bailando toda la noche. —Pensé que vivías solo —murmuró la chica, viendo a Jasper. Este se encogió de hombros, pero estaba mirándome a mí. —No te preocupes por ella, no molestará —respondió, como si yo no estuviera allí, como si no estuviera hablando de mí. — Ve a la habitación y espérame allí. Lo fulminé con la mirada y la chica se bajó de un salto de la encimera. Jodida perra, yo desayunaba allí todas las mañanas. Ahora tendría que cambiar de sitio. Miró a Jasper de nuevo, que no despegaba su vista de mí tampoco, la tensión iba en aumento, estaba enojada y él parecía disfrutar de eso, lo que me terminaba enojando más. —¿Estás seguro? —preguntó la chica, mirando entre nosotros dos. Probablemente se había dado cuenta de que ambos nos mirábamos como si quisiéramos matarnos, o algo más. — No quiero problemas. Eso llamó la atención de Jasper, despegó su mirada de la mía y le dio una mirada severa a la chica. Ella de inmediato le prestó atención. —Haz lo que te dije y ve a la habitación, es la primera puerta a la izquierda —ordenó, la dominación que ejercía en la gente era poderosa, la chica de inmediato asintió, la entendí, porque cuando hablaba así, era como si no pudieras desobedecerlo. La mujer pasó a mi lado, casi con miedo a que yo hiciera algo. Salió de la cocina y me quedé mirando a Jasper, llevaba una botella de vino y dos copas. Era obvio que harían una fiesta en su habitación, la que quedaba justo en frente de la mía. Quería salir corriendo, si no hubiese sido por los hombres de seguridad que resguardaban el lugar, habría salido a dar un paseo. Escuchar a Jasper follando con otra mujer no era algo que quería experimentar. —¿Necesitas algo? —preguntó. —Solo vine por agua —murmuré, me sentía tonta, rabiosa, y ridícula. ¿Por qué siquiera estaba molesta? Jasper y yo solo nos habíamos besado dos veces antes, casi me da un orgasmo, pero no pasó nada más. Además, yo misma le dejé claro que no volvería a tocarme. Él asintió, fue al refrigerador y sacó la jarra con agua. Luego, tomó un vaso de vidrio y me sirvió, todo eso en silencio, mientras yo lo miraba. Era extraño ver a un hombre como él, vestido para matar, sirviendo agua en la cocina, una acción demasiado mundana. Me entregó en vaso segundos después, evitando que nuestros dedos se rozaran, era todo frio y muy mecánico. —Es mejor que te encierres en tu habitación —ordenó, tomando de nuevo la botella y las copas de vino. — No queremos que veas algo inapropiado. Pasó junto a mí, saliendo de la cocina y dejándome allí para sentirme como una idiota. Solo hacia unas horas, había estado besándome y tocándome en la sala de estar, y ahora estaba con otra chica. Más allá de la rabia irracional que sentí, me dije a mí misma que verlo ser un imbécil era la confirmación de lo que ya sabía. No podía dejar que volviera a tocarme.
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR