Morfeo había estado cavilando sobre lo que le había contado Samantha. Su intuición de Dios, y algo más que no podría definir, le decían que había otras cosas detrás de ese hombre misterioso que se acercó a Kathy y luego desapareció rompiéndole el corazón. Mientras tanto, los sueños lúcidos de Kathy eran cada vez más lúcidos y menos sueños... La noche anterior lo había masturbado con sus tetas. De solo pensarlo se ponía duro de nuevo. Cada vez tenía un anhelo más grande de cruzar la barrera entre el sueño y la vigilia y adentrarse en el dormitorio de Kathy. No podía ya entender cómo la mujer le pareció insignificante en algún momento. Aún le costaba conciliar la imagen de la mujer tímida e introvertida, casi fóbica, con esa amante tan ardiente con la que se encontraba todas las noches

