—Dios mío, nena, ¡qué lástima! —gimió—. Eres tan enorme...
"¿Estás bien ahí?"
"Apenas... pero quiero tu dulce semen en mi recto."
Ella seguía haciendo muecas mientras mi polla gruesa y palpitante obligaba a su culo a estirarse tanto.
"Dios, me encanta tu culo", jadeé mientras me atiborraba de su duro y rosado m*****o.
"Lléname, cariño", jadeó antes de gemir con fuerza un segundo después. "Muéstrame cuánto me amas... lléname bien".
Su lengua irrumpió en mis amígdalas al acelerar su ondulación. Se movía en oleadas agudas, subiendo lentamente y hundiéndose con fuerza. El ruido sordo cada vez que sus nalgas golpeaban mis muslos era como si los dioses tocaran un arpa en mis oídos. Nuestro beso se volvió más salvaje mientras su trasero se tragaba mi polla con más fuerza y rapidez, y los ge
