—Los bailarines de jaula los usan, y suben y bajan del suelo mediante un sistema hidráulico.
—Guau —digo, imaginando lo que sería bailar a ocho metros de altura.
—Es impresionante y nuestros bailarines están entre los mejores de Chicago —apunta hacia el pasillo—. Será un gran valor tener a alguien con ojo de artista en el personal.
Miro a Jeffrey, con los labios entreabiertos por la sorpresa. Me está recomendando. Lo que me emociona de nuevo. Pero Jeffrey solo coloca su mano en mi espalda, escoltándome por el pasillo.
Entramos en lo que debe ser el vestuario de los bailarines, pero no hay bailarines. En cambio, está lleno de hombres bien vestidos.
Reconozco a James y Noah. Pero hay otros que no conozco. Todos se detienen para mirarme y mi corazón se congela por un momento en el pecho.
