Mi cara no se siente mejor cuando me despierto; de hecho, se siente peor. Hinchada y tirante, me dirijo al baño, evaluando el daño a la luz del día. Es grave. Toco mi mejilla y hago una mueca, pero aún logro cepillarme los dientes antes de que suene un golpe en la puerta principal. Ya sé que es Jeffrey. Son cerca de las diez de la mañana. Saliendo del baño, me dirijo a la puerta. —¿Madison? —llama desde el otro lado. —Ya voy —respondo mientras cruzo la habitación para desbloquear y desenganchar la cadena de la puerta. Jeffrey está en los escalones sosteniendo un café y una bolsa con algo que huele a sándwiches de huevo. Huelen increíble. —Sin tocino y en un pan suave —dice, levantando la bolsa—. Por si masticar resulta difícil. No puedo evitarlo, se me llenan los ojos de lágrimas,

