Capítulo 12

2024 Palabras
Capítulo Doce. Diana Barbacoa. Doy vueltas sin poder dormir, los parpados se mantienen cerrados y recordando cada palabra y acción de las últimas horas. La presencia de Marcus, como sus comentarios, siguen frescos en mí. Hay algo que no esta bien, que estoy pasando por alto y no logro saber que es. Me desespera aquella sensación de perdida e incertidumbre. El tiempo se ha terminado, y las próximas doce horas marcan el comienzo para un nuevo régimen de entrenamientos en la base, cuando cruce aquella entrada, estaré aún más lejos de mi hermana. Nos alejaremos aún más y las pocas pista que logramos reunir de ella desaparecerá. Exhalo recordando algunos momentos que pase con mi hermana; la distancia que nos impusimos mutuamente fue la causa que desconozca a la persona en que se convirtió. Me arrepiento de no darme cuenta, no ver lo que había delante de mis ojos, fue estúpido no hacerlo. Los francotiradores vemos todo, sabemos todos; es un insulto que Marieth hubiera escondido tal secreto con facilidad. Me hace sentir estúpida y no lo soy. Por dios, no. —Dith—Neft entra a la habitación, primero habla en voz baja tratando de despertarme. —Dith, despierta, ya es tarde, saca tu culo de la cama—bostezo, dándole un manotazo. Me muevo hacia el rincón, y Neft parece cada vez más molesto. —Diez minutos más—anuncia en voz alta. La voz desaparece durante unos segundos, pero ahí está. Siento la mirada de mi compañero sobre mí. Mis sentidos están lo suficiente desarrollados para saber cuando hay alguien más en la habitación o a unos centímetros a la redonda. —Lo advertí—murmura este y caigo al suelo. —Nada de más—las manos frías del hacker se envolvieron alrededor del tobillo, tirando de este hacia fuera, directo al suelo. La cara impacta contra la superficie dura y áspera, Provocando que el sueño desaparezca de golpe. —Arriba hora de bañarse—Neft sale cerrando la puerta a su paso, bostezo y me revuelco en el suelo con toda la energía que puedo recolectar en la mañana. Escucho el suave tarareo desde la cocina. La voz de Neft es suave y sumamente dulce, pero nunca deja que los demás le escuchen cantar; lo guarda como si fuera un secreto vergonzoso o algo que nunca debió hacer. Salgo de la habitación con las piernas adormecidas y pesadas, considerando volver a la coma y olvidar aquella parrilla. —No puedes escapar—grita Neft desde la cocina. Gruño y sigo el camino hacia el baño, dispuesta ahorrarme aún más regaños de parte de Neft. Es lo último que necesito en este día. Al salir del baño completamente arreglado, Neft me espera con un café en mano. No me permite hablar o bajar el ritmo acelerado de las pisadas, el solo me guía hasta la salida y directo al carro. Un auto todoterreno, con un potente motor, el cual ha sido alterado innumerables veces por Neft con la ayuda de Jeick. Si este automóvil hubiera caído solo en las manos de Neft, no existiera o solo fuera una máquina contra hackeos. A los lejos la fachada de la casa del jefe se abre ante nosotros, paredes altas de ladrillo quemado y algunos arbustos rodeando el perímetro; para los civiles pasaría desapercibido los sensores en el suelo y algunas trampas alrededor; El capitán les llama los atrapa tontos. La realidad es que pocas veces se han usado, solo un demente entraría a la casa de un militar, y menos a un capitán de las fuerzas especiales, el cual esta armado hasta los huevos. El jardín esta lleno de carcajadas y voces alegres, felices de estar en este lugar. El auto se detiene y somos recibidos por la nueva esposa, capitán, una mujer morena con cabellos rojos y pecas en el rostro; los ojos verdes que nos miran son amorosos, casi como la mirada de una madre. O es lo que creo, mi madre murió cuando era joven, casi cuatro años de edad, y no me acuerdo de nada sobre ella o él. Neft era un delincuente de la calle, escapo de casas de acogida y del último orfanato donde lo enviaron; no había lugar para el o eso fue lo que dijo cuando nos conocimos. Ninguno de los dos tuvo una imagen paternal hasta que caímos al cuidado del capitán, el fue nuestro padre, amigo y la figura de autoridad que respetamos desde el principio. Éramos muchachos difíciles, rebeldes y capaces de comerse al mundo, el capitán, Daven nos demostró que apenamos, éramos unos polluelos con sus primera tanda de plumas inútiles. Después de ser solo tres personas en el equipo, aparecieron Harry y Jeick, en el mismo orden. El primero era tímido, dulce y se sonrojaba con facilidad; ahora Harry a perdido parte de aquel encanto, la guerra lo ha dañado. A todos nos ha dañado. Jeick sigue siendo el mismo, el hombre callado y misterioso, pero también el amigo que rompió más de un par de huesos del tipo que me acosaba. Jeick lucho por mí, defendió mi honor como mujer, pero también me ayudo a levantarme; sanar las heridas que habían hecho y buscar venganza. Me enseño que el lenguaje que sirve en este mundo es el de la venganza y poder; el más fuerte gobierna al débil. Neft consiguió los trapos sucios del sujeto, entre todos dañamos su carrera militar, hundiéndolo en lo más profundo, sin posibilidad de escapar. Harry fue compresivo y dulce, me dio un hombro donde llorar ese primer día, el no hablo o dijo que fue mi culpa. No, Harry se mantuvo callado y maldijo al sujeto cuando yo lo hacía. Prometió que le quitaría el pene y haría que se viera como un accidente. Le detuve, aunque era una idea tentadora, hay demostré que era la mejor francotiradora de la década. Humille al sujeto y recree su infierno personal durante tres meses, el tiempo necesario para sentirme en paz. Samantha, la esposa del capitán, se acerca a nosotros con una enorme sonrisa cordial y amable. Hasta hace un año, Daven, el capitán, se había mantenido alejado de las relaciones personales y las mujeres. Nunca habíamos conocido a una novia o algo que se considerara serio, de un momento a otro apareció Samantha. Nos sorprendió a todos, su resiente matrimonio fue un momento sorprendente, pero que aceptamos con alegría. Daven se merecía lo mejor y si Samantha lo hará feliz el resto de su vida, sus hijos adoptivos y subordinados estamos felices. —Oh, por dios—exclama asustada Samantha observando la maniobra de Jeick. Este mueve la moto de un lado a otro, esquivando endemoniadamente los objetos en el suelo. La moto se detiene delante del carro, Jeick baja el pie del freno y apaga el motor con simpleza. —Casi no llegas. Saluda a la esposa del capitán como corresponde, Jeick—lo reta Neft, observando cada uno de sus movimientos con ojos de halcón. Jeick, asiente, un típico movimiento militar y centra su atencion en la mujer pelirroja. Samantha sonríe, pero aún está pálida, atemorizada. Aún no se acostumbra a nuestra locura. —Buenas tardes, Señora Samanta, un gusto volverla a ver. Lo mejor es que entremos. Samantha dirige el camino, al llegar al patio los brazos del capitán se abren hacia su esposa, esperando que esta se corra hacia el y le abrace. Lucen tan felices y unidos; es algo bonito de ver, pero al mismo tiempo desagradable. Las emociones no son mi fuerte, nunca he sabido expresarlas y prefiero guiarme de la lógica y el sentido común. Nada de corazonadas o ideas surrealistas. —Ahora, si estamos todos completos, casi se quedan sin carne—expresa Harry animadamente, molestando al jefe. Daven le dirige una mirada censurada al médico, quien la ignora y sigue disfrutando de su esposa públicamente. —Buenas tardes—saludamos—Harry, como estás solo en esta vida, estás molestando a quienes tienen a alguien—le molesta Neft y este bufa. —Nunca dejarás en paz mi vida amorosa—niega, con una sonrisa maliciosa; acercándose a la carne en la parrilla y mirando con emoción como el rubio le da vueltas. —Pero, tienes que saber que no soy el único que no tiene a nadie—mira a Jeick—claro, tú no te quedas atrás. Ninguno tiene una relación en este momento y quien tiene mayor posibilidad de lograrlo, ha dejado de intentarlo. Harry ha dejado en segundo plano el amor, lo cual es sorprendente. —Te dejo el sicario—digo mirando a Jeick que rueda los ojos. —Esta bien, ninguno de los presentes; quitando a la pareja felizmente casada; sirve para una relación. Estamos jodidos—ríen. El jefe niega alejándose de los brazos de su esposa, este nos dice que esperemos a la persona indicada, tenemos todo el tiempo y todo a nuestro favor de triunfar. Sinceramente, el matrimonio le ha sacado unos cuantos tornillos, que la guerra no había podido. Harry sigue en su misión de azar la carne, vigilado por Neft; la esposa, habla con Jeick quien se muestra interesado y amable. Constata cada una de sus preguntas, lo cual a nadie lo pasa por alto. —Acompáñame—pide Daven guiándome al interior de la casa, hacia su lugar feliz y seguro. Entramos a la habitación oscura que usa para guarda los vinos, que ha coleccionado a lo largo de treinta años. —Te noto callada—apunta, sacando una botella de vino tinto. Mira la etiqueta y la lee lentamente, cuando las cejas se fruncen la devuelve al estante buscando otra. —Por lo general hablas demasiado, y molestas a Harry sin cesar. Algo esta sucediendo—sus ojos caen sobre mí y no hay manera en que pueda mentirle y el me crea. Daven es un hombre inteligente y perspicaz. — ¿Vamos a hablar de nuestros problemas? —cuestiono con una sonrisa tentativa. Daven me observa con los ojos entrecerrados y cuando descubre lo que quiero hacer, palmea la coronilla de la cabeza como si estuviera tratando con un cachorro. Odio que haga esto, siempre lo he odiado. Pero el sigue haciéndolo. —No voy a cambiar de , es momento de escoger un nuevo líder para el escuadrón. Todos sabía lo que sucedería en el próximo años después que apareció Samanta. Quita esa expresión—gruño con molestia y rabia. Nos esta abandonado, aunque se niegue a decirlo directamente. —Seguiré siendo esa figura paterna que tienen, nunca los dejaré. —Júralo—hace una seña sobre su corazón. Jurando con su vida y alma. —Siempre que me necesiten estaré ahí. Siempre, no importa en que lío se metan. Pero ya estoy viejo, Diana. Es momento de dar paso a los jóvenes. —Apenas tienes cuarenta. —Tu veintiocho o menos. No soy joven. —Patrañas—escoge el vino ganador y salimos de aquella habitación oscura dejando atrás una realidad que aún no estamos listos para enfrentar. Harry sonríe alegre al lado de Samanta y los demás, la carne a salida casi por completo de la parrilla y la hermosa mujer ha preparado los platos de cada uno. — ¿Qué pasa pequeña Dith? —pregunta este cuando ve algo en mi rostro. Decido evadir el tema, aún no me siento lista para hablarlo. Los muchachos se enteraron por accidente, me obligaron hablar y estuvieron a mi lado en cada minuto; sin embargo, esto es diferente. —Por ahora no quiero hablar de eso, estoy rogando a los dioses que todo se resuelva por si solo. —Siempre confía en lo que pienses, recuerda que eso nos ha sacado de grandes situaciones—asiento con una sonrisa tensa. —Lo sé, no lo estoy descartando, solo que quiero equivocarme esta vez—revelo evitando la mirada de Daven y los demás. —Cualquier cosa cuentas con nosotros, somos una familia antes que un equipo. —Claro capitán, puede que necesite tus explosivos—alza una ceja haciendo una pregunta silenciosa, niego y reímos, quitándole seriedad al asunto.
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