"Comienzo"
Yasbeth.
Corre.
Es lo único que puedo hacer, corro por la acera como si no hubiera un mañana, el cielo parece teñirse de gris avisando que viene una tormenta, desde hace días que se pinta de este color, y ninguna vez ha caído la lluvia.
Me detengo cuando el celular el cuál no había podido meter en mi bolso sale volando por la rapidez de mis movimientos, maldijo a mis adentros, y tomo el celular del suelo sin revisarlo para salir corriendo, el hecho de que la alarma no haya sonado me hace odiar el día de oferta en que compre aquel celular, que viene con tantas fallas.
Es Leah, mi mejor amiga de hace cuatro años, y compañera de trabajo, quién me abre la puerta trasera de la galería.
―Entra, para tu buena suerte la jefa no ha llegado ― respiré hondo al escucharla, me sacó la chaqueta, poniéndome el ridículo overol que la jefa nos hace usar.
A diferencia de mí, a Leah el overol le luce de maravilla, se le ajusta a cada parte de su cuerpo, especialmente a su pancita de embarazada, no falta mucho para que dé a luz.
―Ha llegado Dayana, pónganse a trabajar ― habla el encargado de que todo luzca impecable en la galería.
> Una mujer de empresas y conocida por amar el dinero, dueña de tres galerías alrededor del país, en la cuál lamentablemente me han asignado en la sede principal donde tengo que verle la cara.
Mi amiga se distribuye entre la gente que observa los cuadros con fascinación, por la mañana no hay tantas personas, siempre es por las noches que este lugar se llena.
Nuestra jefa entra saludando a muchas personas que la reconocen, con una sonrisa plasmada en su rostro, moviendo su cabello caoba de un lado al otro, camina hasta su oficina, y finjo que estoy haciendo algo cuando pasa junto a mí, pero para mi mala suerte se detiene.
― Señorita Pearce, la esperó en mi oficina.
Buscó a mi amiga con la mirada y me hace un mohín, sigo a la mujer de impecable vestimenta. Subo las escaleras agarrándome de la barandilla de madera, hasta el segundo piso donde se encuentra la oficina, un área restringida, donde solo tiene acceso el personal autorizado.
Pone su bolso en su escritorio, y se sienta en la silla junto a él, ni siquiera me pide que tomara asiento antes de empezar a hablar.
― ¿De qué desea hablar? ¿Es algo que he hecho mal dentro de mi trabajo?
―No, tranquila, tu trabajo ha sido bueno ― > ― Es acerca de tus vacaciones, creó que lamentablemente tendrán que posponerse.
― ¿Posponerse? ¿Por qué? ― pregunté con duda.
―Viajare pronto, y eres la única a la que puedo confiar esta galería, has sido buena empleada ― ¿Buena empleada? Y me hace trabajar demás pagándome demasiado poco que ni siquiera me alcanza hasta el fin de mes.
Meto mis manos dentro de los bolsillos del overol, reafirmando en mi mente que sería buena idea quedarme como encargada de su sede principal, no solo porque seguro podré pedir un poco más de dinero, sino también porque podría aprovechar esta oportunidad para expandir mis opciones en cuanto al arte.
Y tal vez llegar a exponer en París, la ciudad que con tan solo imaginar mis ojos se dilatan.
Estas soñando muy alto, Yasbeth.
― ¿Y qué es eso tan urgente que la ha llevado al viaje?
―Junto a mi esposo he planeado el viaje, iremos a Dubái.
Y toda esperanza de quedarme en este puesto desaparecen con su respuesta, ya que, solo me dan ganas de decirle que no. Hay una razón por las cuales necesito mis vacaciones, y no las pospondré por las vacaciones de ella.
― Con todo el respeto que usted se merece ― Sigo, llamando su atención ― Lo correcto sería que cierre la galería temporalmente, o si quiere disfrutar su viaje y continuar generando dinero al mismo tiempo, puede esperar que regresara de mis vacaciones.
Puedo ver el asombró en su rostro ante mis palabras, nunca me he dirigido ante ella de tal manera, lo que siempre he hecho es bajar la cabeza y obedecer, pero ya estoy cansada, ella lleva posponiendo mis vacaciones desde hace un año, no pienso esperar ni un día más.
― Bien, señorita Pearce, pensaré que hacer, se puede retirar, disfrute de sus vacaciones ― Sonó fría y algo amarga.
Asentí complacida retirándome de su oficina, cierro la puerta detrás de mí, y bajo las escaleras casi corriendo, reuniéndome con todos los clientes, cuando decido encaminarme a la sesión de dibujos a blanco y n***o, una de las señoras que frecuentaba el lugar me pidió ayuda.
La guie en todo como lo hacia siempre, hasta que cerraba una venta, y cuando estaban empacando el pequeño cuadro que había comprado, siento una mirada quemando sobre mi nuca, una presión indescifrable detrás de mí.
Y como la energía estática a mi alrededor sube, erizándome por completo, siento un escalofrío que se caló hasta en mis huesos. Buscó detrás de mí aquella mirada, y mis ojos capturan una silueta entre la gente, incliné la cabeza y entrecerré los ojos para ver mejor, no hizo falta que diera un paso, la silueta se manifestó.
Abro mis ojos y me erguí en mi lugar al captar al hombre. Debo resultarle interesante porque su vista, y su completa atención esta sobre mí, un fuego se incentivó cuando nuestras miradas se encontraron.
Dio unos pasos acercándose, y no hice nada para alejarme.
― ¿Podría ayudarme? ― dice con voz áspera y suave, enderezó la espalda cuando mis sentidos se ponen alerta, y mi nariz percibe un aroma a vainilla.
Siento que algo me atropella al tenerlo de cerca, quedando perpleja e hipnotizada con lo que captan mis ojos, de la nada, el pulso se me acelera, la respiración se me agita, sintiéndome mareada.
― ¿En qué desea que le ayude? ― respondo con voz temblorosa, lo detalló, es alto, atractivo, con un color de ojos azules, aunque no me parece que sea su color de ojos real, cabello rubio haciéndolo lucir más candente.
No puedo describir su rostro, parece tallado por algún Dios, físicamente luce perfecto, y me extraña porque ningún hombre que conozco se ha comparado a dicha belleza.
―Un cuadro. Buscó un cuadro abstracto ― responde de forma seria alargando las palabras.
―La sección de cuadro abstracto está. . .
―He ido ― se sujeta el saco con elegancia ― están demasiados coloridos, buscó algo menos intenso.
Mis rodillas se quieren doblar con cada palabra que habla, y no sé de donde ha salido aquella tensión que se intensificada a cada segundo.
― ¿Puede acompañarme? Le indicaré donde se encuentran los cuadros que busca.
El magnetismo que desprende ese hombre me deja estática en mi lugar, no puedo dejar de mirarlo, ni tampoco quiero hacerlo.
―Perfecto, la sigo ― me muevo en cuanto me despierta del trance, empezamos a caminar hasta el lugar donde se encuentran aquellas pinturas, pero antes de poder llegar, Leah es quién se nos atraviesa.
―Yas, tu madre te llama ― me avisa ― dice que es sobre mañana que ha estado marcando a tu celular y no le contestas.
Me pasa el celular de ella.
―Continúa atendiendo al hombre, un cuadro abstracto sin tantos colores llamativos es lo que busca ― digo antes de tomar el celular, y alejarme de ellos, mis ojos buscan una vez más al hombre, tenso los muslos cuando se pasa las manos por el cabello mientras se humedece los labios con la lengua, antes de retirarse con mi amiga.
Respiro hondo para contestar el teléfono, luego de la conversación con mi madre donde solo quería asegurarse de que mañana estaría con ella, no volví a ver aquel hombre, y hice mi trabajo lo que restaba del día, al terminar mi turno regresé a casa.
La habitación de mi departamento estaba hecha un desastre, con la ropa tirada, y todo completamente desordenado, como usualmente se encuentra cada que salgo de viaje. Me preparó un emparedado antes de bañarme, y me colocó un pijama de dibujos animados, luego pongo mi alarma y me acuesto a dormir.
Un ruido proveniente de la cocina me hizo moverme en mi lugar, me refregué los ojos, intentando levantarme, pero mi mente no entendió la razón del porque me desperté en los primeros segundos que estuve consciente, entonces escuché el mismo ruido, como si algo se hubiera caído al suelo y roto en pedacitos.
Por el rabillo del ojo, miró el reloj, son las tres de la madrugada ¿Por qué me tengo que levantar a esta ahora? Se supone que esta hora es maldita.
No me levante de inmediato, me quede ahí hasta escuchar otro mismo sonido, solo que este sí logró acelerar mi corazón, con lo estruendoso del impacto.
¿Qué está pasando?
Me quitó la sábana de encima con mucha angustia y tambaleando a causa del sueño me dirijo a la cocina, entonces pude ver los dos platos en trocitos, están en el suelo. Mi expresión se convirtió en una mueca de miedo, no porque los platos estén en el suelo sino porque eso no se podría haber caído, se supone que estaba junto a toda la vajilla y toda la vajilla está en uno de los cajones de abajo.
Me agacho a recoger cada parte de los platos cuando en cuestión de segundos, escucho otro ruido proveniente de la sala, se me erizó la piel enseguida, me mantuve estática hasta que no pude más.
Suspiré y me dirijo al lugar con pasos lentos y pocos confiables, apretando mis manos a causa de los nervios, pude ver la televisión encendida a todo volumen. Armándome de valor, me dispongo a apagarla, pero antes, siento como si me llamarán en las penumbras.
Yasbeth, no seas curiosa, termina de arreglar las cosas y vete a dormir.
Resopló, de verdad que intentó no mirar, intentó solo apagar la televisión y nada más, pero una presión llego hasta mi pecho, una que no dejó que hiciera solo lo que tengo en mente. Por segunda vez me armó de valor y me asomó por la ventana, todas las calles están desiertas, los otros edificios tienen las luces apagadas, lo único que ilumina las calles son las grandes farolas.
Mi mirada bajo y pude notar algo cruzando la siguiente calle, frunzo el ceño y entrecierro los ojos intentando ver de qué se trata.
Parece un hombre o la silueta de un hombre con capucha negra. Todo está desierto excepto por ese hombre, su mirada esta fija en mi ventana, no puedo distinguir sus ojos, ni su rostro por toda la oscuridad, pero sé que está mirando directo hacia mí.
Una sensación extraña se formó en la boca del estómago, mi corazón bombeo por el terror, junto a mi piel que se heló cuando note como la comisura de sus labios se alza, formando una sonrisa tanto macabra como diabólica, esas que son de oreja a oreja, me recuerda a las sonrisas que suele dar Pennywise.
Con una de sus manos me saluda, mi pulsó se agitó y me aleje de la ventana casi corriendo, tropiezo con la pequeña mesita de la sala, provocando que la escultura de porcelana que estaba sobre la misma cayera al suelo estrepitosamente.
Terminó por apagar la televisión, observó todo lo que se encuentra en el suelo, si se trata de algo malo no me voy a quedar para averiguarlo, corro hasta mi habitación cerrando la puerta con seguro.
Como si cerrar con seguro va a impedir que pase.
No es la primera vez que descubro a ese hombre merodeando cerca de mí, otras veces también lo he visto en la misma calle de la galería de arte, y nunca he podido ver su rostro, aunque esta vez a alguien me recuerda sus facciones, lleva un mes parándose afuera y mirándome por las noches, pero si es la primera vez que su atención recae solamente en mí, inhalo hondo intentando calmarme, estoy asustada y confundida, ¿De quién se podría tratar? ¿Un ladrón? Supongo que no, el vecindario siempre ha sido seguro.
Ya que solo pude dormir una hora más, terminé levantándome para pintar, cuando se me hizo tarde para llegar al aeropuerto, no pude ducharme así que, solo me cepillé los dientes y el cabello.
Terminó por arreglarme y colocarme aquel perfume con un aroma peculiar a café. Antes de irme por completo observe los platos desplomados en el suelo, pero sin detenerme camino directamente hacia la puerta.
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Puedo percibir la tristeza en los ojos de Leah, no quiere que me vaya. Esperaba pacientemente mi vuelo hasta que llamaron a los pasajeros.
― Promete que no te vas a quedar, promete que vas a volver ― dice haciendo pucheros y entrelazando una de sus manos con la mía.
— Por supuesto, Leah, tranquila, si la vieja de Dayana Akleistom te sigue jodiendo la vida, renunciamos a la galería y nos vamos juntas, cuida a la pequeña — ella asiente mirando su barriga, la envuelvo en un abrazo.
No quiero dejar a mi hermana de otra madre, pero tengo que regresar al lugar donde una vez fue mi hogar. Me despedí de mi amiga con un simple movimiento de mano y caminé hacía el lugar indicado.
Fueron los treinta minutos más intensos de mi vida, la altura es el punto de quiebre que siempre intentaré ocultar, las turbulencias como si viera al Diablo bailándome desnudo.
Cuando llegamos a tierra, tome un taxi para dirigirme hacia la casa de mi madre que es en un campo y tiene tipo una granja, aunque sin animales.
Al llegar me percate que esta exactamente como la recuerdo, una casa de madera color nogal, de dos pisos con ventanas y una pequeña verja, linda, pero bastante anticuada. Antes de bajarme del taxi, le pague al joven y este amablemente me ayudo a bajar el equipaje.
Mi madre está situada en la puerta con una sonrisa de oreja a oreja, se dirigió a mi casi corriendo al verme, abrió sus brazos para abrazarme fuertemente, como si quisiera romperme, pero con cariño, correspondí su abrazo, aspirando su fragancia a rosas de jardín.
— Déjame ayudarte — dice mientras nos separamos.
— No, madre, puedo sola — pero ella insistió y comenzó a cargar una de mis maletas, le doy la que menos pesaba.
Entramos a casa, todo está exactamente igual, con ese olor a rosas impregnado en todas partes, y el estilo de época que nunca cambia, mi mirada se dirige a la joven de cabellos rubios.
— Megan — Pronuncie su nombre cuando mis ojos dieron con ella, solo viste un jean demasiado corto a mi parecer y en la parte de arriba tiene un top oscuro.
Mi madre siempre le ha permitido vestirse como quiera, por eso las personas solían hablar demasiado de nosotras.
— Y la hija prodiga ha regresado a casa — Y ese tonillo de sarcasmo e hipocresía se hizo presente— ¿hasta cuándo te vas a quedar aquí. . .— mi madre la interrumpe.
— Acaba de llegar — dice retándola.
— Ahora podría quedarme un poco más de lo planeado, solo para molestarte — susurré para ella y esboza una sonrisa — ¿Ese pantalón no está muy corto?
Muchas veces suelo comportarme como una niña solo para molestarla, ella ante mi comentario se subió el bendito pantalón, provocando que luciera aún más corto de lo normal, casi se le pude observar su trasero.
―Para mí está perfecto, no visto anticuado, ni con poco estilo, como tú — susurra mirándome de arriba abajo, su mirada solo trasmitía una cosa, desprecio.
—No deberían discutir, son hermanas y no se han visto por años — comenta nuestra madre desde el otro lado del lugar.
—Nadie está discutiendo, solo compartimos opiniones — responde ella por ambas — Por cierto, hermanita, encontré tus libros, aquellos que has guardado como si fuera un tesoro, creó que hay que llamar a tu padre para que te haga un exorcismo, porque sin duda lo que está dentro de ti son puros demonios.
Y cualquier atisbo de sonrisa que podría haber en mi rostro desapareció, mis labios marcaron una línea fina. Mencionar a mi padre en aquella oración fue un golpe bastante bajo.
— Cállate, no hables de lo que no te interesa — Ordene.
Ensancha una sonrisa como si le gustará verme de esa manera.
— ¿Sabes? estaría muy feliz si te quedarás un poco más, por supuesto que vamos a divertirnos mucho, hermana — murmura, y camina a su habitación dejándome con la palabra en la boca.
Me lanza un beso en el aire a manera de burla y no borra su sonrisa, solo ese acto me hizo recordar al extraño con capucho negra que me acosa en el departamento.