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1630 Palabras
11 Tomo mi bolso y salgo de allí. Quiero decirle tantas cosas, quiero poder decirle que lo siento, que no era mi intención que mi padre lo tratara de esa manera, pero Miguel es tan como es él, sé que jamás dejaría que se me acercara de nuevo. —Princesita ¡Espera! —me detengo al escuchar su voz en la entrada del bar. Me giro con cuidado, Alene esta a varios pasos detrás de él—¿Dime? Mira hacia atrás—¿Cómo estás? —vuelvo a mi camino. Lo siento tomarme de la mano. —Siento mucho lo que pasó con nuestros padres. —Yo lo lamento más—entrecierra los ojos—Papá se ha vuelto loco y solo quiere protegerme. Chasquea la lengua—¿De mí? —no digo nada, emboza una sonrisa—Bien, de mí, al menos él si ve lo que debe de ver Gabrielle. Hace bien en protegerte. Me acerco a él, me alzo un poco para encararlo—Púdrete Izan Russo. Uno de los chóferes de la mansión me lleva hasta mi hogar, quito mis zapatos para no hacer ruidos y despertar a papá. Giro la perilla de la puerta intentando ser precavida, pero no lo logro. Llevo en las manos una botella de whisky que me he bebido como si el mundo se fuese a acabar. Sol me mira y niega, claro que lo haría, no acostumbro a hacer este tipo de cosas, para eso tenemos a Akim Smirnov. Me tiro al blando colchón, mi cabeza quiere estallar en miles de pedazos. En dos días debo entregar mí tesis y así me libraré de una maldita vez de la universidad. Miro en mi computadora la página de Hilton, los chicos de mi facultad están de fiesta a la orilla del lago starty y cierro la pantalla de inmediato. Amo a papá, amo a mamá, pero no puedo respirar. Mi frente empieza a sudar, mis manos tiemblan, intento quitarme la corredera del vestido que llevo puesto y me caigo. Mi cabeza pega contra la alfombra. Todo me duele, pero sobre todo mi alma me duele. Papá grita al verme tumbada en el suelo, trata de auxiliarme pero manoteo su intento de auxiliarme. Estoy tan enojada. Estoy tan herida. Estoy tan sola. —¡No! ¡No! —le grito al no poder evitar lo inevitable. —¡Llamen a una puta ambulancia! —mi cabeza sangra. —¿Qué mierda has tomado Elle? No lo recuerdo. —No soy una niña ¡No soy una niña! —grito tan fuerte que mi garganta empieza a arder. Papá abre los ojos. —¿Qué le sucede a mi hija? Mi princesa no se comporta de esta manera—chasqueo la lengua. Me levanto sintiéndome con valor para hacerlo—Ya no lo soy papá, ya no soy esa niña que corría por todos lados. Ya no soy esa niña que no se valía por si sola. Tengo veintiséis ¿Pero porque me siento como me siento? Porque esta casa me asfixia? ¿Por qué no puedo respirar? —Solo tiene un ataque de pánico—toma mi mano y se la arrebato. —¡No! No me trates como si tuviera seis años ¡Ya no papá! ¿No ves que ya puedo tomar mis propias decisiones? Puedo caerme y levantarme sola. Puedo enamorarme y salir con quien se me plazca. —mamá lleva sus manos a la boca. —Estás borracha Gabrielle Smirnov. Me burlo. —Deja de controlar mi vida, deja de decirme con quien salir. Deja de mandarme como si mis acciones fueran tuyas. Soy tu hija y sé que me amas, pero me estoy volviendo loca. No conozco el amor papá—lloro—No sé cómo se siente que te rompan el corazón alguien que amas con locura ¿Sabes porque no sé cómo se siente el amor? Por ti, porque tengo tanto miedo de decepcionarte. Temo romper tu corazón sin darme cuenta que me lo has roto a mí. Me has roto el corazón papá y no es de esa forma que quería conocer este sentimiento. —Elle—frunce las cejas—Vamos a un maldito hospital, te iras a dormir y este conversación se ha acabado. No dejaré que acabes con tu puta vida solo por esas estúpidas ganas de vivir la vida a tu manera. La respuesta siempre va a ser no. —¡No! —me pongo los primeros tenis que veo—¡Ya no más! ¡Nunca más! —empujo a mamá salgo corriendo a buscar mi coche. Sol intenta detenerme, pero la sangre de mi cuerpo está demasiado caliente y no lo hago. Papá avisa que cierren todo, lo escucho maldecir y llamar con fuerza mi nombre, no quiero ver hacia atrás, porque si lo hago jamás tendré el valor de enfrentarlo y defender lo que en realidad quiero. Manejo a toda velocidad pasándome las barandas de seguridad de la residencia Smirnov, los guardas de seguridad no saben lo que están sucediendo, así que aceleró sin dudarlo saliendo de ese infierno de una buena vez por todas. Manejo por media hora, dejo mi coche a medio lado de la carretera. Apoyo mi cabeza adolorida en el volante y lloro hasta sentir que mi alma se saldrá de mi pecho. Empiezo a recordar la cara de dolor de mi padre, pero necesito que abra los ojos y se dé cuenta que no puede controlarme de esta manera. Lloro a vivía voz sin importarme que alguien logre verme. Mis ojos me arden, busco la pequeña lata de cerveza que Misa había dejado hace unos días debajo del asiento de copiloto, grito bingo apenas la alcanzo, la abro y la bebo por completo. Estoy metida en un lío con mi papá, pero él debe de saber lo que en realidad he estado guardando todo este tiempo. Mi teléfono empieza a sonar y veo el nombre de mi padre en la pantalla, le cuelgo de inmediato. No estoy preparada para hablar con él ahora. Necesito calmarme y así poder llegar a un acuerdo con él. Vuelve a sonar y sorbo mi nariz al ver un número desconocido. —¿Princesa? —arrugo el mentón y rompo a llorar—¿Elle? ¿Estás bien? ¿Alguien te hizo daño? —niego y me doy cuenta que él no puede verme. Borracha y loca. —No soy Elle ¿Cómo te hago entender… que soy Gabrielle para ti? ¿Cómo tienes mi número vagabundo? —hablo con voz empelotada. Escucho una risita y varias voces del otro lado—¿Estás borracha? ¿Las princesas hacen eso? Y fue Artemisa quién me lo dio. ¿Dónde estás? Bebo otra cerveza—En la autopista Central, he salido de casa. Estoy enojada con papá y… —cuelga. Menudo cabron. De seguro se estará burlando en este momento de mí con Alene. Maldito hijo de su… No sé ni porque me enojo con él, al fin y al cabo ni amigos somos, coloco la emisora a todo volumen y grito al escuchar «Bad Romance de Lady Gaga» estoy harta de seguir las reglas, estoy hasta de comportarme como si fuese una muñeca de cristal. Vuelvo a llorar. Papá a alejado a cuantas personas han querido hablarme, pero sin darse cuenta que de una u otra manera me está haciendo daño. Brinco al sentir un par de golpes en el vidrio de la ventana del piloto, una linterna me ciega un poco, busco con torpeza los papeles de mi coche, cuando la puerta es abierta, grito a todo pulmón al sentir unas manos sobre las mías. —¡Cálmate! ¡Cálmate! Soy Izan. —¡Que me he llevado el susto de mi vida, estúpido! —se ríe a carcajadas y puedo jurar que todo el alcohol se me ha bajado a los pies. Rodea el coche y se sube del otro lado, se quita la chamarra y me la pasa—Estamos en invierno Elle—vamos de nuevo—¿Cómo has salido sin protección? —He salido de casa sin pensarlo. —¿Por qué? —¿Por qué de qué? —Artemisa me ha llamado histérica y me ha contado lo que pasó ¿Quieres hablar? —me burlo. —¿Hablar? ¿Hablar de qué? Si me has dejado en claro un millón de veces que no podemos ser amigos. Nada que pase conmigo te importa, así que bájate de mi coche y lárgate. Saca una barra de chocolate de uno de los bolsillos de su vaquero—¿Quieres? Misa me ha dicho que adoras esta golosina. Te mataré Artemisa Smirnov y bailaré sobre tu tumba. —Supones mal—da la primera mordida y se la quito. Izan abre los ojos cuando empiezo a devorar la cremosa barra de dulce. Mira hacia otro lado. —He peleado con mi padre, le he dicho que no puede decidir con quien debo o con quien no salir. —carraspea la garganta. —Mi padre me ha prohibido acercarme a ti… y mírame aquí. Nos reímos a unísono. —¿Qué piensas hacer ahora? —pregunta. —No volver a casa… mierda—me jalo con suavidad el cabello—No he sacado nada de ropa y he dejado mis tarjetas. Soy una estúpida. —Lo de estúpida me lo has dejado muy en claro que no lo eres, estas peleando por tus ideales, por lo que quieres princesita. Le doy un manotazo en su hombro—Soy Gabrielle. —Gabrielle… —me mira serio—¿Quieres romper las reglas? Respiro hondo, el rubio muerd e su labio inferior—¿Cómo haría eso? —Ven conmigo a mi casa…
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