14
Gabrielle Smirnov
La manera en cómo me mira Hiraku, me causa asco y repulsión.
Mis piernas tiemblan, Izan se gira para verme y sucede, uno de los hombres del japonés ha soltado un disparo. El mafioso tiene más de diez hombres a su disposición. Las personas corren a mi alrededor, los dedos de Izan sujetan mi vestido, atrayéndome hacia él.
Una sonrisa llena de superioridad, se dibuja en los labios de Hiraku, siento como mi cuerpo es empujado, el italiano dispara a la dirección del hombre que nos amenazan. Los proyectiles pegan el suelo tan cerca de mí, que comienzo a gritar.
Tapo mis orejas, no puedo moverme.
Los disparos me paralizan, puedo ver al rubio intentar asesinar al líder de la mafia japonesa, un grupo de hombres salen de la sombras para ayudar a Russo, los matones de Hiraku empiezan a caer uno tras otro.
Mi cuerpo es arrastrado, alguien ha salido de la nada para salvarme, corro detrás de él, en el justo momento cuando veo a Izan venir tras nosotros. Muchos hombres vestidos de n***o han salido a defender al rubio.
Escucho un llamado de advertencia por parte del asiático, esto está mal, todo está mal. Izan toca mi rostro, sus ojos azules están enrojecidos por la ira que debe de estar sintiendo. No aguanto y lo abrazo. Pensé lo peor, pensé que iba a morir.
Mi respiración está agitada, todo empieza a darme vueltas, con fuerza soy arrastrada dentro de una camioneta. El chófer se me hace tan conocido, Izan golpea el asiento delantero, las lágrimas se resbalan por mis mejillas. Toco su mano para que se calme.
—Lo siento Elle, lo siento mucho. —las palabras no me salen.
Acomodo mi cabeza en su hombro, el vehículo es manejado a toda velocidad, estamos huyendo, estoy segura de eso.
Me levanto al sentir el coche detenerse, un dormitando Izan me mira y sonríe trasmitiéndome seguridad. Uno de los guardas de seguridad abre la puerta para que podamos bajar.
No reconozco el lugar, me giro para ver al hombre a mi lado, cuando veo a Emilia Russo correr a los brazos de Izan. Alexander camina como alma que lleva el diablo, grito afectada, al ver como golpea con fuerza la mejilla derecha de su único hijo.
—¡¿Qué mierda estabas pensando?! ¿Sabes lo que sucederá si a Gabrielle le llega a pasar algo?
No dice nada.
—¡Eres un irresponsable! ¿No vas a decir nada? —lo toma del cuello de su chamarra, Izan lo empuja, limpia su atuendo y entra a la mansión sin decir más.
Emilia me abraza, pero siendo sincera no sé que está sucediendo.
Alex me da un beso en la coronilla de mi cabeza, una de las criadas me ofrece un poco de té. Mi tío da la orden para que me preparen un baño y voy detrás de la mujer morena a quien se le ha dado la orden. Respiro hondo apenas he quedado sola.
—¿En qué me he metido?
Sumerjo mi cuerpo en la tina con agua de rosas, tengo que pensar muy bien que es lo que voy a hacer ahora en adelante, Hiraku amenazó a Izan y de paso a mí, si no estoy atenta, podrían asesinarme.
¿Qué hice?
Me coloco unos vaqueros, camiseta y zapatillas que han dejado para mí, bajo las escaleras en busca de algo para cenar, me devuelvo y escondo detrás de una pared al ver a Alexander pelear con su hijo.
—¿Qué mierda tienes en la cabeza, Izan? —lo escucho chasquear la lengua.
Un suspiro hondo llena la habitación—No lo vi venir ¿Feliz? —escucho un golpe seco.
—Si no te mata el cabron de Hiraku, lo hará Miguel.
Papá…
—Ella solo… ¿Sabes que? No te importa que haga como mi maldita vida ¿Vale?
—He hablado con el padre de Hiraku, me ha costado un dineral pagar tu puta ofensa, todo lo he hecho por Elle, ella no se merece ser arrastrada por tu mierda Izan.
Me coloco en la entrada de la pequeña sala, Alex me mira y se queda callado, el rubio ni siquiera me mira. Muerdo mi labio inferior.
—Por favor, no le digas a papá—el tío Alex me mira y asiente.
—Sabes que si te llega a pasar algo, no viviré para contarlo ¿Verdad?
No puedo evitar reir, papá sería capaz de quemar la casa hasta con los gatos dentro, Emilia llama a su marido, en la habitación solo somos el italiano y yo.
Nadie dice nada.
Rodea uno de los muebles, sus manos delinean el borde del cojín de este, me muevo incomoda. —Papá no dejará que te quedes aquí, él nunca ayuda a nadie. ¿Lo sabes?
Niego de inmediato, Alex siempre fue un tío comprensivo, Misa y yo pasábamos días en su casa de campo junto a Emilia. No puedo creer en lo que él me dice, ese no es el hombre que vi desee que era una niña.
—Tu papá dijo que Hiraku no nos hará nada.
—¿Y le crees? —se burla y brinco.
—¿Por qué no debería creerle? —se acerca hasta donde estoy, sus manos acarician mi cabello y el inicio de mis pechos; dejo de respirar.
—Es Alexander Russo, el hombre que sigue siendo un mafioso sin importarle cuanto daño le haga a su familia esto.
Es imposible, esto es mentira, Izan juega con los dedos de mi mano izquierda, no puedo creer lo que estoy escuchando. Alex no le haría esto a su familia, él y papá dejaron el narcotráfico hace mucho tiempo por mamá.
¿Papá sabrá esto?
Se decepcionaría mamá si supiera la verdad, ella siempre ha tenido una gran estima hacia esta familia, creo que no soportaría si se llega a enterar que Alex le ha mentido por tantos años de una forma tan descarada y cruel.
¿Y si es verdad?
Si Alex dejó morir a la madre de Izan, sería tan déspota y ruin, no podría verlo con los mismos ojos. Una lágrima se resbala por mi mejilla de solo pensarlo. Una mujer que sufre por una enfermedad y llora día tras día al saber que partirá de esta tierra y dejará a su único hijo sin protección, porque el hombre que un día dijo amarla, la abandonó de la manera más espantosa posible.
—Yo no podría imaginar a Alexander de esa manera…
—Pues créelo princesita ¿Por qué crees que Toshiba le perdonó?
Tapo mi boca, es verdad, todo es verdad.
El padre de Hiraku le ha perdonado porque Alex también es mafioso.
(***)
Llevo un poco de pastas hacia mi boca, Emilia me sonríe y acaricia mi mano dándome a entender que soy importante para esta familia. Izan nos mira y rueda los ojos y no era para menos, jamás ha tenido un tipo de afecto como este de parte de su verdadero padre.
Corto un poco de pan y lo como, la tensión está tan fina, que puede cortarse con un cuchillo. Izan bebe otra copa de vino, puedo ver en su rostro, que el alcohol ya está tomando posesión de su cuerpo. Alex pide que se lleven las botellas de la mesa, pero su hijo golpea tan fuerte la madera, haciendo que los platos caigan al piso.
—¿Cuál es tu problema Izan? —grito al ver a Emilia afectada.
Se ríe carente de humor—Él es mi problema.
Alex saca su teléfono y envía un texto de rapidez—Deja de comportarte como un hijo de puta, Iza ¡Ya!
El italiano golpea en la mandíbula a su padre, me echo hacia atrás al sentir como cae comida en mi cuerpo, Alex intenta calmarlo, pero no puede. Pedro llega de un momento a otro. Mi corazón late fuerte contra mis costillas en el justo momento que veo a Miguel entrar al comedor como una fiera.