18
Pedro me informa que Jean ya ha ido por Louis, le digo a Sol que prepare bocadillos para nosotros, el timbre de la mansión suena y brinco, el chico español está rojo como un tomate, ve todo a su a su alrededor, papá deja a mi madre a un lado apenas ve a mi compañero pasar por la puerta principal.
Lo fulmina con la mirada, le da la mano y puedo escuchar el chillido por parte de Louis. Carraspeo la garganta.
—Louis Barrera, señor—dice con su precioso acento español.
—Miguel Smirnov, eres español igual que mi esposa, bienvenido a mi humilde casa.
Me golpeo la frente, papá no sabe ser modesto.
Hemos pasando dos horas investigando todo sobre empresas de europeas en América. Louis ha traído sólo un cuaderno y un bolígrafo, desde aquí puedo ver un pequeño agujero en la chamarra que lleva puesta. Me imagino lo duro que debe ser para él, vivir en un país donde no conoces a nadie, uno donde si no eres millonario nadie te presta atención.
—¿Qué hay de tus padres? —alza la mirada, despegándose de la taza de chocolate y galletas que nos han traído.
—Mi mamá es doméstica en una casa en España y papá es operario en una empresa, soy el hijo menos de cuatro, si, mis papás no perdieron el tiempo.
Niego con las manos—No he dicho nada—trato de reír para no incomodarlo.—¿Trabajas?
Asiente—En una cafetería como mesero y a veces lavo platos.
Que triste.
Mi teléfono suena, quedo pasmada al ver el mensaje que Hugo me ha enviado, Artemisa ha ido a la carrera del muelle y no solo eso, ha tenido la pésima idea de embriagarse como desquiciada sin padres ni vida.
¿Qué manda estaré pagando con esa niña?
Corro hacia mí closet, me pongo un vaquero, camisa blanca con corte campesino y tacones básicos. Agarro mi chamarra y miro a Louis, no puedo dejarlo aquí solo. Así que le digo que me acompañe y que por nada del mundo puede decir algo.
Manejo mi audi n***o a toda velocidad, mi teléfono vuelve a vibrar y no me quiero ni imaginar lo que Artemisa Smirnov debe de estar haciendo. No puedo creer que haya salido de la casa y de nuevo nadie se ha dado cuenta. Como una niña de diecinueve puede ser un mar de problemas. Louis está en silencio, mira hacia afuera y en ocasiones lo veo sonreír.
Parqueo mi coche y maldigo al ver el lugar repleto, así será imposible encontrar a Misa con tanta gente de por medio. Intento llamar a Hugo, pero su teléfono está apagado.
—¿Conoces a mi prima Artemisa? —asiente—Esta en este lugar ebria, su novio Hugo tiene que correr en unos minutos y si la deja sola o con algún desconocido pueden hacerle algo. Necesito encontrarla lo más pronto posible.
Ambos corremos gritando su nombre, la música retumba tan fuerte, que mi cabeza comienza a dolerme. La mayoría de personas ya están hasta la cabeza de borrachas, me paralizo al ver en el fondo a Misa con Izan, este le ayuda recogiendo su cabello para vomitar.
Louis me ve y camina a mi lado, tomo de la mano a Artemisa, apenas me reconoce me abraza, su aliento a vómito me revuelve el estómago.
El español me mira y mira a Izan que prácticamente ya lo ha matado con la mirada, el rubio se coloca de pie, se cruza de brazos haciendo que sus músculos de noten mucho más. Louis queda una cabeza más bajo que él.
—Soy Louis… —¡No lo hagas! Ya que, ya le dio la mano.
Izan lo mira, para luego ignorarlo, el español me susurra algo que no entiendo, pero hago que si, Hugo intenta cargar a Artemisa, pero esta se queda dormida. Sujeto la mano de Louis.
—¿Ustedes que? —Izan pregunta en un tono severo.
—¿Qué de qué? —eso Elle, échale más leña al fuego.
—¿Están saliendo? —el español abre los ojos.
—¿Si fuese así, que? —síguele Izan, mátame con la mirada.
La sangre se me ha ido hacia los pies, Alene acaba de llegar, me mira y besa de una manera tan apasionada a Izan frente a mí. El italiano le devuelve el gesto. Mi corazón late a mil por segundo. Louis me da la mano e intenta sacarme de allí.
—¡Sé que no tienen nada!
—Púdrete Izan Russo—grito a todo pulmón.
Escucho una maldición, Hiraku esta aquí y ha golpeado a Louis, Alene se sube a la moto para acompañar a Izan, ella le da un beso fugaz en la mejilla, el asiático me da la mano para llevarme a mí.
¿Qué hago?
Hiraku alza una ceja, le doy la mano a Louis para que pueda levantarse, los competidores ya están siendo llamados para la alineación de la carrera. Miro hacia atrás, Alene le da otro beso a Izan y se me revuelve el estómago. La cara del rubio cambia notoriamente cuando decido aceptar la invitación del japonés.
Coloco un pie en la palanca de cambios, para poder subir a la moto de Hiraku, hago el primer intento para subir y no puedo. Escucho las risas de Alene y la quiero matar en este justo momento. Izan no me quita los ojos de encima. Toco los hombros del japonés para apoyarme en él y subir, lográndolo de inmediato.
Misa brinca emocionada, Hugo le da un beso, la veo hablar complacidamente con mi nuevo amigo, Izan empuja al español con uno de sus hombros al momento de pasar al lado de él.
Hiraku empieza a acelera el motor de su motocicleta estáticamente, el humo espeso sale del tubo de escape. Mi corazón bombea con fuerza, mis manos empiezan a sudar porque es la primera vez que hago algo de este calibre. Una mujer en bikini se nos acerca, nos pasa una garra de cerveza que nos hacen beber en menos de un minuto.
Izan mantiene la frente fruncida, su mandíbula está tensa y se le nota molesto, rodeo con mis brazos a Hiraku, la carrera esta por empezar.
Mi cuerpo se echa hacia atrás, apenas comienza a andar el vehículo, se coloca en la línea de salida y suspiro hondo. Una mujer en topless se quita lo que queda de ropa en su cuerpo, Izan me mira, susurra que me baje y le saco el dedo del medio.
—¿Te gusta mi chica, italiano? —espeta Hiraku provocando a Russo.
—He visto mejores—responde con arrogancia. Maldito hijo de puta.
La chica que lidera la carrera ha explicado las reglas y lo único que entendí es que no hay reglas en este diabólico juego. Grito a viva voz al sentir mi cuerpo moverse por la gravedad. Mi cabello cae en mi boca y resto de cara, me aferro con firmeza al torso del loco que esta manejando.
—Necesito que alcances el puto pañuelo, que esta a medio kilómetros—grita para que logre escucharle.
Ahogo un gemido de dolor, en el justo momento que acabamos de pasar por unas cajas de maderas y estas me han golpeado fuerte las piernas. Puedo visualizar a lo lejos una cuerda que sostiene una mascada de color rojo vino. Elevo mi trasero para tomarlo, el viento pega con más fuerza en mi rostro, cuando Hiraku acelera aún más la motocicleta.
Alene se levanta después de mí, Izan le grita un montón de cosas inaudible e incomprensibles, la muy perra cree que me va a ganar y no. Siento un mareo por la cerveza, pero no me voy a dejar vencer de esa horrorosa mujer.
—¡Acelera! —espeto con valentía.
Me agarro de los brazos de Hiraku, respiro hondo intentando mantenerme de pie en el sillín de la moto, todo se me mueve pero debo hacerlo. Izan me grita que me baje, pero no lo hago, con más determinación necesito ganar esta competencia. La moto del italiano va pegada a la de nosotros, pero en un movimiento acertado y rápido, logro ganar la mascada.
Me siento de rapidez, Hiraku dice cosas en su idioma, todos están emocionados e eufóricos. Apenas llegamos a la meta, el asiático me levanta con sus brazos fuertes y damos vueltas. Me alejo al recordar lo peligroso que es. Deja miles de besos en mis mejillas.
Sus amigos celebran con él y me aparto, Misa y Louis corren hasta mí, felicitándome por mi gran Azaña de esta noche. Un maletín lleno de dinero es entregado al ganador y es allí
donde comprendo; la he metido hasta el fondo.