Al día siguiente, León sabía que su día sería largo. Luego de presentarse en sus clases debería quedarse hasta la noche en la biblioteca si quería terminar de pagar sus estudios.
Se levantó de su cama y se dio una ducha rápida, se puso un pantalón de mezclilla con una camiseta negra que dejaba al descubierto sus marcados brazos, un poco de aquel perfume de calidad intermedia y salió sintiéndose mal por evitar a su abuela, pero no quería que volviera a remarcarle aquello de los sentimientos, aún cuando ni el mismo sabia que era lo que le sucedía.
Como casi todos los días, cuando salió de su casa Mat y Angie esperaban por él.
— Vamos cuéntanos todo — gritó Angie con una sonrisa pícara en el rostro y posicionándose entre medio de sus amigos.
— No hay nada que contar, no seas chismosa —
