No molestes

1469 Palabras
Diez años después... Los años han pasado y nunca obtuvimos respuesta sobre el asesino de mi madre. Su caso se cerró tras no tener pistas suficientes para sospechar de alguien. Las puertas fueron forzadas para ingresar, no había huellas, ni arma, nada... Desde esa noche en que vi su cuerpo inerte, lleno de sangre a su alrededor... comencé a tener pesadillas, todas las noches repetía la escena en mi mente tras cerrar mis ojos. He tenido que estar bajo medicamentos desde muy joven para poder dormir y no tener las pesadillas de siempre. Después de la muerte de mi madre, tuve que quedarme con los vecinos que me ayudaron hasta que regresará mi padre de su misión. Cuando él llegó, nos entregaron su cuerpo tras realizar las pruebas para saber la causa de su muerte y pudimos darle sepultura. Mi madre siempre amó la playa, por ese motivo, decidimos que en la playa sería dónde sus cenizas descansarían en paz. Con el tiempo, mi padre cambió su actitud hacia a mí y me trató como a una marginada. El dolor que sentía por haber perdido al amor de su vida, lo hizo caer en la depresión y luego en la exigencia. Por lo general, nuestra familia siempre estaba llena de risas y alegría, pero tras perder a la persona que nos hacía sentir en nuestro hogar, todo se convirtió en exigencias, regaños y rechazos. Cuando cumplí siete años, mi padre se casó nuevamente con una mujer más joven que él. Tuvieron una hija a quien llamaron Zoe, la niña tenía un cierto parecido a mí, pero no era mucho lo que nos parecíamos. Ella era mucho más bonita que yo, tenía ojos azules y cabello castaño, igual a su madre. En lo único que nos parecíamos eran nuestras cenar y nuestros labios, los cuales heredamos a nuestro padre. Mientras ella era de ojos azules, mis ojos eran completamente negros, al igual que mi largo y suave cabello. Mi padre continuó en su trabajo sirviendo a su país. Yo tuve que soportar todo este tiempo el rechazo y el odio de mi media hermana pequeña y su madre. Me sentía como en el cuento de la Cenicienta. Siempre tenía que cuidar de mi pequeña hermana y hacer todo lo que mi madrastra quisiera. Sin embargo, aunque mi padre nunca estaba, intenté ser buena hijastra y buena hermana, pero con ellas era imposible llevar una buena relación. En la escuela me iba muy bien, era una de las mejores en toda la escuela. He cumplido la promesa que le hice a mi madre antes de morir. No he dejado que nadie me haga sentir menos, he ayudado a quien lo necesita y he sido una buena persona. Además, de hacerme fuerte. Cuando cumplí once años, le suplique a mi padre que me metiera a una academia de artes mixtas, desde entonces no he parado mi internamiento ni una sola vez. —Muy bien estudiantes, deben llenar estás encuestas. Se trata sobre lo que quieren hacer en su vida, tampoco olviden que deben hacer firmar estos permisos de sus padres para poder realizar las visitas a diferentes universidades, sé que muchos están indecisos sobre que estudiar y otros ya sabrán lo que desean para su vida y eso es genial. Pero deben hacer que sus padres firmen este documento o no podrán ir a la excursión de universidades. Todos mis compañeros hacen bulla por la felicidad de salir a excursión, aunque luego se quejan por los trabajos que nos dejan los maestros para el fin semana. Al terminar la escuela, tomo mis cosas y me dirijo a casa. Para mí era difícil tener que regresar cuando mi padre no está en casa, pero debía hacerlo. Sin importarme nada, decido irme despacio a casa, no tenía ningún afán por volver. Mi padre estaba en una misión, así que no pasaría nada si no estaba en casa. — ¿Dónde estuviste todo este tiempo? Al alzar mi mirada tras escuchar su voz, lo miro confundida. Se suponía que estaba en una misión. ¿Qué hacía aquí tan pronto? —Lo siento padre, he venido lento a casa. No sabía que llegarías hoy. Él me mira furioso, su mirada me hace sentir un poco triste, pero aun así no dejo que me intimide. —Ve a tu habitación, esta noche te irás a la cama sin cenar. —Sí señor. Obedezco sin decir nada, camino hasta mi habitación y me encierro en ella. Siempre era de esta manera cada vez que llegaba, solamente se dedicaba a regañarme y castigarme por cualquier estupidez. Cuando llevaba una hora de estar en mi habitación sin hacer nada, recordé que debía aprovechar para hacer firmar el permiso para visitar las universidades. Agarro mi mochila y saco el permiso arrugado, tomo un bolígrafo y salgo de la habitación en su búsqueda. —Padre... —No molestes. Me quedo mirándolo por unos segundos y le extiendo el permiso. Él me mira enojado al ver que le había tapado la pantalla del televisor. —¿Ahora qué quieres? —Debes firmar esto para la escuela, es obligatorio. Apenas le menciono que es de la escuela, me arrebata el permiso y lo lee. Luego firma y me lo entrega de mala manera. —Necesitaré dinero para la excursión. —Wanda, llevas mucho tiempo sin ver a tu padre y lo primero que le pides es dinero. Eso no es correcto, jovencita. La fastidiosa voz de la actual esposa de papá hace presencia. No sabía cómo él podía tolerar siquiera su ruidosa y entrometida voz. —¿Me lo vas a dar o no? —¿Para qué quieres dinero? —Para la excursión. —Te la daré mañana, ve a tu habitación. —Bien. Luego de obtener lo que necesitaba, regreso a mi habitación sin decir nada. Guardo el permiso en mi mochila y me siento en la cama con mi computadora para buscar que carrera me llamaba la atención. Aunque me iba muy bien en la escuela y de qué podía estudiar lo que yo quisiera, gracias a mi fantástica mente fotográfica, no había nada que llamará mi atención. Me rindo en la búsqueda de una carrera para mí y decido tomar una siesta. Una vez que me despierto, escucho que todos estaban comienzo, pues ya era la hora de la cena y como no tenía permitido cenar con ellos, recurro a mi mayor tesoro. Desde hace un tiempo, mi padre siempre me castigaba con lo de irme a la cama sin cenar. Desde la tercera vez que me hizo eso, comencé a esconder dulces y comida que no requerían de un refrigerador para mantener su composición intacta. Al contrario, compré alimentos que podían estar al medio ambiente por un cierto tiempo. Me como algunas de mis reservas y después me siento a hacer las tareas que han dejado los profesores. Media hora después, mi padre entra en mi habitación y me arroja dinero sobre mi escritorio. —Ahí tienes el dinero, espero que te comportes en la excursión y no reciba quedas de tus maestros. Tomo el dinero y lo dejo en uno de los cajones de mi escritorio y continúo haciendo mis tareas, mientras le respondo. —No tiene de que preocuparse, nunca ha recibido quejas de los maestros y esta vez no será la excepción. —Eso espero. Luego de decir lo que quiso, se da media vuelta y sale de la habitación. Cuando se ha ido, tomo el dinero y lo guardo en mi mochila para no olvidarlo. Esa noche me fui un poco más tarde de lo usual a la cama. Había hecho todas mis tareas y ya no tenía de que preocuparme. Al otro día, comienzo mi rutina para irme a la escuela. Ese día me fui a pie como todos los días. Cuando llegué, busqué a la maestra y le entregué tanto el permiso como el dinero de la excursión. —Aquí tiene maestra, el permiso firmado por mi padre y el dinero de la excursión. Ella me mira sorprendida por traerlo tan pronto, pero, aun así, los acepta. —Gracias Wanda, ya puedes ir a tus clases. Nos veremos en unas horas. —Claro, con permiso. Me retiro despacio de su oficina con temor a romper todo con mi impaciencia. Al final, me sorprendo al ver que muchos compañeros no han traído el permiso y el dinero. Parecer ser que fui la única que lo entendió. No lo sé... El día en la escuela sigue igual de aburrido, aunque he prestado atención a cada de las cosas que nos han enseñado hoy. Luego de las clases, me encaminó hasta el club para dar inicio con mi rutina de ejercicios, después, comienzo a entrenar las artes mixtas hasta que era hora de volver a casa.
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