Yaroslav comenzó a caminar con sus manos hacia atrás recordando cada comportamiento de cada sirviente esperando a su protegido. Pero, Absalón estaba en el baño olvidándose de todos sus problemas por primera vez en sus 37 años de vida. Había abierto la llave de la lujosa ducha y mientras el agua caía sobre sus cuerpos sostenía a Saleema, aquella pequeña mujer que tenía el poder de hacerle olvidar todo. La había posicionado contra la pared, mientras la penetraba profundamente. Cada embestida era una invasión apasionada; su gran pene duro y grueso se hundía completamente dentro de su vag¡na, estirándola con cada empuje. La fricción del vaivén era intensa, su enorme miembr0 entraba y salía con un ritmo que hacía que sus labios vaginales se abrieran y cerraran alrededor de él, creando un so

