Cómo acto seguido, el estridente sonido del teléfono cortó la atmósfera como un relámpago en aquel despacho de elegancia intimidante, donde la madera oscura de las paredes contrastaba con el mármol azabache del piso, creando una sinfonía de poder y opulencia. Absalón extrajo el dispositivo de su bolsillo con un movimiento fluido, con sus ojos azules estrechándose peligrosamente al reconocer el nombre en la pantalla. Yaroslav, testigo silencioso, observó la metamorfosis en el rostro de su protegido: cada músculo tensándose, cada rasgo endureciéndose mientras la máscara del implacable líder mafioso se deslizaba sobre sus facciones como una segunda piel. «Problemas»—pensó Yaroslav mirando a Absalón. ―Habla ―dijo, Absalón con la orden atravesando el aire como una daga de hielo, precisa y l

