Con fingida indiferencia Absalón apartó su mirada del ecosonograma y mientras un sirviente del servicio del catering le servía más vino pensaba: «Un... heredero para la organización no se vería nada mal―sus ojos azules recorrían la copa de vino y una ambición fría y calculadora se reflejaba en su mirada. Si lo tengo ahora… cuando tenga… 63 años… la edad en que me retire, él podrá tener... 25 años y le daré el poder. Estará bien entrenado por mí ― Sus labios se curvaron levemente mientras añadía para sí: Además, la enana está joven y viviría conmigo... para siempre» Sin embargo, mientras él se perdía en sus cavilaciones, Saleema notó que uno de los mechones azabaches y desordenados del mafioso estaba medio lleno de comida. Con un gesto de preocupación, se levantó de su asiento, contra la

