―¿Así? ―susurró ella, con su voz mezclando desafío y vulnerabilidad mientras seguía sus indicaciones, manteniendo su orgullo intacto―. Lo hago es para que no me duela. No... por ti. ―Mmmm, sí, así ―respondió él con voz grave, con su mano libre buscando el botón del ascensor transparente con movimientos calculados. Las emociones cruzaban el rostro de Saleema mientras sus ojos se encontraban con la mirada penetrante de Absalón. Sus brazos se aferraban a su cuello musculoso como buscando un ancla en medio de la tormenta de sensaciones contradictorias que la atravesaban. «Rayos, ¿por qué me está pareciendo atractivo ahora este asqueroso, y por qué quiero moverme más si me duele?» La batalla interna entre su orgullo y sus impulsos la consumía, con cada pensamiento una contradicción más pro

