Mientras tanto, en Coral Gables... En la penumbra de una bóveda blindada, Ismael Habitt contemplaba con ojos ávidos los fajos de billetes de veinte mil dólares que sostenía entre sus manos. Una sonrisa fría, desprovista de cualquier atisbo de culpa paternal, se dibujaba en su rostro mientras pensaba en el precio al que había vendido el futuro de su hija menor. ―Vaya hijos, su hermana si que le dio una gran fortuna a su padre jajaja. Mi inversión dio frutos ―declaró con un tono que destilaba codicia, mientras sus dedos acariciaban los billetes como si fueran un tesoro sagrado. La bóveda, testigo silencioso de aquella transacción despiadada, albergaba a los tres hombres que metódicamente organizaban los 95 millones de dólares, con varias maletas aún por vaciar. El destino de Saleema en ma

