JUGLAR URBANO
SUEÑO ETERNO
Todos sabíamos que el Juan dormía poco, pero el martes de la semana antepasada me llamó para contarme que tenía un problema y necesitaba verme. El Juanito ya llevaba una semana sin dormir, estaba chupado y parecía espectro. Ya había ido al médico, y según él, ya las había hecho todas, pero aún así no se dormía.
Intentamos la típica, nos pusimos a tomar hasta quedar tirados, todos dormimos como bebés por un día entero, y cuando despertamos, además del hachazo, veíamos que Juanito no había dormido nada, y seguía borracho. A esa altura todos estábamos de acuerdo, que esto era obra del Mandinga. Fue entonces que empezamos a interrogar a nuestro compadre. Y por ahí fuimos cachando la onda. El Juan había estado rejuntado con una minita menor que él, mí compadre tiene 30 años, y ella tenia 19, pasto tierno pa´l el buey viejo.
Lo mejor de los cuatro años juntos, eran las noches, pa´ que vamos a entrar en más detalles, y este huevón dejó de dormir, cuando se empezó a acordar de eso. Entonces todos dijimos, ahí esta la solución, una minita que se haga la amable. Comenzamos la selección por los distintos cafés con piernas del centro, y aunque había varias candidatas, nos fuimos por una lolita, que por veinte lucas, prometía más que ternura.
Se la llevamos al Juan. La mina cuando lo vió salió corriendo, dijo que no estaba pa´ revolcarse con monstruos. Era lógico, el otro llevaba dos semanas enteras sin dormir, parecía sacado de un cuento de la cripta. Así que a buscar de nuevo una valiente, que estuviera dispuesta a darle candombe a esa pobre alma.
Nos costó, pero encontramos una valiente, que cuando escuchó la historia, y vió las treinta lucas, estuvo dispuesta a una batalla cuerpo a cuerpo con nuestro amigo el esqueleto.
La camboyana tenía entrenamiento comando, agarro al Juan y le dió como si nunca le hubieran dado. Mi compadre compró pasajes al cielo como diez veces.
Era un ídolo, un inmortal.
Pero no se dormía el huevón.
No había caso, la camboyana lo había tomado como reto personal. Cuando paró, estaba enojada, decía que se iba a tener que gastar la plata en el consultorio o en la vulcanización pa´ que la recaucharan, nunca había visto a una mujer que no pudiera cerrar las piernas.
Y el Juan, nuestro héroe, aún no dormía.
Entonces seguimos con el interrogatorio, para ver si además de lo güena que eran las noches, había otra cosa que recordara. Juanito nos dió una nueva pista, lo que más recordaba, eran esas cazuelas de pava con chuchoca que le hacía esta mina y de postre brazo de reina con manjar y crema de Chantilly. Después de eso, la lógica siestecita a lo cucharita.
Partimos por lo más fácil, aprendimos a hacer cazuela, igualito como las hacía la mina, y el brazo de reina nos quedó de miedo, a esa altura el Juan llevaba tres semanas sin dormir, y apenas tenía fuerzas pa´ comer. Mi compadre se repuso un poco con la comilona. Pero no se dormía.
Así se nos ocurrió el último recurso: hacerlo dormir cucharita. Fuimos a la calle Rosas y compramos la solución.
Ya sé que cuando uno mira por la ventanita del ataúd, y ve al Juanito durmiendo cucharita con la maniquí, dan ganas de reírse, pero cuando la abrazó se durmió para siempre, y no hubo como quitársela, por eso los pusimos juntos en el catre del sueño eterno. Cuando uno se aferra a un recuerdo de felicidad, el incierto futuro pareciera no tener esperanzas. Es ahí cuando olvidamos, cuantos posibles recuerdos felices nos depara el mañana.
EL CAZADOR DE DESEOS
Estaba pateando la perra en Alameda con Ahumada, porque de nuevo no me habían pagado lo que me debían. Cuando entre el gentío, de repente, sobresale una larga y conocida figura. Era mi compañero de curso, el Flaco Jiménez.
Flaco… Flaco Jiménez, hey Flaco. Como estay, soy el guatón Soto, el del liceo, ¿te acordai?
Sotito, cara he potito, ¿como estay?... Soto, te veís más flaco, si hasta pareces persona gil. ¿Vamos a tomar un cafecito para que me contís tu vida Sotito?
Güeno flaco, pero tu pagaí.
Hace tiempo que no me decían que tenía cara de poto. Pero el comentario del Flaco, me recordó cuáles eran los sobre nombres que tenia este desgraciado en el colegio, el sin sombra, el hilacha, el tallarín erecto, el cara de línea, el falo parlante, pero su chapa más conocida, incluso fuera del liceo, era PORNOMAN. Le decían así, porque el Flaco tenía todas las películas, comic y revistas pornográficas que existían, ya que su papá, como lo veía medio quedado y gil, desde chico le incentivó el tema de las minas y la sexualidad.
Si cuando el Flaco estaba en la pubertad, nadie se atrevía a darle la espalda por temor a recibir la estocada. Mientras caminábamos por los subterráneos aledaños a la estación de metro Universidad de Chile, el Flaco me puso al día sobre su vida.
Sotito, llegamos, ese café de allá es como mi segunda oficina. Pase compadre, tome, aquí esta la plata, compre dos cortados grandes, mientras yo elijo lado en la barra.
Años que no veía a este gallo, y ya me estaba tratando como su junior. El famoso café era minúsculo, no cabían más de diez personas en toda la barra, un tugurio oscuro con una combinación de olores a cigarro, sudor y poto.
El Flaco, como calzaba cuarenta y siete, y medía como dos metros veinte, no pasaba desapercibido. Todavía me acuerdo que en el anuario del liceo, le recomendaban que fuera proctólogo, o mejor todavía, urólogo, porque con los tremendos dedos largos y gruesos de sus manos, iba a tener a toda la comunidad gay de Chile haciendo fila en su consulta, para el tan famoso examen de próstata. Cuando después de pagar lo busqué, pude darme cuenta porqué había elegido ese sector de la barra.
Ella era una morena crespa, estupenda, hecha a mano, de catálogo. Una de seas minas de revista que uno cree que no existen. Tenía puesto un hilo dental fluorescente, que no dejaba nada a la imaginación. Y mi compadre Flaco ya la estaba sobando.
Venga compadre, le presento a Tamara, una amiga que acabo de conocer. El angelito del hilo dental, tomó entre sus manitos mi cabeza y me dio tres besos, uno en cada mejilla, y otro cortito en la boca. Cuando desperté, no pude evitar pensar que a todos los saludaba así, incluyendo a mí compadre Flaco.
Despierte Sotito, no se enamore, no ve que a estas guerrilleras les gusta calentar el agua sin tomarse el tecito, no caiga compañero. Hagámonos pa’l rincón será mejor, pa’ ver si puedo tomar venganza.
Después de que ella nos sirvió el café, y conversamos los tres un rato, comenzó la persecución. Aunque la mina era alta, y estaba sobre una tarima, tenía que mirar al Flaco hacia arriba. Mi compadre por su parte, ya la tenía bien tomada por la cintura. Mientras le hablaba al oído, suavemente el Flaco comenzó a frotar con la punta de sus dedos la cintura de la hermosa mujer, como quien frota la lámpara mágica, para pedirle tres deseos. En ese momento, con seguridad, mi compadre lanza su afirmación….. Que pena mijita, lástima que sus pechuguitas sean de silicona. Se veían tan bonitas, pero son ¡falsas!
Con cara de ofendida y de enrabiada, ella le tomó la mano al Flaco, y le dijo que agarrara. Por supuesto este salvaje puso su tremenda mano sobre la pequeña pechuga, y con suavidad, además de acariciarla, con picardía el Flaco le pellizcaba el pezón.
Pude ver como crecían y endurecían los pechos de la mujer. Ella reclamó su derecho, y en voz alta para que yo escuchara, dijo que ahora le tocaba a ella agarrar. Con un zarpazo discreto y suave, metió su pequeña mano en la entrepierna del Flaco. Ahí me acordé que a este gallo también le decíamos el elefante, y no era por las orejas, si no por la trompa, que él llamaba cariñosamente, su tercera pierna.
El café estaba lleno de gente, y yo lo único que quería era salir corriendo, producto de la vergüenza ajena. Pero más pudo el morbo. La mina hizo una declaración de principios a viva voz….. Me estoy poniendo cachonda
Cachonda, ese si es comentario de película porno. Además, fue como si hubiera invocado a un ser mitológico, el Flaco como un animal al acecho, cubrió con su cuerpo la frágil figura de la mujer. En la oscuridad, pude notar como mi compadre lanzaba su garra a la entrepierna de ella.
Pude sentir como a esa mujer se le aceleraba el corazón, se ponía más rosada su piel, y dejaba de respirar, al momento que cerraba sus ojos. Cuando exhaló, su aliento estaba cargado de ansiedad, de sexo, de deseo. De un salto el Flaco se separó de ella, y sin despedirse, dió media vuelta y se fue. La pobre mujer se quedó helada, atónita, con la cara de un niño al que le acababan de arrebatar su caramelo…… Yo, por cortesía, me encogí de hombros y salí detrás del Flaco.
Compadre Flaco ¿Qué pasó?
Nada compadrito. No ve cumpa que a estas minas les gusta dejar a los hombres locos, y después no dar la pasada. Por eso este es mi deporte favorito, jugar con ellas hasta dejarlas bien calientes, hasta que sean ellas las que quieren…. El arte está en encontrar el momento exacto, para dejarlas sin nada.
Conversamos un rato, y luego nos despedimos. Cuando caminaba de vuelta a mí oficina, iba pensando en como el ayer PORNOMAN, hoy se dedicaba a colgar en su memoria, como si fueran trofeos, los deseos inconclusos de las mujeres más hermosas de los café con piernas de Santiago... tal vez por eso el Flaco habla de venganza.
ROMPE OLAS
Corría una suave y tibia brisa de verano al atardecer.
Tenía que capturar la puesta de sol desde el borde.
El agua y la sal flotaban en el aire.
Recuerdo la luz y la ola.
El mar entrando por mi boca.
Los golpes contra las rocas.
El dolor, la angustia, la paz y la calma
¿Cómo habrán quedado todos?
¿Se acordarán de mí?
APUESTA
Si, la quiero con doble queso por favor, y rápido.
Treinta minutos después estaba en la dirección de la comanda. Era un edificio de estos bien pirulos del barrio Vitacura, toque el citófono, y la misma cancioncita de siempre: Buenas noches, pizzas Don Bito, su orden de 12 Bito especial familiares, está en la puerta.
Sube, dijo el citófono.
Subí pensando que la propina podía ser re buena, el compadre que atendió tenía voz amable, y se escuchaba la media fiesta de fondo. Desde el pasillo se escuchaba la música, cuando se abrió la puerta, un loco me agarró y me hizo entrar al departamento. De repente yo era el centro de la fiesta, y el dueño de casa me dijo:
Tú eres el pobre tipo que reparte las pizzas, te apuesto que nunca habías entrado a un departamento como este, ni visto gente tan linda como ésta.
Que cree que vivo en la luna, o ustedes son muy especiales.
Mira chulito, no me contestes, y mantén tu nivel, o te crees tan inteligente como nosotros.
Tan inteligente y más que cualquiera de ustedes.
Entonces hagamos una apuesta, yo te apuesto las 12 pizzas a que no encuentras la solución al siguiente problema.
Momento, ¿qué gano yo si adivino?
Escribe en este papel lo que quieres, y si adivinas te lo concederé.
¿Lo que sea?
Si, lo que sea, cualquier cosa, soy tan poderoso que no hay nada en el mundo que yo no te pueda dar.
Escribí cuidadosamente lo que quería si ganaba. El cuico dobló el papel sin leerlo, y se lo pasó a su amigo, haciéndolo prometer que vería que yo recibiera lo pedido si ganaba, y todos los invitados de la fiesta eran testigo de la apuesta.
La pregunta es la siguiente, tienes solamente tres tarros, uno de 15 litros, uno de 5 litros, y uno de 3 litros, y debes dejar 7 litros de leche en el tarro de 15 litros.
La respuesta: primero lleno el de cinco litros, con ese lleno el de tres litros, y los dos que quedan en el de cinco, los entrego al tarro de quince litros, luego lleno de nuevo el de cinco litros, y lo vuelco en el de quince litros, así este tarro queda con 7 litros.
Yo reparto pizzas para sobrevivir, pero la cuneta te enseña a sobrevivir. Vamos pagando la apuesta genio.
Cuando leyó mi premio se quedó helado, tuerto, cojo, manco y sordo. Ya que nunca pensó que yo le iba a pedir cinco partes de su cuerpo en una bolsa de basura. Así nunca va a volver a apostar ese pobre eunuco.
SCARE
Hace varias noches que tengo el mismo sueño. No se si es carne viva o muerta, sólo sé que es carne, músculo fibroso que se desgarra con el paso de mi metal.
Ya era mucho, llevaba como dos semanas pensando lo mismo. Hasta que un día, a la hora del almuerzo, en el casino, carne al jugo con arroz, yo siempre comía vegetariano, pero el olor de la carne...fue algo compulsivo, sólo quería carne, sólo carne. Comencé a cortarla en pedazos, luego en pedacitos, y mientras más cortaba, más pequeños eran los trozos, y mayor el placer.
Camino a casa compré un trozo de carne para poder cortarlo, y antes de acostarme lo había pulverizado. Así fueron pasando los días, y los trozos de carne eran cada vez más grande, y mayor era mi necesidad de cortar... era una excitación insana la que me poseía. Intenté un día viernes, ponerle fin a este vicio obsesivo que iba cada día en aumento. Boté a la basura todos los cuchillos, y me deshice de toda la carne que había en mi refrigerador.
Pasé todo ese día caminando de arriba abajo, pero era inevitable. Necesitaba esa sensación, me había vuelto adicto a ella. Sabía que era una ansiedad hedonista la que me movía, pero que puede hacer uno cuando un vicio es tan fuerte, y no se tiene el valor de soportar el sufrimiento de la ausencia.
Entonces vi un clavo de 4”, estaba debajo del sofá. Estaba tan cansado que apenas pude tomarlo.
Puse su punta sobre mi pierna doblada, y lo deslicé suavemente. La sensación de placer por sentir rasgar mi piel junto con el dolor, resultó ser una intensa y nueva experiencia.
Mi vicio había adquirido una nueva dimensión, la del placer con dolor. Fue así como llegué al record Guiness, como el mayor cultor del Scare, o tatuajes de cicatrices, teniendo más del noventa por ciento del cuerpo cubierto de llagas. Quien dijo que el placer no podía estar junto con el dolor, todos alguna vez hemos llorado de felicidad....
TRANQUILO
Tranquilo,
Sin darse vuelta,
Entrega tu celular, el anillo y la billetera,
No te va a pasar nada,
Entrégame todo,
Sin darse vuelta,
Yo los necesito más que tú…
LA MUJER PESCADO
Estaban todos alrededor del ataúd, sentados en las bancas de la capilla, en silencio. Y aunque no falta el que está conversando, y el que cuenta un chiste. Estaba todo callado.
Es extraño como esas cuatro lámparas que asemejan antorchas y esa cruz luminosa que ponen en la cabecera, le dan un toque cool al ataúd; con las flores alrededor parece una escultura surrealista que nadie puede resistir.
Yo he visto a la gente hacer fila para mirar al muerto adentro del cajón. Nunca he sabido si lo miran pa´ asegurarse que están en el velorio correcto, o para saber como le sienta la muerte al finado.
Es verdad, algunos muertos están tan arreglados que uno no sabe si van para cementerio o de viaje de negocios. Pensaba en esto cuando llego la viuda, la Silvina.
La familia del finao la odiaba, dicen que por caliente y asesina.
Cómo no la iban a odiar si el viejito vitamina se había casado con esta lolita de buena pinta, para disfrutar sus últimos días no más. Así lo hizo, muriéndose en la cancha como mueren los choros.
Lo más divertido, era que esta mina estaba convencida que el viejito la había dejado millonaria. Flor de negocio. Pero el tata no era nada de leso, más sabe el diablo por viejo que por diablo. Antes de casarse con ese monumento, había solucionado todas sus pertenencias entre sus hijos, e hijas. Y a la Lola no le dejo plata ni para la micro, así que ni siquiera tenía para volver a la población de donde la había sacado.
La viudita sufría la maldición de la mujer pescado, ya que lo único que sirve de ella es el cuerpo, hablaba y dejaba la crema, entre el consomé de dientes y la pronunciación, daba pena y risa. En definitiva, tenía menos clase que una alpargata de cochayuyo. Pero esta pobladora de la existencia no era gil, al darse cuenta que el titulo de viuda venía sin billetes, le comenzó a tirar el lazo al abogado del finado, un lolito recién recibido, que a pesar de ser abogado, aún tenía uno que otro ideal vigente.
Como perro nuevo, cayó en todas las trampas de la viudita, que igual que las tarántulas, lo puso en su telaraña, y luego se lo comió. Por eso pasó la viuda, del funeral del vitamina a la maternidad, para sacar del horno al retoño del abogado. Y de la maternidad, por supuesto, a la Iglesia. Sí, aunque no me lo crean, el abogado se casó con la mina, y la mina se casó de blanco.
Este cabrito era de buena familia, así que al fin tenía la plata que tanto quería. Lo que es ganarse la vida con el sudor de la entrepierna.
Cuento corto, esta mina lueguito se fue aburriendo del joven abogado, lo encontraba más fome que cumpleaños de mudos, y más aburrido que una foto del presidente. Por lo que la pobrecita, dada la falta de atención, siguió ejercitando esa forma de ganarse la vida, que tan buen resultado le había dado hasta ahora. Así comenzó la colecta de atención y plata entre los amigos de su esposo, los que eran atentos y dadivosos con ella.
En una reunión social en casa de un amigo de su marido, la conocí en persona, y aunque sabía toda la historia, con un roce del escote de su pierna, perdí la noción: de pronto me encontré como un mono animado haciendo morisquetas para que ella se riera. Deprimente. Aunque despertaba de vez en cuando de la hipnosis de sus encantos, bastaba esa mirada ingenua, como de niña de quince, coquetona y risueña, para volver a perder la cordura. Me despedí de ella y de todos los presentes, como lo hace un caballero. Apenas había salido cuando sentí su voz llamándome.
-Me llevas...
-Es que, ando a pie.
-No importa, yo también se caminar.
En ese momento le ofrecí mi brazo, mi corazón latió a mil, y mi mente me puso un grito de alerta que debió haberse visto en el fondo de mis ojos. Ella me miró y me dijo: tranquilo, no pasa nada, yo no muerdo. ¿En qué piensas?
Uf.., cuando una mujer te pregunta eso, es que te ha puesto una trampa mortal, uno debe pensar veinticinco mil veces en un segundo qué es lo que va a decir, porque lo que digas será usado en tu contra por el resto de tu vida. Y lo único que se le ocurrió al genio fue, ¿y cómo está tu esposo?
Uno hace comentarios como ese por tres motivos, pa´ que la mina sepa que uno sabe que está comprometida y lo que pase puede terminar en problemas; para saber claramente con que fin está buscando compañía; y por último, por huevón, si en el fondo a ti no te interesa.
La respuesta fue clarita: bien, pero ya se le va a pasar. Hey, hablemos de algo más emocionante. ¿Por qué no me invitas un cafecito en tu casa?. En el camino yo pienso el tema de conversación.
Destino cruel, no tenía ni un peso, apenas me alcanzó para el taxi. En mí casa de Mapocho, y como dice Arjona, le besé hasta la sombra. Habíamos llegado el viernes en la noche a mi madriguera, y logré que se fuera el domingo después de las diez de la noche.
Me dio todo el fin de semana, ya que su abogadillo andaba fuera del país en un seminario, o algo así. Esa fue la primera vez que pensé en asegurarme el tilín, porque todo exceso es malo, y el pobre no había quedado bueno ni para cachureo.
Así se fueron dando las cosas, yo estaba en casa y ella llegaba por lo menos tres veces a la semana, y por lo general se quedaba de jueves a sábado, con el cuento que iba a ver a su madre. Y eso que la señora se había muerto hace rato, pero el abogado no sabía nada.
El primer round que tuvimos fue por las llaves de mi casa. Ella quería una copia, mírenla, lo que faltaba. Las llaves de Palacio no las tenía cualquiera, pero como soy débil, igual le terminé entregando un juego. Cuando se las pasé en sus manos, me surgió el mensaje: “acabas de hipotecar tu vida”. No era broma, de ahí en adelante la cosa fue distinta para mí.
Cuando llegaba de la pega ella estaba ahí, o se notaba claramente que había estado mientras yo trabajaba. Al principio fue rico, lo reconozco, llegar a la cueva y verla limpiecita, ordenadita, con las cosas en su lugar, incluso siempre el refrigerador estaba lleno y había comida hecha, aunque yo no comiera. Ella había hecho de mi casa, su casa, y de mí su marido. La ondita.
Incluso empezó a pagar las cuentas de la casa, como a ella le sobraba la plata. Y me contrató una vieja para que hiciera de nana 2 veces por semana. Me planchaba las camisas y me tenía como rey.
Poco a poco empecé a perder mis espacios personales, incluso llegué a alejarme de mi familia, porque ella decía que les dedicaba mucho tiempo. Y apenas me di cuenta cuando ya no era su pareja, sino que su mascota. Si hasta le hacía piruetas, seré huevón.
Un día que estaba leyendo, ella se molestó porque no me había acostado a dormir siesta con ella, quedó la grande. Se las canté todas claritas, me amenazó con quitarme todo lo que me había dado, y la mandé a la punta del cerro, la eché de la casa, y me tiró las llaves por la cabeza.
Nunca me había sentido tan mina, era un rol cambiado, yo era el mantenido. Después de ese encuentro volvió mansita, diciéndome que yo mandaba, que me amaba, que se quería deshacer del otro gil…. Al principio creí que era mentira.
Pero al otro día llego con todas sus cosas, ni siquiera cabía su ropa en la casa. Bajaron las cosas del camión de mudanza, y la casa tenia tantos cachureos que parecía bodega. Empezó a pelear con el cabro chico de su marido por teléfono, esta mina lo insultaba tanto, que incluso me daba pena.
Un día cuando llegué la vi llorando, y me dijo que el niñito éste le había pegado, me enfurecí y partí a hacer justicia por mi propia mano. Cuando llegué a su casa, tiré la puerta y entré dispuesto a patearlo.
Triste espectáculo, el cabro chico llorando en la escalera, más machucao que membrillo. Puta, me dió una pena, y eso que yo le quería sacar la cresta.
Este pobre gil era mucho mas chico que la mujer pescado y se notaba que con su pasado de pobladora era mejor boxeador que este hijo de aristócratas. Me contó que hace rato lo había abandonado esta mina, se había llevado al hijo de ambos donde su madre, y él no tenía idea dónde era eso. Ahí empecé a atar cabos, esta mina cuando no estaba conmigo estaba con otro, y ¿dónde estaba la guagua de ella con el abogado? ……. Mmm, Turbio el tema.
Me fui hecho un cuete pa’ la casa, y ella ya no estaba. Así que me quedé esperando, esperando y esperando... Dos días después, apareció la reina, me miró y me dijo:
Tenemos que hablar, pero antes tienes que venir a ayudarme, súbete al auto ahora. Conversamos en el camino.
Y yo, de puro gil, calladito me subí al auto. Por supuesto hice la pregunta lógica, ¿a dónde vamos?
No respondió, pensé que tal vez no había escuchado, así que de nuevo, ¿a dónde vamos? Ya era tontera, no respondía y seguía manejando en silencio, así que.
Hey, ¿a dónde vamos?, responda mijita, ¿qué pasa?
¿Que crees tú que pasa?
Me revienta cuando me responden con una pregunta, es la manera más elegante de decirte “no huevis más.” Respondas lo que respondas está mal, excepto que sea de la misma medicina, y si le pones una idea relacionada con ella, magnifico... ¿no sé?, te veía preocupada, era como para ayudarte. ¿Qué te pasa?
Por supuesto no respondió. Ahí tienes dos opciones: o te callas y espera que pasa haciéndote la victima; o te arrojas, en un acto s*****a, en la mejor de las discusiones de tu vida, la cual por seguro pierdes. De repente caché que ya estábamos saliendo de la ciudad, y me dio miedo empezar de nuevo con ¿a dónde vamos?, así que seguí de huevón por un largo rato más.
De repente se salió de la carretera por un camino de tierra. En ese momento me dio julepe, pensaba dentro de mí: ¿qué se trae esta mina entre manos? De pronto paró, y me dijo que nos bajáramos.
A ver cariño, ¿qué hacemos aquí?
Este es el fundo que era de los papás de Edmundo, y lo puso a mi nombre. Estamos aquí, porque ese hoyo es un pozo profundo, donde todos los domingos tiran escombros. Y como mañana toca, te traje para que me ayudaras a tirar una bolsita que me esta sobrando.
Abrió la maleta y tate. Por supuesto, el fiambre del enano abogado. Lo tiramos al hoyo, y ni sonó cuando llego al fondo. En ese momento ella me miró y me dijo: Lo bueno de haber estado casada con un abogado es que algo aprendes. Y sin cuerpo del delito es difícil comprobar cualquier cosa.
Pero sin testigos, no hay delito…. Antes de que terminara de hablar, un estallido, sentí como la picadura de un insecto gigante en mi pecho. Todo ocurrió como en cámara lenta. La miré a los ojos, y sentí como caía de espalda en ese hoyo maldito. Todo fue silencio, todo se fue poniendo oscuro, y de pronto topé el fondo.
Fue como haber caído sobre una cama. No sentía mi cuerpo, es como cuando te vas quedando dormido y no lo puedes evitar. No tenía fuerzas ni para gritar, y lo único que veía, allá a lo lejos, era la noche estrellada. Recuerdo que lo ultimo que pensé, era que ojalá me fuera mejor en el otro mundo.
Fue entonces que aprendí que, “Aunque uno le corte la cabeza, a una mujer pescado, le quedan las escamas y las espinas, que envenenan el guisado.”
METRO
La primera vez lloró, la apretaron tanto que casi se desmayó.
Manoseada y asfixiada conoció algo nuevo, que rompió su realidad.
Ahora vaga por la ciudad esperando la hora punta.
Para fundirse con la gente, y así, no sentirse sola.