Narra Sebastian
Pero ¿por qué estaba tan desesperado por llegar hasta Laura? Ella no estaba en problemas. Y ella no necesitaba un hombro sobre el que llorar. No es su estilo. Y aunque en el fondo quisiera dejar que alguien la consolara, conscientemente no lo aceptaría. Al menos no de su jefe. No de mi.
Metí las manos en los bolsillos. No porque tuvieran frío, a pesar de que ahora eran trozos congelados, sino para evitar envolverla con mis brazos como si fuera una manta reconfortante. En cambio, me paré lo más cerca que pude de ella, manteniendo cierta distancia. Por mucho que anhelara estar cerca de ella, lo último que probablemente quería, después de casi ser atacada, era que un hombre invadiera su espacio.
—Oficial, ¿tiene lo que necesita? Es tarde y la señora Berrios necesita irse a
