Ahí Isabella habría gritado, por la violencia calculada del acto, sin embargo, Mateo la tenía bien sujeta de la nuca, haciéndola devorar su v***a. Me desnudé lentamente al fondo de la habitación: no había ninguna orden explícita, pero sabía que quizá pudiera manchar mi ropa de … “algo”. Mateo y Santiago encontraron un ritmo sincronizado que parecía casi imposible; penetraban a Isabella por la v****a y la boca con precisión orquestada. —Trágatelo todo —ordenó Mateo, empujando más profundo en la garganta de Isabella con cada palabra. Los sonidos de ella eran ahogados pero claros. En algún momento temí que la brutalidad del chico la hiciera vomitar. Santiago la sujetó con un poco más de fuerza cuando sintió que el cuerpo de Isabella se tensaba demasiado. —No te detengas —dijo, su voz un

