Una vez más, el murmullo aprobatorio llenó la habitación. Adrián se inclinó hacia adelante, sus ojos brillando con esa intensidad voraz tan familiar. —Bienvenida oficialmente al equipo —dijo con una sonrisa torcida. Mónica no dijo nada, pero supe que había aceptado cuando levantó la cabeza y me miró con una mezcla de desafío y resignación. Me recorrió un escalofrío. No sabía si era por la expectativa o por el pavor, pero la sangre me hervía de emoción degenerada. Mateo fue el primero en moverse, su sonrisa arrogante iluminando su rostro. Se paró frente a ella y bajó la cremallera con un movimiento pausado, dejando caer los pantalones sobre sus zapatos lustrados. —Vamos a ver qué tan buena eres —dijo mientras tomaba una silla y se sentaba frente a ella. Mónica se arrastró hasta quedar e

