Capitulo 1

1457 Palabras
El trayecto entre la iglesia y la casa de Tyson no era excesivamente largo. La vicaría en la que vivía Alison estaba justo al lado de la iglesia, y, por supuesto, la casa de Tyson tampoco se encontraba lejos. Sin embargo, a pesar de que sus pasos eran rápidos, guiados por la ira de haber recibido una orden que no deseaba cumplir, Alison aún encontraba suficiente espacio en su mente para reflexionar. Lo que realmente la irritaba era la resistencia de los feligreses a aceptarla y respetarla como la esposa del vicario. Sabía que hablaban a sus espaldas, y no lo hacían en un susurro. Los ancianos no tenían esa habilidad. La congregación era un grupo muy unido, compuesto por agricultores, jubilados y vecinos de toda la vida que valoraban sus tradiciones, pero también se suponía que eran cristianos. Aun así, no podían dejar de murmurar que era demasiado joven y atractiva para ser la esposa del vicario. Y eso sin mencionar los comentarios sobre cómo se vestía: si alguna vez mostraba un poco de piel, la injusticia era abrumadora. Alison había hecho esfuerzos genuinos por encajar. Ojalá pudieran llegar a un entendimiento. Se había volcado en la repostería, la organización de eventos sociales y la recaudación de fondos, actividades típicas de la esposa del vicario. De hecho, lo hacía bastante bien. Su vestuario, por otra parte, había sufrido un cambio radical. Desaparecieron las prendas que exhibieran su figura, y comenzó a ocultar sus curvas bajo suéteres holgados y vestidos eternos. Le había gustado sentirse orgullosa de su figura 36D, pero a su esposo, el reverendo Timothy Townsend, parece que no le importaba en lo más mínimo. La frustración la asaltaba al tener que seleccionar cada prenda con tanto cuidado para cumplir con los deseos de los feligreses, mientras su atuendo se volvía cada vez más monótono. Su marido no la había ayudado en nada. La amaba, se decía a sí misma, sí, lo amaba, pero no podía evitar el creciente miedo a que lo encontrara aburrido. Era innegable que su vida s****l se había vuelto monótona. —¡Arghhh! —gimió en voz baja mientras su mente regresaba a la tarea que tenía por delante. Los feligreses siempre sabían dónde acudir cuando necesitaban que alguien hiciera un trabajo que ninguno de ellos quería realizar. Ah, sí, claro, no era demasiado joven ni guapa entonces, se recriminó interiormente. Tyson “la bestia” Handcock había llegado al pueblo hacía aproximadamente un año, poco después de que ella y Timothy se establecieran. Era un boxeador estadounidense que, según rumoraban, alcanzaría un día el título de campeón mundial. Sin embargo, Tyson también era una persona a la que le encantaba dar fiestas ruidosas y conducir a alta velocidad su deportivo por las calles del pueblo. Algo que los lugareños detestaban y que instaban a que se resolviera. Alison intentó resistirse al principio, pero la presión de los aldeanos fue implacable. Para ser justos, habían pasado meses y el problema seguía sin resolverse. Si les preocupaba tanto, podían hablar con Tyson directamente, pensaba Alison. Después de la misa, los aldeanos acorralaron a Alison en un rincón donde estaba preparando té y repartiendo galletas. No había escapatoria, así que, finalmente, se rindió y aceptó hablar con Tyson. Los feligreses exigieron saber cuándo sucedería. Ella se oyó responder, casi sin poderlo creer: —¡Ahora mismo! Así que, de ese modo, se había atrapado a sí misma. Esa no era la verdadera razón de su reticencia. Siendo honesta, sabía que tenía la oportunidad perfecta para hablar con Tyson, pero había un secreto, uno muy profundo, que si salía a la luz la destruiría. Su corazón se llenaba de reticencia e incomodidad al acercarse a él. Su resistencia no solo era por el temor a la reacción de los demás, sino también porque sabía que lo que estaba haciendo, si llegaba a descubrirse, sería humillante. La vicaría tenía vista hacia el jardín de Tyson, y él solía entrenar allí, ya fuera solo o con un compañero. Cuando Tyson estaba en el jardín, había adquirido el hábito de observarlo en secreto desde detrás de las cortinas. Su cuerpo parecía esculpido en piedra, y le fascinaba verlo sudoroso y concentrado. Sus compañeros de entrenamiento también eran bastante atractivos. Inclusive, había comenzado a verlo entrar al jardín desnudo, mientras colgaba su ropa deportiva. Aunque solo había tenido la oportunidad de verlo de espaldas, su deseo de ver más crecía. Ese impresionante trasero desnudo lo convertía en una visión irresistible. Y luego, todo se complicaba aún más. Solo pensarlo la hacía estremecer, pero cuando vio unos binoculares en una tienda de segunda mano, no dudó en comprarlos para contemplarlo más de cerca. Saber que tendría que hablar con Tyson, sabiendo lo íntimo de su secreto, la llenaba de incómodidad, pero, gracias a Dios, él no lo sabía. Finalmente, Alison llegó a la puerta principal de Tyson y se quedó paralizada. La puerta estaba abierta. Con cuidado, se adentró, pasando la umbral y escuchando. El sonido del agua corriendo llegó a sus oídos, y dos verdades se hicieron evidentes en su mente. La casa tenía el mismo diseño que la suya, no era sorpresa, dado que estaban construidas al mismo tiempo. Comprendió que el agua provenía de la ducha de la planta baja. Apenas un segundo después, se percató de que la puerta de la ducha estaba entreabierta. La mente de Alison giraba a mil por hora. ¡Tyson debía estar duchándose! No hubo un pensamiento consciente en lo que hizo a continuación. En lugar de detenerse, su curiosidad la llevó a acercarse a la puerta, hasta que estuvo lo suficientemente cerca como para asomarse y vislumbrar el interior. Las duchas estaban vacías, pero, de repente, una voz detrás de ella la sobresaltó. —De donde yo vengo, podemos disparar a los intrusos. Segunda parte Alison se volvió, y ahí estaba Tyson, sonriéndole ampliamente. Estaba completamente desnudo, salvo por una toalla ajustada alrededor de su abdomen. Cerró la puerta con tranquilidad, giró la llave y la bloqueó. Era la misma cerradura que la de Alison, y supo en ese instante que estaba atrapada. Pasó junto a ella como si no estuviera allí, se metió en la ducha, cerró el grifo y se dirigió hacia el salón. Ella intentaba articular palabras, pero su mente iba a la deriva, luchando por entender que la habían sorprendido espiando a Tyson en la ducha. ¿Qué le sucedía? Era una mujer casada, además, la esposa de un vicario. Por un instante, imaginó la decepción que se dibujaría en el rostro de Timothy si supiera lo que había hecho. Sin embargo, el problema inmediato era que estaba atrapada en casa de Tyson, así que no tuvo más remedio que ir a buscarlo al salón. Allí lo encontró, de pie, con la toalla aún ceñida alrededor de su abdomen, mirando unos papeles sobre la mesa como si ya la hubiera olvidado. —Puedo explicarlo —balbuceó Alison, y, apresurándose, añadió—: Soy de la iglesia. Quería darte la bienvenida al pueblo. —Intentó mostrar seguridad cruzándose de brazos, pero sus manos temblaban. —¿Después de un año? —respondió Tyson, levantando la mirada hacia ella—. En fin, sé quién eres y tú sabes quién soy yo. —Hizo una pausa—. ¿Te aburriste de observarme desde la ventana y decidiste acercarte? La expresión de horror que cruzó el rostro de Alison no pasó desapercibida para él. —También tienes binoculares, ¿verdad? —agregó con una sonrisa traviesa—. Espero que disfrutes de la ropa sucia. Pensé que querrías disfrutar un poco de este trasero desnudo. Alison se tambaleó al darse cuenta de que Tyson lo sabía todo. —¡Eso es! Quiero decir... ¡no era eso! No podía encontrar las palabras y sintió que el calor le subía a las mejillas. Estaba completamente mortificada. Tyson se encogió de hombros. —¿Quieres algo de beber? —preguntó con la tranquilidad de quien no se deja impresionar. Alison negó con la cabeza, decidida a abordar el motivo que la había llevado allí. —¡Estoy aquí por...! ¡Por tu coche! ¡Y por las fiestas! —atinó a decir, con la garganta seca como la leña—. Conduces demasiado rápido. La gente está preocupada. Y el ruido... perturba a todo el pueblo. Tyson levantó la vista, interrumpiendo su propia contemplación. —Me parece razonable —respondió, levantando las manos en señal de capitulación—. Quizás mis vecinos tengan razón. Seré más cuidadoso... con una condición. —Hizo una pausa, disfrutando del momento—. Dime, ¿por qué te gusta tanto espiarme? —y le lanzó una sonrisa que la dejó sin palabras.
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