Capitulo 2

1641 Palabras
—¡Dios mío, eso no es cierto! —pensó, deteniéndose antes de pronunciar la palabra “cierto”, porque en realidad, era innegablemente cierto. Apartó la mirada, desesperada por encontrar algo que decir. Tyson sonrió. —¡Relájate! —dijo con ligereza—. Solo es una broma. No me importa. Alison odiaba que aún estuviera sonrojada. —No es lo que parece —intentó defenderse, aunque se parecía mucho a lo que todos estaban pensando—. ¡Solo estaba...! —Se detuvo de nuevo, incapaz de articular una mentira. —Lo siento. No debería haberlo hecho —su voz se apagó al sentir que Tyson estaba a punto de hacer o decir algo inesperado. —¿Quieres ver más? —preguntó, tan directo que le robó el aliento. Todo su cuerpo, caliente por la vergüenza, se enfrío ante la posibilidad de que él estuviera a punto de dejar caer la toalla y confirmar las ideas que pululaban en su mente. Trató de igualar su tono, esforzándose por actuar como si esto no fuera más que una broma incómoda entre adultos, y no una crisis que amenazaba su matrimonio y su posición en el pueblo. —Preferiría que te pusieras algo de ropa —dijo, intentando mantener un tono firme—. Necesitamos hablar sobre cómo interrumpes la paz del pueblo. —¡Claro que sí! —respondió en tono irreverente—. Vaya, vaya, la esposa del vicario. —Y, sin más, dejó caer la toalla. Su pene era enorme incluso en su estado semierecto, superando cualquier fantasía que había albergado. Alison se esforzaba por no mirarlo fijamente, pero, a pesar de sus intentos por mantener la vista en alto, su mirada inevitablemente descendía. Dios, era impresionante. Su virilidad colgaba con una presencia que la dejaba sin palabras. Él se quedó allí, con los brazos cruzados, esperando. La indiferencia que mostraba solo profundizaba su incomodidad. Deseó tener una respuesta ingeniosa, pero no se le ocurría nada más allá de observarlo en silencio. —¡Dame la mano! —ordenó, extendiendo la suya hacia ella. Alison sabía lo que él tenía en mente, así que apretó el brazo contra su costado y retrocedió un paso, pero él avanzó un paso más. —Tu mano —repitió. Presionó su mano contra su costado en un intento de controlarla. Sin embargo, sentía que su mano se alzaba, como si tuviera voluntad propia. Acabó abriendo lentamente la palma. —Así se hace —dijo, sonriendo—. Toma mi mano —y, suavemente, pero con firmeza, envolvió sus dedos alrededor de su m*****o. Alison retiró la mano al instante. —Dame la mano —afirmó de forma más contundente. No intentó detenerlo mientras él la guiaba de nuevo hacia su pene con los dedos. El calor la impactó. Sintió su pulso, la textura aterciopelada de su piel y su peso. Él movía su mano, deslizándola arriba y abajo, mostrándole qué hacer. ¿Se daba cuenta? ¿Era tan obvio que ella realmente no tenía idea de lo que hacía? Solo había tenido a Timothy, y nunca se había atrevido a tocarlo así. Siempre lo hacían con las luces apagadas, sin tiempo para saborear el momento. —Esto es una mala idea —susurró Alison, pero al soltarle el brazo, solo tembló un poco. Continuó moviendo su mano arriba y abajo, sintiendo cómo su pene se endurecía y crecía entre sus dedos. Él se inclinó más cerca, y ella fue consciente de su respiración, de su aliento justo encima de su oreja. —¡Esto es realmente lo que viniste a buscar! —dijo, desafiándola a contradecirlo. —No lo es —empezó a protestar, pero él la interrumpió de nuevo. —Ambas manos, por favor —dijo con la calma de quien no acepta un “no” por respuesta. Alison no se movió. ¿Usar ambas manos? Por un momento, las palabras carecían de sentido. Tyson esperó, consciente de que ambos sabían que ella obedecería. Su mano izquierda se unió a la derecha, y ahora ambas palmas se movían con un ritmo que ella comenzaba a entender. Su pene se sentía bien, caliente y extremadamente duro. Lo miró a la cara, preguntándose si lo estaría haciendo bien. Pero él sólo la observaba, con la calma de quien tiene el control. Le quitó el cárdigan de los hombros. Luego, indicándole que continuara acariciándolo, comenzó a desabotonar su vestido desde la parte delantera hasta la cintura, desnudándola hasta dejar al descubierto la parte superior. —Dios mío —susurró, sorprendido por los generosos pechos 36D que se escondían bajo la ropa. Incluso su sujetador sencillo revelaba más de lo que ocultaba. No había forma de disimular sus curvas. Alison soltó un pequeño grito cuando, de repente, Tyson abrió su sujetador y ahuecó sus pechos, dejándolos caer en su palma. Intentó cubrirse con los brazos. —Sigue acariciándome —dijo, mientras las manos de Tyson regresaban a su pene y guiaban las suyas hacia sus senos. —Así se hace —murmuró con respiración entrecortada, y él, acariciándole el cabello, la besó. —De rodillas —ordenó. —Oh, no —iba a protestar, pero él pareció anticipar su rechazo. —Conmigo no hay “no puedo” ni “no quiero” —dijo con firmeza—. Arrodíllate —repitió, enfatizando la última palabra. Alison se agachó antes de que su cerebro pudiera procesar completamente la orden. De repente, la inquietud la invadió. Todo era nuevo y sucedía demasiado rápido. Contenía la respiración mientras él la sostenía con manos suaves pero firmes. La punta de su pene rozó sus labios, y trató de permanecer inmóvil. Él la guió, su pulgar acariciando su mejilla mientras sujetaba su virilidad. —Abre esa bonita boca —susurró suavemente. Lo hizo, entreabriendo los labios al tiempo que su pene se deslizaba dentro. Fue así de fácil. Él movía su m*****o, entrando y saliendo bajo la suave dirección de su mano sobre su cabeza. Sentía un sabor salado y metálico. Nuevamente, pensó en lo enorme que era su pene. Tyson dejó escapar un gemido bajo. Alison se deleitó, interpretándolo como una señal de aprobación. Él la sostenía firmemente, ingresando su m*****o más adentro y luego dejando que ella se alejara, para después volver a empujarla con más fuerza. Lo hacía una y otra vez, sonriendo mientras ella cerraba los labios para descansar, solo para abrirlos de nuevo al acercarse su virilidad. —Mírame —ordenó. Ella levantó la vista, encontrándose con su torso musculoso y sus ojos fijos en ella. Nunca antes le había chupado el pene a un hombre, ni siquiera a su marido, y esa idea la llenaba de culpa, pero se esforzó en apartarla. Alison se concentró en hacerlo lo mejor posible, moviendo su lengua, sujetándolo con ambas manos, dejándolo mover su cabeza a su antojo. Él le acarició suavemente la mandíbula con el pulgar, guiándola para asegurar que lo hiciera bien. —Buena chica —dijo aceptando su desempeño. Entonces, de repente, su mano se aferró con más fuerza a su cabeza, provocando que su movimiento se acelere. —Dios, qué bien —murmuró—. Me vas a hacer llegar al cielo, nena. Ella farfulló, pero él no la dejó alejarse. Gruñó, imaginándola: su vestido ceñido hasta la cintura, sus pechos al aire y la babosa saliva en su barbilla, su virilidad llenando su boca. Intentó hacerlo bien, respirar por la nariz, mantener los labios apretados y mover la lengua. Había un extraño orgullo en ello, como si se estuviera demostrando algo a sí misma, o a Tyson, o tal vez a las ancianas de la iglesia que se morirían de risa si pudieran verla en ese momento. Pero de repente, la imagen de su marido invadió su mente. En ese instante, Tyson se estremeció, su cuerpo temblando. Ella sintió cómo se endurecía, cómo su pulso se aceleraba, hasta que una oleada caliente y amarga la invadió. Quiso atragantarse, quería escupir, pero él la mantuvo ahí, con una mano que la sujetaba por la nuca, así que tragó por impulso. Tyson dejó escapar un leve susurro, casi un gruñido, y luego se ablandó en su lengua. Finalmente, la soltó y se sentó sobre sus cuartos traseros, limpiándose la boca con la mano. Tyson se alejó y tomó unas llaves que había dejado sobre la mesa. —Utiliza la ducha para limpiarte y esto para salir —dijo. Mientras se dirigía hacia la puerta, se detuvo y se volvió. —Quédate con las llaves, creo que las vas a necesitar —agregó, antes de marcharse. Un momento después, Alison pudo oír el sonido de la ducha en el piso de arriba, fluyendo débilmente. Alison miró las llaves que le había dejado en la palma de la mano. Debería sentirse avergonzada, y lo estaba, pero su cuerpo seguía vibrando y tenía un hormigueo en el cuero cabelludo. Entró en la ducha. Le temblaban los brazos y las rodillas estaban heladas. Se enjuagó la boca y se limpió la cara, pero nada podía borrar el recuerdo de lo que acababa de hacer. La vergüenza comenzó a crecer en su interior y se quedó allí, sintiéndose atrapada, mientras salía sigilosamente por la puerta principal. Regresó a la vicaría en un abrir y cerrar de ojos. El mundo se sentía extraño, demasiado brillante, con cada sonido amplificado. Tenía la sensación de que todos la observaban, burlándose de lo que había hecho. Alison rió. No, nada había cambiado. Entró en la vicaría. Timothy se encontraba en su estudio, como siempre, trabajando con la puerta abierta. Alison se detuvo frente al umbral, aún con las llaves de Tyson en la palma de la mano. Las guardó en el bolsillo de su vestido y subió las escaleras. Necesitaba encontrar un sujetador diferente y un lugar donde esconder las llaves.
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