Lo que no sabía Mariana era que Andrea en su habitación estaba sumergida en ese cuadro, había dejado de mirarlo desde hace algún tiempo, estaba agotada porque le había costado sacarlo del sótano.
Era la primera vez que miraba esa pintura que por pura casualidad había encontrado, en realidad deseada conseguir su vieja muñeca que alguna vez estuvo en su habitación y ahora la extrañaba por ser un regalo de su padre. Pero la enorme pintura con la firma de su padre captó por completo su atención.
¿Acaso su madre sabía de la existencia de dicho cuadro?
No lo sabía.
Pero ella de verdad estaba maravillada por lo que estaba observando, no podía dar crédito a esa maravillosa obra, nunca antes había mirado algo que le llamara tanto la atención esa pintura le gustó demasiado al punto de querer intentar pintar en ese preciso momento. Entonces en ese instante se estaba preguntando si posiblemente habían pinturas o materiales en el sótano para ella intentar a echar andar su imaginación y crear algo como su papá.
No estaba segura de nada y tal vez debía primeramente pedirle permiso a su madre para hacer eso, pero no lo hizo. En verdad no le gustaba estar en el sótano, porque todo a su alrededor estaba oscuro y esa sensación de que podía aparecer en cualquier momento un monstruo, pero a pesar de todo era una niña muy valiente por avanzar en busca de lo que quería, se ayudó un poco con una linterna para iluminar a su paso el camino, que parecía estar más sombrío que antes. En ese momento escuchó ruidos, pero sabía que solo podría tratarse de algun roedor.
No, no se detendría. Al hombro en alguna parte de ese lugar y se dio cuenta de que había antes de pintura a la parte un maletín grande de madera, estaba vacilante si abrir o no ese objeto gigantesco. ¿Y si habían más ratas adentro? Igual lo haría.
—¡¿A dónde se supone que ha sido Andrea Boughen?! —el repentino grito de su madre la hizo dar un respingo debido a la sorpresa y rápidamente salir del sótano escaleras arriba, encontrándose a su mamá con las manos en la cadera, ya sabía Andrea que estaba un poco enojada —. ¿No te he dejado lo suficientemente claro que no vayas al sótano? Hay bichos...
—Mamá, lo siento. Lo que pasa es que yo solo quería encontrar algunas pinturas.
Mariana claramente estaba confundida por lo que le estaba diciendo y la miró arrugando el entrecejo, tratando de averiguar la razón por la que su hija quería conseguir pinturas en un sótano. No es que había olvidado que su esposo anteriormente pintaba mucho, pero es que su hija nunca había estado interesada por el arte y todo ese tipo de cosas. Por eso su expresión.
—¿Puedo saber por qué quieres pinturas?
—Porque quiero convertirme en una pintora profesional, mamá —le dijo con decisión y a su mamá se le cristalizaron los ojos.
No tardó mucho tiempo en ponerse a su altura y alargar la mano para acariciar sutilmente su mejilla, era tan bonito ver a un niño con ilusiones, sueños... y su pequeña ya había atrapado el suyo, pero se ponía demasiado sentimental porque probablemente estaba haciendo todo eso porque su padre también pintaba y eso la llenaba de mucha emoción.
—Vale. Realmente es algo muy bonito que ya sepas lo que vas a hacer de grande. Pero... ¿Es posible saber el por qué?
—Porque encontré un bonito cuadro de mi padre y lo tengo en mi habitación, tiene su firma a menos que sea otra persona que se llame igual.
Su madre abrió los ojos de par en par al saber que su hija había sacado del sótano una pintura... ¿cómo era posible que había podido traerla consigo? Pesaba mucho. Ciertamente se acordaba de alguna de las posibles pinturas de la que su hija estaba hablando. Ya que ella había estado presente cuando su esposo las guardó en el sótano para abrir un poco de espacio en alguna otra parte de la casa.
—¿Has cargado eso sola? Deberías tener un poco más de cuidado, es peligroso —le estaba diciendo con cariño, porque lo más importante para ella era la seguridad de su hija, pero aparentemente estaba bien y no había sido la gran cosa sacar una pintura del sótano.
Es lo que pensaba.
—Sí, es muy bonita, mamá. Tienes que verla.
Mariana sabía que en el momento de ver la pintura se pondría llorar y por eso lo dejó para después pidiéndole a su pequeña que bajara a comer o la comida se iba a enfriar.
Así que Andrea como una chica valiente, obedeció a su madre y primeramente bajó para ingerir su comida. La cena estaba muy rica y es que su madre era muy buena cocinando. Así que se sentía bastante afortunada de tener una mamá que le preparaba sus platillos favoritos y encima lo hacía muy bien.
—Me gusta.
—Bien, me gusta que te alimentes bien, come, hay más por si quieres —le recordó.
—Gracias, mamá —dijo enseñando una sonrisa y Mariana acarició su coronilla antes de seguir engullendo junto a ella.
—No te preocupes. Me ayudas a lavar los trastes, eh —le pidió.
—¡Lo haré! —le exclamó y es que una de las cosas favoritas de Andrea era ayudar a su mamá.
Al rato terminaron de comer. La cocina quedó reluciente después de trabajar en conjunto y otra vez estaba Andrea ansiosa por mostrarle la pintura de la que estaba hablando a su mamá. Por supuesto no era consciente de la carga emocional que eso ocasionaría a su mamá.
Ya se encontraban de camino a la recámara. Mariana miró ese campo, el cielo, a la lejanía una banca, la sombra de una pareja. En ese sitio había sido su primera cita con Carlos.
Y ella era muy pequeña para entender profundo significado que tenía esa pintura, qué con solo mirarla ahora le estrujaba el corazón.