Naturalmente el tiempo siguió su curso y no pararon de llegar bolas curvas a la vida de Andrea, quién tuvo que pasar otra vez por la triste vivencia de perder a su mamá, ella se dejó vencer por una depresión profunda de la que ningún especialista la pudo ayudar, ya que ella tampoco ponía de su parte y nunca se recuperaba del todo, su salud mental decayó cada día con mayor intensidad.
Y como resultado, después de dos meses de la muerte de su padre, su mamá también se había ido del mundo dejándola sola. Una tía lejana de su madre, evitando que fuera a un orfanato o que quedara bajo los cuidados sociales del estado, se hizo cargo de ella, asegurando que la cuidaría como si fuera su hija.
Su tía Ana era una mujer que después de perder a su esposo, decidió quedarse soltera. Lamentablemente nunca tuvo un hijo pero ahora tenido la oportunidad de estar acompañada con Andrea. La verdad es que la pequeña había caído en buenas manos.
Al menos nada me faltaría.
Ana miraba con tristeza a su sobrina, que pese a todo lo que había ocurrido en su vida en tan corto tiempo, se mostraba activa. Sí, aún habían ganas de vivir en ella, pero necesitaría de mucho amor y comprensión para compensar todo el sufrimiento por el que estaba pasando.
—¿Te parece buena idea si te muestro tu habitación? hace poco tiempo terminé de pintarla y espero que te guste —le dejó saber y ella asintió.
En mingún momento se soltó de la muñeca que había llevado con ella. Lo más bonito de todo es que al entrar a la habitación en la que iba a dormir, le llamó la atención el enorme cuadro de su padre que había sido colgado en una de las paredes. Hasta se puso a llorar, conmovida por ello.
Ana la abrazó.
—Está bien chiquita, llora todo lo que necesites, pero prométeme que no lo harás a menudo. Mira que no te quiero ver triste. Eres muy hermosa para ello, eh.
—Extraño a los dos. Papá y mamá...
Verdaderamente le rompía el corazón verla así, ella también deseaba poder retroceder el tiempo. Lamentablemente eso no era posible, y solo le quedaba mirar al frente y esperar un mejor porvenir. Nada más que eso, en medio de tanta tempestad.
—Y yo, pero lo que me hace sentir mejor es que lo recuerdo con cariño a los dos, aún si no pasamos mucho tiempo... Tengo muchos recuerdos. Apuesto a que tú también. A mis cuarenta y cinco, tengo bastantes recuerdos pero estoy segura de que tú también, ¿no es así? —le limpió las lágrimas con sus pulgares y ella asintió.
...
Actualidad
Varios años después...
Andrea se llevó un dedo a la barbilla estando pensativa. No sabía muy bien si había sido correcto dejar aquella paleta de colores. Pero de una cosa estaba segura, y era que tenía que dar una buena presentación para sacar una buena puntuación. Tenía que hacerlo, no se iba a permitir bajar sus calificaciones perfectas.
No, eso era algo que nunca debía suceder. Pero en semejante aprieto solo podía respirar hondo y dejarse llevar por lo que le decía su corazón. En ese momento giró la cabeza con dirección al cuadro que todavía seguía colocado en la misma pared y que ella misma se aseguraba de limpiar para su conservación. Sí, le habría gustado aprender lecciones directamente de su padre con el arte, y algún día hacer un cuadro tan emotivo como ese. Lo más curioso de todo eso es que la jóven todavía no conocía el transfondo de esa pintura. Y quería saberlo.
Su madre tampoco se lo había dicho nunca, aunque ella jamás le hizo la pregunta, tal vez debía cuestionar sobre eso en su momento, pero ahora no sabía de qué manera conseguirlo. Por lo menos se quedaba con lo más valioso, ya que era un privilegio poder contar con un cuadro que su padre hizo alguna vez, aunque también era un poco extraño que hubiera sido guardado en el sótano en lugar de haber sido colocado en alguna parte de la casa. En todo caso quería saber cuál era el misterio de todo eso.
Por ahora no lo sabía.
Bufó.
Repentinamente se puso a pensar que probablemente su tía Ana podría saber algo sobre su padre y su gusto por la pintura... todo este tiempo nunca se ne ocurrió preguntarle sobre eso; de un salto se puso en pies y se dirigió rápidamente a la cocina en donde Ana estaba haciendo la comida.
—Tía, ¿sabes? estaba pensando en una cosa y es que nunca me has hablado de mi padre y de su gusto por la pintura —le dijo, de pronto dejando un poco a Ana reflexiva, quien no se esperaba que quisiera saber eso de pronto.
—Vale. Me encantaría ayudarte para que sepas un poco más sobre tu padre y su pasión por la pintura, realmente no te puedo decir demasiado, porque no estaba al corriente de que pintaba hasta que me lo dijiste, pero no quise entrar en detalles. ¿Crees que de saber algo, no te lo habría dicho? Aunque no te estoy dando la respuesta que busca, puedes estar segura de que tu talento viene de su parte. Y que él estaría muy orgulloso de ver todo lo que has logrado, eres una artista sorprendiste. Y yo estoy orgullosa de ello.
—Mira que si me sigues halando, me voy a sonrojar, ya sabes que estoy muy agradecida porque me has apoyado en cada una de mis pasos y es gracias a ti que puedo hoy día decir que estoy viviendo un sueño. En cuanto a lo de mi padre, solo me dio curiosidad preguntar, es que el cuadro que está colgado en mi habitación puede tener un significado profundo. Mi madre nunca me lo explico. Pero tengo que admitir que tampoco la hice la pregunta.
—Oh, debiste hacerlo en su momento, tal vez ella sabía la respuesta, Andrea. ¿No tienes hambre? Ya sabes que no me gusta que comas después de la hora, eso no te hace bien.
—Sí, muero de hambre. Así que la tarea puedo esperar. Por cierto. Ya se nos dijo quién será el sustituto de nuestro profesor, sabemos que se llama Alexander Bradstone. Nada más. Siendo sincera tengo muchísima curiosidad de cómo será, pero apuesto que otro adulto gruñón y exigente. En todo caso ya estoy acostumbrada a lo mismo y mis compañeros también, así que da igual.
Su tía la miró con los ojos abiertos de par en par ante la noticia.
—Se supone que los profesores tienen que ser comprensivos con los alumnos y más cuando hay esfuerzo de su parte, pero hoy en día sigue siendo igual. Sigo creyendo que se creen mejor que los demás solo por tener más edad y conocimiento, pero eso no tiene que ser así. Es mi opinión —expresa y luego sonrió —. Mi madre decía que yo tenía muchísima paciencia para convertirme en una gran maestra, ¿adivina qué? lo estuve pensando durante un tiempo, pero se presentaron inconvenientes y al final no pude lograrlo. Así que si hubiera tenido la oportunidad de poder enseñar o impartir clases, lo habría hecho de la mejor manera.
Ella sonrió.