La luz iluminaba mi habitación, me quede un rato más en la cama, no quería despertarme. Aunque fuera verano y no tuviera que ir a clase, me daba una enorme pereza levantarme de la cama, no quería tener que lidiar con mis responsabilidades.
—Señorita Bianca—me llamo la ama de llaves desde la puerta de mi habitación.
Me senté en la cama, y mire a la ama de llaves que estaba en mi puerta con el desayuno en una bandeja.
—¿Donde esta mi madre?—le pregunte, ella me miro y tras estirar las sabanas de mi cama me puso la bandeja en la cama.
—Ha salido con tu tío—me aviso.<
Suspire y mire mi reloj, apenas eran las nueve de la mañana, a donde iban a salir a estas horas de la mañana, apenas había cosas que hacer a estas horas. Mire por mi ventana para ver como la gente empezaba a ir a la playa, en Los Angeles era bastante normal que la gente fuera a la playa antes de incluso amanecer por cosas de la marea, que a pensar de llevar toda mi vida aquí, aún no entendía.
Mi tío Andrey, fue muy amable al acogernos a mi madre y a mi en su casa cuando mi padre murio, actuaba como un padre para mi, era amable pero recto, era demasiado bueno conmigo y serio, pero eso no me hacía más fácil el desear conocer a mi padre.
Lleve una tostada a mi boca y mire al ama de llaves, Ludovica, era una mujer mayor rusa que siempre había estado al servicio de mi familia y mantenía su lealtad aun años después, tenía unos enormes y brillantes ojos azules y un largo pelo rubio, y eso hacía que la gente se sorprendiera bastante cuando sabían que yo era también de Rusia porque mi pelo era castaño y mis ojos verdes. Todos imaginaban a las mujeres de mi país como mujeres amantes del frío, altas y rubias pero no me críe en ahí, lo hice en una playa de California por lo que odiaba y odio y siempre odiare el frió, y mis ojos verdes, eran los de mi padre, cosa que no cambiare jamás.
—Su tío y madre no volverán hasta la hora de comer—me dijo Ludovica y asentí feliz, sabiendo porque me estaba avisando.
Aunque no tuviera muchas prohibiciones, a mi tío no le caían bien Amanda y Liana, mis mejores amigas y las mejores personas de mi vida. Somos amigas desde la primaría y ahora que estamos en la universidad esa amistad no se iba a romper. Las tres estudiamos en la misma universidad, cada una en su carrera pero seguíamos juntas.
Tras desayunar, lo más deprisa que pude, me metí en la ducha para quitarme el sudor de la noche y me vestí con unos vaqueros cortos y una camiseta de tirantes, y me puse unas zapatillas, aunque amaba mis tacones, no era momento para llevarlos.
Una vez estuve lista, salí y me subí a mi Jeep para ir al piso de mis amigas, las dos compartían un pequeño piso cerca de la universidad, mientras que yo seguía viviendo con mi tío y mi madre, aunque no voy a negar que en muchas ocasiones me quedo en casa de mis amigas sin problema, pero a mi tío le gusta tenerme en casa, y no iba a dejar sola a mi madre, no podía hacerlo.
Conduje por las calles de Los Angeles con las ventanas bajadas y la música alta, tranquila y disfrutando del día. Al llegar al edificio de mis amigas aparque enfrente de este, y el portero, que ya me conocía, me dejo entrar al edificio.
—Buenos días joven—me saludo y le sonreí.
—Buenos días Steven—le respondí tranquilamente—¿Que tal?—le pregunte y él me sonrió.
Steven era un hombre mayor muy amable, y un verdadero encanto. Era el típico señor que llevaba toda su vida como portero y amaba su trabajo, con el pelo blanco y lleno de arrugas, siempre llevaba el uniforme de bien colocado y planchado, era demasiado adorable verle así.
—Muy bien—me respondió de forma amable—¿Quiere que avise a sus amigas?—me pregunto y negué divertida.
—Tranquilo, no hace falta—le dije.
Él llamo al ascensor por mi, y una vez este se abrió entre, y di al piso de mis amigas, las puertas del ascensor se cerraron, dejando me sola.
Unos segundos después las puertas se abrieron en el piso de mis amigas, dejando me enfrente de uno de sus vecinos, Evan, que era el chico más guapo del edificio y de la universidad.
—¿Que haces por aquí Bianca?—me pregunto mientras salía del ascensor.
Evan era un chico de ojos marrones y pelo castaño claro que volvía locas a todos, era el típico chico arrogante que se creía mucho por ser guapo y listo, no iba negar que yo también estaba atraída por el pero jamás lo iba a admitir, no iba darle esa satisfacción a ese chico, porque sabía que si le daba esa ventaja, no le iba a poder aguantar.
—Cosas que no te importan—le respondí.
No era una persona arrogante, no mucho al menos pero no iba a dejar que las personas que sabía que si eran arrogante, se crecieran más por mis palabras. Mi tío me siempre me repite que el peor defecto de una persona era la arrogancia y el egocentrismos, por lo que si veías que uno era así, debías darle ahí.
—Que mal humor tenemos por la mañana—me respondió tranquilo.
—Verte, siempre me pone de mal humor—le dije tranquila.
Él me miro divertido, metiendo se en el ascensor y me miro mientras daba al botón para bajar. Las puertas del ascensor se cerraron, haciendo que nuestro contacto visual, se acabara gracias a dios.
Negué cansada, y camine a la puerta de la casa de mis amigas y llame a la puerta.
Dos segundos después, Amanda me abrió la puerta y me miro medio dormida.
—Hola preciosa—la salude y la abrace para besar su mejilla, mi amiga suspiro cansada pero me abrazo.
—Liana—grito Amanda, haciendo que mi otra amiga apareciera a su lado.
Amanda era una animadora con todo lo bueno que era tener ese titulo, era la alegría en persona y motivaba a todas las personas que le rodeaban, era una chica muy alta, de pelo rubio y ojos azules muy intensos, ella si que parecía la típica mujer rusa.
Por otro lado, Liana, era de ojos marones intensos y con un pelo castaño claro bastante largo y liso, No era muy alta, era la más pequeña del grupo, haciendo que pareciera la persona más adorable del mundo, pero realmente era a la persona que llamarías su tienes que esconder un c*****r o matar a alguien.
Nos conocimos cuando eramos unas niñas, nos conocimos en la escuela, en clase al ir al mismo colegio de niños ricos con uniformes, pero luego que nuestros padres formaran parte del mismo club de personas ricas, haciendo que fuera más fácil que nuestra amistad se hiciera fuerte.
—¿Que quieres pesada?—me pregunto Liana y la mire.
—No me seas gruñona, vengo a pasar el día con mis personas favoritas—les dije y las dos negaron.
Aunque no les hacia mucha gracia que hubiera aparecido tan temprano, me dejaron entrar y sentarme en el sofá.
—¿Tu tío te ha dejado venir?—pregunto Liana y me reí porque mi tío claramente no me dio ni me daría permiso para salir de la calle tan temprano.
—Se ha ido con mi madre y he aprovechado para venir a ver a mis niñas preciosas—les dije y bese la mejilla de Liana que me miro mal, ya que ella odiaba las muestras de afecto.
Amanda se rio por la cara de Liana, y esta en respuesta le lanzo un cojín a Amanda.
—Vamos a ponernos serias—dijo Amanda y se sentó bien en el sofá a mi lado—¿Que vamos a hacer este verano?—pregunto.
Apenas llevábamos una semana de verano por lo que aún no habíamos planeado nada, y por mucho que la gente planeara las cosas meses antes, nosotras apenas tuvimos tiempo para planear, y como no me habían dejado salir de mi casa hasta hoy, no podíamos planear nada. No era que no me dejaban salir de casa, pero mi tío, estaba algo loco con controlarme, era maravilloso en muchos sentido pero con que saliera en casa, era algo diferente.
—Fiestas—dijo Liana y las dos reímos—Por fin tenemos veintiuno, bebamos hasta morir—se quejo y la mire.
—Liana, no hago veintiuno hasta octubre—me queje y ella me miro.
—Yo te saco el alcohol, eso no importa—se quejo y la miramos—Llevo nueve meses sin dormir por estudiar y entregar trabajos, estoy harta de estar en casa sin ver la luz del sol porque los profesores solo saben mandar cosas y no piensan en mi salud mental—se quejo y la miramos aún más impresionadas—Quiero salir y no venir a casa en días, quiero olvidarme de todo y conocer a chicos guapos—.
—Me gusta, las tres somos mujeres independientes y libres, debemos disfrutar—le apoyo Amanda y me reí.
—Apoyo la idea, no quiero ver un libro en estos meses—dije haciendo que Liana saltara de la emoción.
—Perfecto, hoy hay una fiesta en un edificio abandonado con un nuevo dj que vamos a ver—dijo sacando su teléfono y enviando algunos mensajes.
—¿Que haces?—le pregunte sorprendida y ella me miro.
—Confirmar que vamos a la fiesta—me dijo como si nada—Es una fiesta que hay que ir con invitación, debo confirmar que vamos para que nos dejen entrar—aviso como si nada.
Amanda se apoyo en mi pecho riendo, y miramos a Liana. En ese momento mi teléfono empezó a sonar, suspire frustrada y me levante para sacar el móvil.
Era mi tío, mire a mis amigas suspire.
—Es mi tío—les avise y ellas me miraron asustadas.
Mi tío tenía bastante mal carácter por lo que enfadarle no era nada bueno.
Me levante y descolgué la llamada.
—Buenas tío—le salude intentando disimular mis nervios porque me fueran ha echar la bronca.
—No voy ha hacer caso a que no estés en casa—me dijo e intente no reírme.
—Tito—le dije y mis amigas me miraron sorprendidas.
—Bianca, no me importa—me dijo y me impresiono bastante—Esta noche tenemos una cena muy importante—me dijo y suspire.
—Pero tengo una fiesta—me queje.
—No me importa—me interrumpió, y suspire—Es una cosa muy importante de negocios en la que te necesito—me aviso y suspire.
—Vale—dije cansada.
—A las cinco en casa—me dijo antes de colgar.
Mire a mis amigas suspirando y me tire al sofá cansada.
—Tengo una cena de negocios—les avise y las dos me miraron.
—¿Y la fiesta?—me pregunto Liana asustada.
—Pues no se, yo lo he intentado—me queje y las dos me miraron.
—Vamos a pensarlo—dijo Amanda siendo la cabeza de la razón—Ve a la cena, y luego vienes a la fiesta al terminar—me dijo y la mire.
—¿Como voy ha hacer eso?—le pregunte sorprendida.
Amanda, que era la espera en todo lo que tuviera que ver con los negocios por lo que ella era quien nos ayudaba en ese tema, porque aunque Liana y yo también fuéramos parte de familias con empresas importantes, por diversos motivos estas nos mantenían al marguen.
—Te escuchamos nuestra diosa—comento Liana divertida.
—Esas cenas no duran mucho, y todas sabemos que la fiesta va durar mucho—comento Amanda y la mire—Por lo que puedes hacer las dos cosas, estas en la cena y cuando termine, vas a la fiesta donde te vamos a esperar—explico.
—Perfecto, avisaremos al portero—dijo Liana y la mire.
—Vale, me parece bien, creo que lo iba a necesitar—les comente y las dos rieron—¿Algún consejo?—le dije a Amanda y la mire.
—Ten paciencia, porque esas cenas parecen muy lentas—me dijo y suspire, esperando que lo que me esperaba esa noche no fuera horrible.