Capítulo 3: Detener el tiempo

1574 Palabras
Dormí hasta cerca de la una de la tarde. En el almuerzo, quise preguntarle a mi abuela por qué me había ocultado que había pedido ayuda para mí a escondidas, claro, me habían llevado a médico, pero al no dar con nada concreto, no había trastornos físicos, no tenía enfermedades psiquiátricas ni nada que explicara lo que me sucedía, no me llevaron más; pero me arrepentí, ese tiempo había quedado atrás y ya no quería traerlo de vuelta a la memoria. Bastaba con despertar una vez a la semana con ese suceso que esperaba algún día terminase por completo. -¿Cómo le fue anoche? -me preguntó mi abuelo en el almuerzo y me sacó de mis pensamientos. -Bien, lo pasamos muy bien -respondí-. A las seis va a venir el Fabián -le dije con algo de nervios. -¿A qué va a venir? No será solo a visitar, porque eso lo hace muy a menudo -bromeó mi abuelo, sentí que él ya sabía lo que pasaba. -¿Lo invitó a tomar tecito? -preguntó mi abuela, con inocencia. -No, no, él se va a las ocho a Santiago, así es que no creo que tenga tiempo a quedarse -expliqué. -¿Viene a despedirse? -inquirió mi abuelo con un poco más de perspicacia que mi abuela y un toque de ironía. -Algo así. -¿Andan pololeando[1]? -me preguntó de frentón con su sinceridad de siempre. -Sí, anoche me pidió pololeo y va a venir hoy día a hablar con usted. -Ya, pero ¿no se va a Santiago? -Se va de vacaciones a ver a sus abuelos -expliqué-, no se va para siempre, será solo un mes. -Ah, verdad que tiene a sus abuelos allá -comentó mi abuela. -Sí, va todos los años en las vacaciones a verlos. -Que bien que no se olvide de ellos -repuso mi abuelo. -No, él los adora. -Eso habla muy bien de él. -¿Y a usted le gusta él? -intervino mi abuela. -Sí, pues, nana, si no, no andaría con él. -Hay muchas chicas que andan por andar, por puro lesear[2] -comentó. -No, yo no soy así, el Fabián es mi primer pololo, así que no voy a andar por andar. -Bueno, aquí lo esperaremos a la tarde -confirmó mi abuelo. Yo no supe si sentirme tranquila o nerviosa con las últimas palabras de mi abuelo, pero debí quedarme tranquila, pues la conversación entre ellos fluyó sin problemas. Fabián era un chico muy educado que ya conocía a mis abuelos por vivir cerca, éramos casi vecinos, dentro del mismo barrio, además, como era mi mejor amigo, casi siempre estaba con nosotros. Además, conocían a su familia, sobre todo a su papá, que era el psiquiatra que los ayudó con mi problema. Después de la conversación, estuvimos un rato en el jardín. Nos despedimos en la puerta de mi casa, no teníamos que escondernos, ya que contábamos con la aprobación de mis abuelos. -Te voy a llamar todos los días -prometió-, te voy a mandar mensajes y te voy a pensar mucho. -Te voy a echar de menos, si antes te echaba de menos cuando te ibas, ahora más -señalé con tristeza. -Ya voy a volver, mi amor, verás que el tiempo se pasará rápido. -Te quiero. -Y yo te amo. Nos besamos y, cuando se fue, me quedó un vacío. No me había dado cuenta de lo mucho que me gustaba estar con ese chico. De ser los mejores amigos, pasamos a ser novios. Jamás lo hubiera pensado. Enero pasó lentísimo. Hablábamos todas las noches. Cada uno salía a mirar las estrellas para sentirnos más cerca mientras conversábamos por horas. Era como estar en persona hablando con él. Febrero pasó demasiado rápido. Pasé mucho tiempo con Fabián, íbamos al río, hacíamos picnic en el campo o salíamos a la única discoteca del pueblo. En marzo, él entró a la universidad y yo entré a un técnico a estudiar Secretariado ejecutivo bilingüe con mención en Administración, así que era poco el tiempo que nos veíamos. Aun así, tratábamos de pasar el mayor tiempo posible juntos. Incluso, muchas veces estudiábamos juntos. Él sus ramos y yo los míos, pero lado a lado para poder vernos. Cuando me gradué, mis abuelo y Fabián me acompañaron a la ceremonia. Aquella graduación fue diferente a la anterior, pues sentía que algo no andaba bien, tenía una sensación extraña. -Te felicito, mi amor -me saludó Fabián al finalizar la ceremonia y me dio un abrazo muy apretado. -Gracias. -Te llevaste todos los premios -comentó orgulloso. -Sí -respondí con cierta timidez. -Estoy muy orgulloso de ti, amor, te mereces todo lo bueno que la vida pueda darte. No supe qué decir, solo le correspondí con un beso. La fiesta se llevó a cabo en el mismo local donde, tres años antes, habíamos celebrado nuestra salida de cuarto medio. No era que hubiera muchas opciones donde celebrar tampoco en el pueblo en el que vivíamos. Claro que, en esa ocasión, Fabián manejaba su propio automóvil. -¿Te acuerdas la luz que nos iluminó la otra vez? -me preguntó en un momento cuando salimos a la terraza. -¿Cómo no acordarme? Casi te peleaste con el Raúl por mi culpa -respondí con remordimiento. -No fue tu culpa. Bueno, sí, un poco. -Sí, para él, yo era un fenómeno. Sonrió entre tierno y burlesco. -Raúl estaba celoso. -¿Qué? -Raúl estaba enamorado de ti y los celos se lo comían cuando se dio cuenta de que tú y yo estábamos juntos. -Nunca me dijo nada. -Nadie se atrevía a acercarse a ti. -Claro, era la rara del curso -indiqué con culpa. -Más que eso. -¿Más? -Sí. -¿Qué cosa? No entiendo. Suspiró, creo que no quiso decir lo que dijo, había hablado de más y yo no me quedaría tranquila hasta saber qué era eso “más” que impedía que los demás se me acercaran. -Dime qué es eso que tengo y que hacía correr espantados a todos. -Tus ojos. -¿Mis ojos? ¿Qué tienen mis ojos? -pregunté sorprendida. -Tus ojos cambian. -¿Cambian? ¿Cómo cambian? ¿De color? -Yo me estaba desesperado por sus frases a medias -Mejor no hablemos de eso -me dijo tomando mis manos. -¡Dime de una vez qué pasa con mis ojos! -grité y todo se volvió silencio, fue como si todos se hubieran puesto de acuerdo para callarse, incluso la música. Alcé mi vista a Fabián, él me miraba sorprendido. -Perdón -atiné a susurrar. -Ven -dijo con suavidad y me llevó de la mano hasta una especie de plazoleta. La música volvió a sonar y todo volvió a la normalidad. Nos sentamos en una banca y él me tomó las manos entre las suyas. -Soy un fenómeno, ¿cierto? Más allá de mis terrores y mis levantadas nocturnas, más allá de lo miedosa que soy, más allá de mi mutismo que a veces me impide comunicarme, soy una cosa rara -inquirí con tristeza. Fabián me miró con lástima. -No eres un fenómeno, eres distinta, y eso no está mal, el problema es que a mucha gente le da miedo lo distinto, lo extraño. -¿Qué pasa conmigo? -Contigo, nada, amor. -Me abrazó a su costado-. Lo que pasa es que mucha gente no comprende ni entiende que no eres como el común de los mortales, que eres especial. -¿Especial, cómo? ¿Estoy enferma? ¿Se me nota mucho? Debo ser esquizofrénica o algo peor. -No, amor, eres diferente. No sé bien cómo, a lo mejor Sandra tenía razón y eres extraterrestre. Largué una risa nerviosa. -Tú no crees en esas cosas -le recordé. -Ahora mismo no me niego a nada. Tú no sabes lo que eres ni cómo eres, te has metido tanto en tu miedo que ni sabes de lo que eres capaz. -No entiendo. -Cassandra, amor -me dijo al tiempo que me apartó de él y me giró para quedar frente a frente-, paraste el mundo. -¿¡Qué?! -Eso, amor, acabas de parar el mundo, no sé cómo lo hiciste, pero todo se detuvo a tu orden. Yo tenía tu mano tomada y quizá por eso fui consciente de lo que sucedió, porque hace un montón de tiempo atrás, cuando íbamos en la básica todavía, pasó lo mismo, algo te hizo enojar y yo te tenía agarrada del delantal. Otras veces te enojaste así, pero nunca sentí que hubiera pasado nada, creo que el contacto físico facilita a que yo también pueda sentirlo. -¿Dices que soy capaz de detener el mundo a voluntad? -Sí. -Creo que mucha junta conmigo te está volviendo loco, Fabián, lo que dices es imposible, yo no... Dejé la oración a la mitad porque, entre los árboles, vi al hombre que se me aparecía cuando niña, pero solo fue un segundo, antes de que desapareciera de la nada. -¿Qué pasa? -¿Por qué no entramos mejor? -le sugerí. -¿Viste algo? -preguntó y se volvió a mirar en dirección a los árboles. -Nada, tonteras, mejor entremos, que de repente van a venir los ovnis a secuestrarnos. -A abducirnos -corrigió con dulzura. -A lo que sea -repliqué y lo tironeé de la mano para llegar pronto adentro con todos los demás, no quería ser abducida. [1] Pololear: Ser novios. [2] Lesear: molestar, divertirse.
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR