El lunes por la mañana el Sr. Cazares llegó muy temprano como siempre, apenas entró a su oficina, yo entre enseguida de él. - Buenos días Señor – saludé, poniéndome de pie a unos metros donde estaba él quitándose el saco, lo acomodo con tal elegancia sobre el respaldo de su asiento, quedando con una camisa blanca abotonada que dejaba ver unos músculos bien definidos. En verdad este hombre era un dios que estaba regalando una agradable vista a mis ojos. Estaba hipnotizada. No me di cuenta cuando me pidió la agenda del día de hoy, por lo que hábilmente y apenas saliendo de mi trance pregunté. - ¿Señor ya desayuno?, gusta que le traiga algo. Por unos segundos se quedo pensando. Rogué por que no me regañara por la pregunta pero simplemente estaba siendo amable. - ¿Tan mal me veo? - dij

