4. No es fácil...

1789 Palabras
Capítulo 4. No es nada fácil ocultar la verdad. Al llegar a la empresa se dio cuenta de que no había nadie, caminó tranquila por la recepción, miró el lugar donde debía estar la recepcionista que siempre la saluda de una manera especial, pero esta vez no había nadie allí... miró su reloj, era la hora que siempre acostumbraba a llegar. De pronto recordó que esa mañana habría una conferencia en el piso superior... sonrío agradecida de que nadie la vea llegar que caminó hasta el ascensor feliz, no quería ser reconocida y lo había logrado. Presiono el botón y cuando el ascensor se abrió se encontró con varias personas en él, todas venían del estacionamiento del sótano, al parecer todos querían asistir a la bendita conferencia. -- Si no me digo nada en todo el día quizás piensen que soy parte de mobiliario – susurró, mientras el ascensor seguía subiendo. El edificio de las empresas Esquetini tenía veinte pisos. Las oficinas de Alonso junto con el directorio y la parte gerencial se encontraban en el piso diecinueve. Porque el último piso estaba destinado como zona de esparcimiento para los empleados, había una cafetería y mucho espacio libre incluso para fumar. La oficina de Brisa se encontraba en un rincón del penúltimo piso, ella al igual que otras chicas más todavía estaban a prueba... desde que el nuevo jefe llegó escogió a varias de las asistentes para que trabajen para él, pero todavía no elegia una en particular... Cuando se abrió la puerta del ascensor todo estaba tan silencioso como siempre. Brisa salió y caminó hasta su lugar, sintiendo que sus pasos resonaban más fuertes que nunca. Cruzó el pasillo tapizado con alfombra de alto transito con la postura de alguien que teme ser reconocida por su superior. Saludó con un gesto vago a las otros empleados y ocupó su lugar. Su escritorio se encontraba al extremo opuesto de donde quedaba la oficina del CEO, sabía que si hacia las cosas bien, quizás él no note su presencia, pues desde su puerta era muy difícil ver su escritorio... Las chicas que compartían oficina con ella la miraron extrañadas, nunca la habían visto llegar “tan natural”, sin nada de maquillaje y con unos lentes fuera de moda que no quedaban tan bien. -- ¿Estás bien? – le preguntó una de las chicas y Brisa solo asintió. Sus compañeras no preguntaron más, Brisa era la nueva en ese piso, la trasladaron hace dos meses atrás cuando el señor Esquetini llegó a la empresa, y se supone que en treinta días debería decidir cuál de todos se queda con el puesto de asistente personal. Desde que llegó al piso diecinueve la mayoría de las mujeres que trabajan allí la veían con envidia por su increíble y llamativa belleza, pero ahora que la veían al natural, sin maquillaje y con un traje nada llamativo pudieron notar con mayor envidia que la joven Piaggio se veía bien con lo que tuviera puesto... Brisa abrió su portátil y utilizó la pantalla como un escudo perfecto para que nadie la notara en el lugar, y asi fue, hasta que dieron las cinco de las tarde y una luz en su teléfono privado se activó. Cogió el teléfono con duda antes de responder, sabía bien de donde venia el anexo. -- Hola presidencia, ¿Brisa eres tú? – era Samuel el asistente del CEO. -- Hola Daniel, soy yo – le respondió ella. -- Brisa, el señor Esquetini quiere que lleves a su oficina el informe que debías pasar a limpio, sobre la reunión de la semana pasada – Brisa se sonroja ante la orden del asistente mayor. Se sintió avergonzada al darse cuenta de que no había podido terminar el informe, había pasado toda la mañana pensando en la noche que pasó con su jefe que no hizo nada más en la oficina... -- Sí… sí, claro, dame cinco minutos por favor Samuel – mintió. Era imposible entregar el informe en cinco minutos, Brisa ingresó al archivo y escribió lo básico, el resto lo completo con un simple copiar y pegar del archivo de la junta anterior. Una vez terminado lo imprimió, esperando no ser descubierta nunca, luego miró a una de las secretarias que estaban cerca de ella. -- Mary ¿Podrías llevarle esto al jefe por favor? – le preguntó. Brisa sabía lo mucho que morían las mujeres de ese piso por acercarse a su nuevo jefe, y llevarle ese informe sería una especie de boleto ganador. -- ¿Yo?, lo siento Brisa, pero no puedo, ¿Por qué no lo llevas tu? – le respondió dejando anonadada a Brisa, pero no lo hacían porque no quisieran, era solo que su jefe había llegado esa mañana de mal humor, y cada persona que ingresó a su oficina salió con un bulto de trabajo por hacer. Brisa intentó llamar a otra de las mujeres que trabajaban en el piso para pedirle el favor, pero la respuesta fue similar, ninguna se iba a arriesgar a ser gritadas por el CEO. -- ¿Yo?, ¿por qué no se lo llevas tu? – le respondió otra. -- Lo siento Brisa, pero yo no estoy postulando para ser la asistente soy del señor Esquetini, y lo último que quiero es meterme en problemas con él – le dijo otra de las jóvenes que estaba igual que ella. -- Lo siento amiga, la verdad es que el señor Esquetini me da miedo. Tú tienes ese talento para lidiar con él sin que te desintegre con la mirada – terminó de decirle la última posibilidad. Ese talento, pensó Brisa, mientras recordaba que ellos estuvieron desnudos en la misma cama hacía solo dos días atrás. Brisa abrió la carpeta que tenía en las manos, y le dio una repasada rápida, y solo esperaba que su jefe no se diera cuenta de su error, al fin de cuentas en la mayoría de las reuniones siempre se tocaban los mismos temas... Brisa se levantó de su silla, acomodó su ropa y caminó hacia la puerta de la oficina de Alonso mientras sudaba como si la calefacción estuviera en modo sauna y ella estuviera cruzando por un campo minado, pensando que solo debía aguantar cuatro semanas más. Al llegar levantó la mano para tocar, pero antes de que pudiera hacerlo la voz inconfundible del CEO dijo desde adentro. -- Pase – ella abrió lentamente la puerta, como si no quisiera que se abriera por completa para no tener que ingresar, pero al hacerlo ahí estaba él. Alonso Esquetini el CEO de la transnacional, impecable, con un traje hecho a medida de color azul oscuro, del mismo color del vestido que ella tenía puesto esa noche... su cabello esta vez estaba muy bien peinado y su rostro estaba fijo en su portátil. Como si no hubiera estado en una habitación de hotel con una desconocida… desnudo… hace apenas cuarenta y tantas horas atrás. -- ¡Maldición! – exclamó para sí, todo le recordaba lo que pasó con él. -- ¿Perdón? – dijo Alonso y ella sacudió la cabeza. Debía quitarse de la mente lo ocurrido si quería seguir conservando su puesto. -- El informe de la reunión anterior señor – le dijo, en el tono más neutro posible. Alonso alzó la vista. Por un segundo, sus miradas se cruzaron. Ella bajo la cabeza, en su mente comenzaron a aparecer algunas preguntas... -- ¿Me reconoció? – -- ¿Va a decirme algo? – -- ¿Me va a despedir? – -- ¿No aceptará mi contrato oficial… Dios? – -- Gracias, Brisa. Déjalo sobre la mesa – le dijo. Ella asintió. Caminó como robot hacia el escritorio, dejó la carpeta con cuidado extremo y se dio media vuelta lista para huir, cuando escucha la voz de su jefe. -- ¡Ah!, Brisa – le dijo de pronto Alonso. Ella se congelo en su lugar. -- Sí, señor… – le respondió con la voz estrujada. -- ¿Estás bien? Hoy te ves algo… diferente – le preguntó al levantar su mirada y verla tan natural... en ese momento Brisa se sintió desfallecer. Las cosas no estaban saliendo como quería, y en lugar de pasar desapercibida, ese día había llamado mucho más la atención. -- ¿Diferente? ¡no!... no señor Esquetini, estoy igual… asi soy siempre yo, Brisa – Alonso bajo la mirada, pero de pronto la volvió a levantar, esta vez con el ceño fruncido, había visto a la joven que postulaba para su asistente personal por las cámaras que tenía en su oficina, pero algo no estaba bien, ella parecía diferente ese día, se veía extraña. Luego movió la cabeza tratando de no pensar y volvió a bajar la mirada hacia los documentos que ella llevó, en el momento que su teléfono personal timbró. Brisa salió de la oficina como un rayo, antes de que el CEO la vuelva a llamar. Regresó a su escritorio y se dejó caer en la silla, tapándose el rostro con las manos. -- Ok… estoy segura de ese hombre sospecha de mí. Seguro me va a despedir. O peor aún… quizás como esas series románticas que he visto en el celular, ahora me va a pedir que me case con él, quizás quiera que me haga responsable por lo que hice... incluso querrá tener cinco hijos conmigo... eso nunca – se quejó ella en voz baja. -- ¡Brisa! ¿está todo bien? – le preguntó Mary al verla volver con el rostro pálido, imaginando que el CEO también se la había agarrado con ella... Brisa sonrío asintiendo. -- Perfectamente mujer. Solo estaba considerando convertirme en monja – bromeo. El resto del día se la pasó evitando al CEO. Cuando él salía al pasillo, ella se metía al baño. Si él iba a la sala de juntas, ella bajaba a la cafetería por algo de beber. Cada movimiento suyo estaba estratégicamente planeado con el objetivo de no volver a cruzar palabras con él, al menos palabras que no vayan más allá de lo laboral. Incluso diseñó una tabla en su celular para evitar encontrarse con su jefe... la tabla detallaba a la perfección cada movimiento que el CEO hacía en la empresa, e incluía posibles rutas de escape para ella. ¿Parecía broma? Sí... pero la verdad era que le estaba funcionando. Al menos así fue durante toda la semana, hasta el jueves por la mañana donde recibió un mensaje de parte de la dirección. Brisa lo abrió con manos temblorosas, moría de miedo de encontrar su carta de despido allí, pero al abrirlo se encontró con un mensaje que no esperaba: ** Reunión urgente. Oficina del CEO. Hoy 7:30 p. m. **
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