En la mansión de Gabriele, este se encontraba reunido con su padre.
—No entiendo por qué debe quedarse aquí, papá. Deberíamos devolverla con Alessandro.
—Hijo, hijo... Te falta visión, ella es nuestra garantía de que Alessandro estará de nuestro lado.
—Le salvamos el culo, no tiene otra opción. —Gabriele se sirvió un vaso de Whisky y lo tomó, el líquido ambar pasó raspando su garganta.
—Siempre hay otras opciones, en este negocio no podemos ser confiados y eso lo sabes. Además, te casarás con ella, es bueno que te vayas acostumbrando a su presencia.—Massimo sonaba firme en su decisión.
—Ni una mierda, creo que estás exagerando. — rodó los ojos y le dió la espalda a su padre para mirar por el gran ventanal, la noche oscura envolviendo todo a su alrededor.
—Lo harás, se viene una guerra con los búlgaros y si queremos derrotarlos necesitamos a Alessandro con sus conocimientos, seremos la familia más poderosa del continente cuando acabemos con ellos y entremos al negocio de las armas. —Massimo saboreaba su victoria anticipada. — Hijo, sé que no puedes verlo ahora pero créeme que llegarás a entenderlo. —Él se acercó y le dió unas palmadas de afecto en la espalda.
La conversación fué interrumpida por suaves golpes en la puerta, era el doctor que había atendido a Anna.
—Adelante —Respondió Massimo.
—¿Cómo está ella? — preguntó Gabriele
El doctor tomó aire y comenzó a explicar —Tiene varios golpes leves pero también un par de costillas rotas, sigue inconsciente, sin embargo le he suministrado analgésicos y un sedante para que esté dormida hasta mañana. —Le extendió una receta a Gabriele — necesitará esto.
Gabriele estaba incómodo, había algo que quería preguntar pero no sabía cómo hacerlo sin sentir un poco de vergüenza —Doctor, cuando la encontré ella estaba casi desnuda... —Comenzó a decir — acaso ella fué... —las palabras no terminan de salir.
—No —Respondió el doctor entendiendo a qué se refería — La señorita no muestra signos de agresión s****l.
Gabriele suspiró aliviado, por alguna razón eso le inquietaba. Estaba completamente en contra de ese acto barbarico.
—Se pondrá bien en algunas semanas, solo debe permanecer en reposo. —Continuó el doctor — Ahora si me disculpan, paso a retirarme, pueden llamarme si surge algo más.— el hombre canoso salió dejando a los Visconti solos nuevamente.
Massimo miró a Gabriele con una sonrisa burlona —¿Preocupado por tu prometida? — rió.
—No me jodas —respondió
—Muchacho insolente — Massimo seguía riendo.—Me voy, nos vemos mañana, tenemos mucho trabajo que hacer.
Después de eso se marchó, dejando a su hijo solo. Gabriele se terminó el trago para luego dirigirse a la habitación, de camino decidió pasar y mirar a Anna; ella estaba profundamente dormida así que Gabriele decidió seguir su camino.
Él no podía creer que ahora estaba comprometido con una mujer que muy seguramente ni siquiera estaba enterada de eso y además tendría que vivir con él porque era parte de un trato. Su mundo era muy retorcido, ese tipo de acuerdos a Gabriele le parecían arcaicos, pero mientras su padre esté al mando él le debía obediencia.
La mañana siguiente llego, Gabriele aún dormía pero unos gritos de auxilio lo sacaron de su descanso.
—¡Ayudenme! ¡Auxilio! — la voz de Anna retumbando.
—Señorita cálmese por favor —Una mucama trataba de tranquilizarla pero ella no entraba en razón.
—¿Qué ocurre? — Gabriele entró desorientado con un arma en la mano, pensó que tal vez los atacaron.
—¡Alejate! —Anna trató de levantarse pero sintió un dolor agudo en las costillas.
—Sal por favor, yo me encargo —pidió Gabriele a la mucama.
“Perfecto, tan temprano y ya tengo que ocuparme de esta mujer" Pensó Gabriele mientras se acercaba a una temblorosa Anna.
—No te haré daño, soy amigo de tu padre, anoche te rescatamos y ahora estás a salvo. — El trató de suavizar su voz para darle confianza a la joven.
—¿Dónde estoy? —Preguntó ella, su pecho subía y bajaba agitado.
—En mi casa, tu familia vendrá a verte pronto.
Derrepente Anna entró en razón, ella se quedó observando a Gabriele fijamente, lo recordaba ¿Cómo no hacerlo? Era el mismo hombre que vió en su casa, aquel que había llamado su atención.
—¿Que fué lo que ocurrió? Lo último que recuerdo es... —sus ojos se llenaron de lágrimas. Ella entró en pánico, se quitó las sábanas y comenzó a revisarse la entrepierna — No no no, ese desgraciado no pudo haberme robado la virginidad.
Gabriele se sorprendió al escuchar aquello y tosió un poco, eso era demasiada información, Sin embargo se apresuró a tranquilizarla.
—No te tocó, puedes estar tranquila. El doctor que te revisó me lo dijo. —Aclaró él con un poco de incomodidad.
Anna suspiró al escuchar eso, miró sus muñecas marcadas por la fuerza de ese maldito animal. —Entonces dime qué pasó.
—Entramos al lugar para poder rescatarte pero ellos ya habían huido, te encontré desmayada en un sofá y te traje. Fin.
—¿Por qué esos hombres me secuestraron? ¿Quienes son ustedes? ¿Por qué estoy aquí y no es mi casa? —Anna tenía muchas preguntas.
—Mira, mejor preguntale a tu padre en cuanto venga. Yo no quiero tener que lidiar con eso.—Gabriele se dió la vuelta para marcharse —Haré que te traigan el desayuno —Dijo y después desapareció.
Anna lo vió marcharse, qué hombre tan misterioso, pensó . Ella estaba mas calmada, se fijó en el vendaje que tenía en las costillas, le dolía bastante; además, estaba cambiada, sintió vergüenza al pensar que alguien la vió desnuda.
Un rato después tomó su desayuno con gusto, estaba hambrienta y no se había dado cuenta. Para cuando llegó su padre, ella se encontraba recostada, no tenía más para hacer, tampoco sabía dónde estaba así que decidió permanecer tranquila.
—Anna, cariño... —Alessandro se acercó rápido a ella y la abrazó con cuidado.—Perdoname hija.
—Tengo muchas preguntas y espero que las contestes todas — dijo ella con un suspiro profundo y evidente molestia en su voz.
—¿No crees que deberías recuperarte primero? — Alessandro estaba preocupado por lo que tenía que decir.
—No papá, quiero respuestas y las quiero ahora. — ella no iba a permitir más rodeos.— Luego podemos irnos a casa, no me gusta convivir con extraños.
Alessandro estaba visiblemente incómodo, él había tenido una conversación con Massimo y éste le había dejado claro que no dejaría que Anna abandonara la casa de Gabriele, ellos se casarían, la convivencia era fundamental.
—¿Papá? —Anna llamó su atención.
—Hija, permanecerás aquí por un tiempo. —respondió por fin.
—¿Qué? ¿Por qué? No sé quien es ese hombre, yo quiero irme a casa...
—En casa no estarás a salvo, además, nosotros tambien nos iremos de ese lugar a uno mas seguro.
—Habla ya papá, dime qué es lo que ocurre. ¿Por qué nos atacaron? ¿En qué estas envuelto? —Ella comenzaba a levantar la voz, estaba frustrada.
La puerta se abrió y su madre, Kara, entró; al principio no quiso ver a su hija pero luego cambió de opinión.
—Anna, me alegra saber que estás bien. —dijo secamente.
—No es gracias a tí.—Respondió con rabia.
—Como sea, no te ocurrió nada.—Kara trataba de quitarle importancia.
—Casi me matan, pero para tu tristeza, no lo hicieron.
Kara puso los ojos en blanco, llevarse bien con su hija era imposible.
—¡Hablen de una maldita vez! Díganme que ocurre—Anna estaba perdiendo la poca paciencia.
Alessandro sabía que no podía retrasar más el asunto, su hija merecía saber la verdad aunque doliera y peor aún, que la había comprometido con un heredero de la mafia sin siquiera preguntar su opinión.