Capitulo 3

1801 Palabras
—Entonces, ¿qué tal? —¿Con respecto a qué? Se dirigían al pueblo esa misma noche, después de que Kacey regresara de la escuela con el coche. Cuando se enteró de que él había planeado ir al supermercado, le dijo que lo acompañaría. Todavía llevaba el típico uniforme de universitaria, por lo que no quiso cambiarse. —De lo que hablamos esta mañana. —Lo había estado observando, sonriendo, pero ahora se giró para mirar la carretera—. ¿Te acostaste con mami en el porche después de que me fui? —Mm. Ah, eso—. Se quedó callado un momento.— No estoy seguro, quizá sí. Ella rió y le dio un ligero puñetazo en el brazo—. Basándome en cómo estabas cuando me fui, o la mataste o volaste solo. ¿Cuál fue la mejor opción? Se giró para mirarla—. ¿Por qué te fascina tanto si me la cogí o no? Ella le sonrió con un brillo en los ojos—. En parte porque me gusta que me hablen sucio; casi me basta para correrme sin necesidad de tocarme. —Oh, en serio. Apuesto a que el sexo telefónico contigo es increíble. Se recostó en su asiento—. Mmm. Bueno, para mí sí. Con tanta charla y estando al borde de la locura—. Gruñó con admiración—. Vuélveme loca, papi-amante. Cuéntame sobre tu cogida con mami querida esta mañana con todos los detalles explícitos y sangrientos que puedas. La miró de reojo—. Estás retorcida, niñita—. Su única respuesta fue una risita contenida—. Bueno, entonces. ¿Recuerdas cómo me dejaste? Se tocó brevemente el labio superior con la punta de la lengua, sonriendo—. No he podido pensar en mucho más, señor. Largo, duro, ligeramente curvado, ardiente y palpitante al tacto. Sí, recuerdo cómo estaba. Pensé en masturbarm3, pero temía que levantarme casi inmediatamente después de que te fueras para hacerlo pudiera generar conexiones indeseadas en el cerebro de tu madre. Así que empecé a buscar... ayuda. El lubricante de silicona fue lo primero, porque, con lo que acabara, el lubricante sería esencial para llevármela. Como prácticamente la iba a tener, sin importar lo que ella pensara, decidí sacar la mordaza y las esposas. Miró de reojo a su hijastra. Estaba recostada en el asiento, con los ojos cerrados, una sonrisa en el rostro y las manos cruzadas sobre el regazo. —Así que me puse un condón y salí por la puerta trasera—. Kacey rió disimuladamente. Él resopló en respuesta—. Oye, tan temprano, los niños seguían durmiendo dentro y los vecinos ya se habían ido, aunque de todas formas no habrían podido ver nada. Así que está sentada en el banco del piano del porche trasero, leyendo su libro con los auriculares puestos—. Extendió la mano y le pellizcó ligeramente el pezón a Kacey, haciéndole respirar hondo—. Podría haberte dado una paliza y dudo que lo hubiera oído. Así que le digo que se levante. Lo hace y empieza a darse la vuelta para mirarme, pero la agarro y la mantengo de espaldas. Me dice: No me interesa. —Ella no lo hizo. —Mmm, conmigo, mi madera monstruosa y mis juguetes en mano. Me apoyé en su nuca mientras tiraba de sus muñecas hacia atrás y le decía: "Me da igual. Puedes decir que no te interesa, puedes decir que me hagas algo ahora, puedes decir que no me toques; no importa. Te tomo como quiero y cuando quiero". Así que, mientras decía eso, le puse las esposas primero, luego la mordaza y la ajusté. —Oh, mmm. ¿Se resistió? —Escuchó la leve respiración entrecortada de Kacey, lo que delataba su entusiasmo. —No. Así que, con esos dos puestos y abrochados, enganché mis meñiques en la cinturilla de sus pantalones capri y empecé a deslizarlos, junto con sus bragas, por sus piernas muy despacio, con las manos abiertas y deslizándose sobre sus caderas. Podía oír su respiración, cada vez más profunda y acelerada. Su pen3 pasó de una leve excitación a un interés total, y tuvo que adaptarse. Los bajé por sus piernas, con las manos curvadas lo justo para raspar su piel con las uñas. —Uh...huh. ¿Se retorció? —Para nada. Finalmente, se los bajé hasta los tobillos y la hice salir. Luego le dije que se sentara a horcajadas en el banco y se inclinara hacia adelante hasta quedar tumbada. Entonces abrí el lubricante. —Mmm. ¿Muchos? —Sí, bastante. Ya sabes, un poco de eso rinde mucho. —Um. Hm. Sí. ¿Cómo lo aplicaste? —Bueno, está boca abajo en el banco, con las piernas abiertas a ambos lados, completamente expuesta. Tengo un charco de silicona en la punta de los dedos, ¿cómo crees que lo apliqué? Bajé la mano y empecé por delante de su coñ0, acariciándolo hacia atrás, pasando por su puerta trasera, y luego hacia adelante. Seguí así un rato, luego deslicé mis dedos dentro de sus labios. —¿Cuáles? —Su pregunta fue tan suave que tuvo que pedirle que la repitiera. Levantó la mano derecha, moviendo los dedos corazón y anular. —Estos dos. No muy lejos al principio, luego los saqué para recoger más lubricante y meterlo, profundizando un poco más esta vez. Seguí haciéndolo hasta que su coñ0 estuvo lo suficientemente húmedo como para foll@r sin lastimarla. —Se quedó en silencio, dividiendo su atención entre conducir y escuchar su excitación, expresada a través de su respiración. Sabía que no lo dejaría callar mucho tiempo. —¿Y luego qué? —¿Hmm? —Después de que le limpiaste el coñ0, ¿qué hiciste? —Oh. Una vez que estuve segura de que la penetración no dolería, me moví más atrás—. Kacey se retorció en su asiento y gimió suavemente, sin dejar de sonreír—. Pasé mi dedo corazón por la hendidura de su an0, aplicando el lubricante hacia el agujero fruncido detrás de su coñ0. Lo traté igual que con su coñ0, pero usando solo un dedo. Ella gimió y se retorció contra el asiento; su respiración se volvió entrecortada. —Dime, —susurró. —Apoyé la punta del dedo sobre el pequeño nudo fruncido y froté en pequeños círculos durante un rato. Finalmente, empujé un poco y se abrió sin dificultad. De nuevo, solo un poquito para empezar la fiesta y luego volví a salir para recibir refuerzos. Dentro y fuera, lentamente, un poco más profundo cada vez, hasta que mi dedo entero entró en ella. —Ahhhh... ¿Hizo algún ruido? ¿Se retorció? —No, ni un sonido, ni un movimiento. —Dios, no puedo quedarme quieta ni en silencio solo escuchándolo y ella lo tomó como si no le afectara en lo más mínimo. —Mmm. Entonces metí mi dedo anular y le abrí el cul0. Le metí los dedos por el cul0 un rato, con los dedos bien lubricados. —Ooooooh... ¿se... se corrió? —La voz de Kacey temblaba y sus manos empezaban a temblar. —Por fin lo hizo. Sentí que empezaba a correrse y metí mis dedos profundamente en su cul0 y comencé a moverlos con un movimiento de aleteo y patadas. —¿Ella gritó? —No, solo una especie de suspiro gruñido alrededor de la mordaza cuando llegó al orgasmo. —¡OH! —Giró la cabeza de golpe al oírlo y vio que ella se apretaba las manos. Rió suavemente—. Perdona, olvidé avisarte, querido papi. Dios mío, qué buen comienzo. ¿Y luego qué? —Me senté a horcajadas sobre el pequeño trozo de banco que quedó detrás de ella y empujé ese poste de teléfono que creaste entre sus labios vaginal3s hasta su cerebro. —Ooooh, Dios... —Rápidamente, Kacey metió su mano derecha dentro de su cintura y arqueó sus caderas. —No, todavía no se oye ningún ruido ni se retuerce. Intenté ir despacio, pero pasé de... —Se dio cuenta de que pasaba tanto tiempo viendo a su hijastra acariciarse como mirando la carretera—. Maldita sea, pequeña, si vas a hacer eso, tengo que encontrar un sitio donde parar, o me saldré de la carretera y nos mataré a los dos. Su sonrisa se ensanchó—. ¿Distraído, mi querido papi? Se acercó y le agarró la tet@ mientras buscaba un sitio donde pudieran detenerse—. Quizás solo un poquito, nena. Quizás solo un poquito. Les encontró un lugar en menos de un minuto, un camino que se adentraba en el bosque de un club de caza. El camino estaba cercado a unos tres coches de distancia, pero les serviría para salir del camino. Apagó el motor, observando a Kasey dándose placer lentamente. —Habla, papi. Cuéntame cómo violaste a mami querida. —Giró la cabeza y abrió los ojos para mirarlo—. ¿Fingiste que era a mí a quien esposaste y abriste? —Sí, claro. De hecho, tenía tanto miedo de llamarla por tu nombre sin querer que no dije nada. Kacey cerró los ojos y recostó la cabeza en el asiento del coche—. Estás loco, papi-amante. —Tú me haces así. Así que la metí hasta el fondo, muy despacio, hasta que no me quedó nada para dar. Luego la saqué con la misma lentitud. Me imaginé oyéndote gemir mientras dudaba, casi salía de ella. Entonces la embestí con tanta fuerza que la hice gemir alrededor de la mordaza. —Ahh... oh, sí—. Podía oír el húmedo sonido de sus dedos entrando y saliendo de su coño mojado—. Oooooh, sí. Sigue hablando. —Estaba de pie a horcajadas sobre el banco, en cuclillas, con las manos sobre sus hombros. Empecé a moverme hacia adentro y hacia afuera, empujándola contra la superficie del banco, entrando despacio y entrando hasta que no pude más. —Ooohmmm, sí. ¿Alguna vez empezó a hacer ruido? ¡Ah! —Casi se rió de cómo sonaba, intentando disimular sus gemidos de placer. Se inclinó y le lamió la oreja, provocando un agudo ¡Ah! como respuesta—. Estás retorcida, niñita—, susurró. Se apoyó en él, sus dedos aún húmedos entre sus piernas. En algún momento, también se había metido la mano izquierda en el pantalón—. Lo sé—, susurró—. Me encantaa ... Le lamió la oreja de nuevo, complacido por el estremecimiento y el gemido que la recorrieron y se recostó en el asiento—. Emitió tres suaves gemidos y luego, al llegar al orgasmo, emitió uno más que empezó fuerte, pero luego se convirtió en un suspiro largo y prolongado.
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